DECIDIRNOS POR LA VOLUNTAD DEL PADRE

01-10-2023



Raúl Moris G. Pbro.

El contexto en donde Jesús pronuncia la parábola de los dos hermanos es el de la cultura del honor en la que vive el pueblo de Israel (y el mediterráneo entero en el siglo I), para proponer, en el seno de esta misma cultura, un camino nuevo de conversión, para anunciar, en el seno de esta misma cultura, que la misericordia y acogida del Padre del cielo está más allá, superando con creces, nuestras convenciones y nuestras expectativas.

Lo primero en lo que conviene reparar dice relación con los interlocutores inmediatos a los que va dirigida la parábola: los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, es decir, los custodios de la primera invitación del Señor a la salvación, y al mismo tiempo los árbitros de su cultura en materias acerca de lo que es más conveniente, de lo que es más honorable; lo segundo a considerar, son los modelos de conversión que les propone: aquellos que están en el punto más bajo del honor y de la estimación pública: los recaudadores de impuestos y las prostitutas.

Es por este mismo contexto de la cultura del honor, que la pregunta de Jesús se modifica sobre la marcha, comenzando con ese “¿Qué les parece?”, para luego especificar “¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”

En la mentalidad cultural de la época, la respuesta esperada habría tendido a aprobar la conducta del segundo hermano, que no contradice abiertamente los deseos del padre, sino que se muestra, de palabra, pronto a realizarlos, aunque la acción, que es mediata, no corresponda con lo que ha declarado; el honor del padre ha quedado a salvo, ya que el hijo no contradice su orden; al contrario, haga lo que haga después, se apresura en ponerse en el lugar que su cultura le asignaba: el de la sumisión incuestionable que un hijo le debía a los deseos del padre; el hijo primero, en cambio, al expresar de palabra sus propios deseos, pone en entredicho ese honor: el seco “No quiero”, del hijo primero, es una bofetada pública a las prerrogativas paternas, lo que viene a subvertir el orden establecido en una cultura del honor.

La especificación de la pregunta de Jesús, para apuntar al cumplimiento de la voluntad del padre, más que a su honor, abre la brecha para que la parábola se transforme en una provocadora buena noticia; en primer lugar, porque deja espacio para la obediencia, como acción meditada que hace su aparición después de las palabras del primer hermano; en segundo lugar, porque anuncia la paciente espera del plan de Dios y su acogida infinita al que es capaz de detenerse en su andar, volver la mirada sobre la propia vida, sentirse interpelado de verdad por la Palabra, y enderezar su conducta para encaminarla por el sendero del Reino, que nada tiene que ver con las cuestiones relativas al honor, que inmovilizan, que no permiten dejarse alcanzar por la generosa invitación del Dios de la salvación, que quiere que todos se salven, que se goza en la conversión, más que en contemplar la condenación de los que porfían en su propio camino errado, condenación que no se asienta en la voluntad del corazón de Dios, que hace todo lo que está de su parte para procurar la salvación de todos, menos violentar nuestra libertad, sino en la mala elección en la que nosotros mismos nos empecinamos.

La meditación de la voluntad del padre, que se hace en lo secreto del corazón, y que va a permitir que el primer hermano recapacite su decisión inicial y salga de la reducida esfera de sus deseos, para avanzar más allá, (el verbo usado por Mateo, para hablar del arrepentimiento del hijo primero, será en griego el verbo metamelomai, que comparte con la palabra metanoia [conversión] el prefijo metá, [ponerse más allá, salir de sí, dar un paso más arriba]), será lo que quiere Jesús que se acentúe como buena noticia:

