Libro interesante al menos por dos razones:

La primera, es que abarca un período que va desde el año 1881 al 2011, lo que permite una variada perspectiva. La segunda, es que la autora es una historiadora, que como tal muestra aspectos del acontecer nacional respecto a marchas de personas y grupos que solicitan respuestas a sentidas necesidades. Esto resulta positivo, debido a que quizás muchos ignoran la historia de Chile, y, quizás por ello, se desvaloriza lo que pudo haber costado tanto y que hoy pueden disfrutar nuevas generaciones.


Sin hacer comentarios de cada una de las marchas, cuyo contenido es la esencia del libro, en algunas conviene hacer varias reflexiones.

El índice es bastante atractivo, comenzando con el levantamiento mapuche en 1881, lo que podría llevar a leer si se quisiese, “La historia secreta mapuche”, de Pedro Cayuqueo.

En relación a la protesta llamada “Huelga de los arrendatarios” (1925), podría ayudarse de un trabajo de arquitectura de Carlos Soto Fritz, “Una realidad compleja de estrategias sobre urbanismo. AUCA y el Urbanismo Santiaguino, 1965-1985”, en que se complementa lo dicho por la historiadora. Las ciudades por lo general no estaban ni están diseñadas planificadamente, sino que en su gran mayoría se van construyendo en forma reactiva, generando uno y mil problemas. Otra protesta es sobre el transporte público 1949-1957, que posibilita referirse también a “Historia secreta del transantiago”, de Benedicto Castillo Irribarra. Otra es la primera protesta Lgbt (agrupación de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) cuyo contexto se podría complementar con “Ateos fuera del clóset”, de Claudio Bellolio, “Raro, una historia gay de Chile”, de Óscar Contardo o “Feminismo para principiantes” de Nuria Varela y Antonia Santolaya.

En conclusión, se reconoce el hecho de que las protestas no han sido algo extraordinario, sino hechos recurrentes en la historia de Chile y que además, las hay pacíficas y transgresoras, que los resultados de ellas son casi siempre impredecibles, a veces exitosas… otras deplorables o… definitivamente, trágicas. Con todo, hay que reconocer su validez de lo contrario ¡¡tal vez!! Las mujeres aún no tendrían derecho a voto.



¡Es mi palabra!

GASPAR DOYLE