DERRIBAR ESTATUAS ¿TEMA ACTUAL?

12-10-2021





Hubo un gran debate por la “expulsión” del General Baquedano de la Plaza Italia. “Nunca visto”, se dijo. Vamos a nuestros recortes y fichas: en el siglo pasado, cuando surgían los movimientos estudiantiles, los jóvenes corrían a reunirse junto a las estatuas de Carrera o Manuel Rodríguez para invocar la inspiración de los próceres. Era una incipiente rebeldía que pronto se canalizó con fuerza cuando el rector Valentín Letelier fundó la Federación de Estudiantes de Chile en 1906.
Inicialmente los afanes se orientaron a las fiestas de la primavera y otros jolgorios, pero muy luego, especialmente a raíz de la candidatura de Arturo Alessandri el año 1920, tomaron un cariz más político y agresivamente anárquico.
Se enfrentaron al partido conservador y a los políticos en general. Fundaron en 1920 una combativa revista de feroz estilo llamada “Claridad”, que tenemos íntegra en nuestro archivo digital. Atacaron todo: la política económica, al congreso, a la iglesia, a los jueces, etc. El ideal supremo de aquellos jóvenes era remecer a la sociedad desde sus cimientos.
Pero los “mayores” o políticos de respetable trayectoria, les “prestaban ropa”. En 1900, hablando ante el ateneo (un famoso centro cultural) Enrique Mac Iver dijo:
“Al aceptar la desigualdad económica creando leyes que protegieran la riqueza de los privilegiados, se creó legalmente la mayor de las desigualdades: la desigualdad económica”.
Hoy día ni siquiera habría que sacarle una coma a esta frase.
La FECH no estaba integrada por obreros ni dirigente gremiales. En sus filas se alineaba un Hernán Alessandri Rodríguez, Carlos Borgoño, Diego Echenique, Alfredo Larraín y otros rimbombantes apellidos. Sus padres eran conservadores, pero ayer como hoy, los hijos se les desbandaron.
El enfrentamiento vino luego: el 21 de julio de 1919 los alumnos de la Universidad Católica prácticamente asaltaron la sede de la institución, ubicada en Ahumada 73. Fue una lucha campal sin cuartel. Desde el interior volaron los bustos o efigies de los líderes rusos que se admiraban en ese momento. Se aplicó fuego a la biblioteca donde se quemaron manuscritos de Gabriela Mistral y otros autores. Un joven alumno de Leyes del plantel católico, de nombre Alberto Hurtado Cruchaga recibió un garrotazo en la cabeza.
La FECH reaccionó. Tras una reunión en la Plaza de Santiago, se dirigieron a la Universidad de Chile, cuyo rector era Domingo Amunàtegui y al grito de “Camaradas, la universidad es nuestra”, ingresaron hasta el Salón de Honor; cayeron bustos de ex rectores, otros se lanzaron a la calle y la batahola fue de proporciones.
A la salida, los jóvenes miraron la hasta hoy existente estatua de los hermanos Amunàtegui, padre y tío del rector. Al grito de “Que se vayan los hermanos Amunàtegui”, los taparon a huevos y piedrazos, pero la idea de derribarla no fue seguida por los dirigentes. La cosa no se detuvo: siguieron hasta la casa del rector e hicieron trizas cada vidrio de los ventanales.

LA ESTATUA DE CONSTITUCIÔN
A mediados del siglo pasado, se produjo en el puerto maulino un episodio con mucho de leyenda, otro tanto de animosidad y mucho de inexplicable.
Reunidos, una noche, en el Club Social de Constitución, los comerciantes, astilleros y dueños de casas exportadoras, debatieron la idea de instalar en el muelle de desembarco, una estatua que simbolizara de la actividad bursátil del que fuera Puerto Mayor de Chile.
Se analizaron propuestas y finalmente se optó por traer desde Europa una estatua, tamaño natural, de El Mercurio, obra notable del escultor italiano Juan de Bolonia del año 1500. Así, frente al río, el célebre dios griego, mensajero del Olimpo, daría sello, dignidad y presencia a la actividad.
La cosa quedó resuelta.
Si hemos de ser exactos, la idea fue de Fernando Court, abuelo de Mariano Latorre, connotado astillero y banquero del puerto.
Se hicieron las gestiones y desde Italia a Valparaíso y de ahí hasta Constitución, la enorme caja llegó a su destino. Pero ahí cayeron en su asombro: el apolíneo dios se mostraba desnudo, con todas sus “cosas” al aire. Algunos protestaron por la “inmoralidad”, otros guardaron silencio. Don Fernando Court se mostró satisfecho de su gestión. La estatua, desde luego, uno de los baluartes de la escultura en Europa, era de una belleza notable. Ya aprenderían los maulinos a apreciar el arte.
A fines del siglo XIX la obra fue inaugurada, en un alto pedestal de ladrillo y mirando al rio. Mientras se leían discursos, se le mantuvo cubierta con un paño. Luego éste fue removido. Hubo gritos de horror de las damas que de inmediato dejaron el lugar arrastrando a sus hijas que pugnaban por mirar.
El párroco reclamó en varias misas seguidas por este acto de brutal inmoralidad, en especial para las “niñitas mujeres”. Las madres prohibieron a sus hijas acercarse al muelle. Pero los viajeros que llegaban, no podían dejar de admirar aquella bella escultura y elogiaban el gesto de audacia y cultura de sus impulsores.
Primero fue una pedrada de mano anónima que rebotó contra el reluciente bronce. Luego fueron dos con la rápida huida de sus autores. Pero la lapidación se inició con rara y constante animosidad y siguió por años y años. La estatua fue soltando sus piezas metálicas, cayó un brazo, luego parte de la espalda, más tarde una pierna. Mientras aumentaba su deterioro, mas encarnizado y violento era el inexplicable y cada vez enconado apedreamiento.
El final de aquel capítulo, fue la permanencia sólo de un pie alado, como único y minúsculo testimonio de aquella estatua traída a alto costo y con tantas expectativas desde Europa.
Como se observa, iconoclastas los ha habido siempre.



Jaime González Colville
Academia Chilena de la Historia

http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/derribar-estatuas-tema-actual | 19-04-2024 05:04:05