La urgencia de recuperar la asistencia a clases presenciales

03-08-2022


Dr. Gerardo Sánchez, director del Departamento de Formación Inicial Escolar de la Facultad de Ciencias de la Educación-Universidad Católica del Maule.

Entre comprensibles dificultades de salud, el clima de invierno, así como la aprensión y el compromiso familiar la inasistencia de los estudiantes a clases está constituyendo una problemática para el sistema educacional en su conjunto, afectando las posibilidades de aprendizaje que resultan particularmente sensibles en el caso de los estudiantes de establecimientos municipales en los niveles de educación parvularia (64%) y educación básica (37%), ya que necesariamente un incremento en el ausentismo escolar genera mayores pérdidas, lo que sumado al contexto de confinamiento 2020- 2021 por el COVID 19, merma las posibilidades de recuperación de saberes. De acuerdo a los resultados oficiales, estamos bordeando cerca de un 70% de asistencia con tendencia a seguir disminuyendo, en condiciones de que, en años previos a la pandemia, la asistencia alcanzaba tasas del 90%. De hecho, el monitoreo escolar durante el mes de junio, registra que la asistencia diaria a los establecimientos educacionales fue de 68% en promedio, lo que contrasta con la evidencia internacional, según la cual, una inasistencia alta es implica ausentarse el 10% de los días. Desde otra arista de la problemática, en la escuela se está generando una creciente ausencia de los docentes por concepto de licencia médica que condiciona el funcionamiento de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Frente a ello, el Ministerio de Educación, como parte de la Política de Reactivación Educativa Integral “Seamos Comunidad” ha proyectado un plan de trabajo para la promoción de la asistencia y permanencia escolar, orientado a cuatro dimensiones relacionadas con seguimiento; compromiso; recursos y comunicación. El primero contempla reportes bimensuales de ausentismo que orienta la oportuna toma de decisiones; el segundo refiere al compromiso de los actores involucrados en la temática, particularmente la actitud que asume la familia frente a la asistencia a clases; la tercera, relacionada a la incorporación de tutores provenientes de distintas universidades como apoyo a las tasas de progresión educativa; y finalmente, una acción comunicativa de sensibilización orientada a la calidad de los aprendizaje.
Más allá de las declaraciones de intención, lo cierto es que en el ámbito de las escuelas me parecen relevantes dos tipos de acción: el compromiso familiar y la gestión del profesorado.
En relación a las familias, resulta clave sensibilizar a padres y apoderados respecto al impacto de la asistencia a clases de niños, niñas y jóvenes en sus posibilidades de aprendizaje. Ello implica hacerlos conscientes de su rol de apoyo al proceso formativo, a partir de evidencias sobre aquellos conocimientos, habilidades y actitudes que en un determinado nivel necesitan ser alcanzados y los rezagos que genera la inasistencia, pues dificulta al profesorado dar continuidad al proceso de aprendizaje y llevar a cabo procesos de recuperación de aprendizajes, además de impactar en las demandas hacia las familias y la ampliación de apoyos que finalmente requieren sus hijos/s. Parece necesario relevar, comunicacionalmente, el retorno definitivo a la clase presencial y al convencimiento que el aprendizaje requiere de una acción sistemática, permanente y, por tanto, continua.
En cuanto a la gestión del profesorado, es urgente asegurar las condiciones de operación que permitan sortear las legítimas licencias médicas, de tal manera que el trabajo docente también disponga de continuidad y progresión, y no se vea interrumpido en su calidad, por la ausencia de profesores y las disímiles circunstancias en las que se resuelven tareas de reemplazo (que no siempre son posibles) y de cubrir algún curso en particular.
Finalmente, partiendo de la base, que siempre las crisis se perfilan como espacios de oportunidad la problemática de la inasistencia permite repensar una relación más bidireccional y, por cierto, dialógica familia – escuela, tendiente a la valoración de la escuela y su acción presencial como espacio de aprendizaje académico y social. Asimismo, un mayor reconocimiento y valoración por parte de las familias, respecto al imperativo de asegurar que cada hijo/hija no pierda días de clases pues ello condiciona las trayectorias de aprendizaje. La escuela es el espacio favorecedor del desarrollo de habilidades personales y sociales, en tanto promueve un ambiente de respeto y valoración de la diversidad; así como también impulsa la buena convivencia, y, en consecuencia, constituye un ámbito social de formación ciudadana.
La problemática que se experimenta, constituye una oportunidad para repensar la gestión educativa, implementando procesos de seguimiento y comunicación en sintonía con las familias, que favorezcan la asistencia, permanencia y progresión académica de niños, niñas y jóvenes, haciendo posible avanzar verdaderamente en calidad y equidad.


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