Todo aquel que haga este esfuerzo, que significa enmendar el camino que ha marcado su vida, y tome la firma decisión de “reinventarse” por amor del Señor -al que reconocemos en su misericordiosa acogida, más que en su autoridad que nos señala los deberes- todo aquel que se atreva a acometer la empresa de ser señor de sus propios primarios deseos, para ponerlos al servicio de un plan que nos supera, que podemos todavía no ser capaces de entender en su totalidad, porque es el plan del amor inconmensurable de Dios; todo aquel que haga este esfuerzo, -doloroso, sin duda, como duele crecer y madurar- todo aquel que, más allá de las ganas que suelen adormecernos, tome la decisión de por fin despertar, escuchar y seguir al Señor, ha de encontrarse con el abrazo acogedor del Padre del Cielo: el Reino será suyo, aunque, como los publicanos y las prostitutas -proscritos por la Ley de Israel, desobedientes de esa ley- venga reconociendo recién la llamada del Dios que quiere la salvación de todos, venga reconociendo recién ahora con nitidez esa llamada, quizá precisamente porque recién ahora ha reconocido en ella el timbre sutil de la acogida en la ilimitada esfera del amor del Señor, más que los sonoros y solemnes tañidos del deber, del honor.

Que el Señor quiere la salvación del hombre, que en este empeño no descansa, que está de nuestro lado y se alegra por aquel que logra escuchar su voz y enmienda su camino; que confía y espera pacientemente nuestra conversión, lo venían diciendo desde antiguo los profetas (como leemos en la primera lectura de este domingo, en el profeta Ezequiel), pero, como también nos recuerda el mismo profeta, esa conversión es un proceso, que se extiende mucho más allá de los eventos luminosos de toma de conciencia de la llamada que el Señor nos hace, que se prolonga a lo largo de la vida, y que exige nuestra lúcida vigilancia, porque así como hasta el más extraviado puede encontrar finalmente la senda que conduce al Reino, así también puede suceder que, en un descuidado optimismo, o a causa de una mal encubierta soberbia, dejemos de esforzarnos, nos sintamos seguros, y en esa ingenua ceguera volvamos torpemente a caer.

Que este mismo Señor, haya empleado todos los medios para hacernos entender la inagotable clemencia de su amor, su irrefrenable acogida; al punto de llegar a hablarnos cara a cara por medio de su Hijo, que se ha vaciado de sí mismo por amor a los hombres y por obediencia al plan del Padre, hasta entregarse a la muerte por nosotros -como nos recuerda San Pablo en la Epístola a los Filipenses- es el marco en el que se entiende como buena noticia esta parábola, que sin duda estremeció los oídos de sus primeros destinatarios; que sin duda alegró los oídos de la comunidad del Evangelista, al sentir confirmada en ella el abrazo acogedor del Señor que los invitaba a caminar con Él.

Que esta buena noticia es una invitación a repensar el modo de relacionarnos con Dios, y por tanto con aquellos que como nosotros han sido llamados “hijos” desde el mismo ejercicio de la ternura del Padre del Cielo, que nos ama con amor de madre, está atestiguada por la palabra que el padre de la parábola emplea al dirigirse a sus hijos; los llama “tekna”, como lo haría una madre (la palabra teknon se desprende del verbo tikto, “parir”, por tanto es la que usaría una madre al momento de apelar a sus hijos) la palabra, en cambio, que denota dignidad y una relación de vertical de sumisión a la autoridad paterna, y en la misma línea prerrogativas de herencia y linaje es la palabra “hüíos”, si el padre de la parábola, hubiese querido hacer sentir el ascendiente de su autoridad, su señorío sobre sus hijos, les hubiera dicho “hüíoi” al momento de expresar su deseo, (así, de hecho lo entendió el hijo segundo, que inmediatamente lo llama “Señor”), sin embargo es otro orden de relación, el de la ternura entrañable, más que el de la autoridad inapelable, el que quiere proponer el texto.

Este es el desafío que se nos ofrece también a nosotros para aprender que, mientras vayamos de camino, nunca es tarde para enderezar los pasos para comenzar a caminar, no por la forzada senda de la temerosa sumisión, sino por la cuesta empinada del camino de la cruz de la obediencia, que se abraza en la convicción de sabernos amados, senda que conduce al Padre, y que Jesús mismo va haciendo con nosotros paso a paso, tropiezo tras tropiezo, sin soltarnos de su mano, para que finalmente lleguemos a casa.

http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/decidirnos-por-la-voluntad-del-padre | 25-04-2024 08:04:13