Hoy
viernes 11 de julio del 2025
Opinión 03-06-2021
CUENTOS QUE PARECEN CUENTOS DON JAVIER Y EL DEPORTISTA

Camino hoy por las calles silentes de nuestra ciudad encantadora, tristes y pavimentadas de lágrimas con sus veredas mojadas; tal vez por la lluvia llorona que despide el otoño o quizás justificado llanto por los familiares, vecinos, amantes y amigos. Tímido y temeroso que en un nuevo amanecer no pueda verte.
A ti hermana, hija de mi madre. A ti esposa mía, nuera de mi padre. Tengo miedo ver cada día esas veredas y plaza vacía…sin ustedes que acusan tu existencia y la mía. Pero…
En un atardecer solitario y casi dormido, por lo callado y desabrido, calle Esperanza invitó a mis pasos caminar por ella. Llegué a la esquina de Eleuterio Ramírez, doblando hacia el sur donde recuerdos del pasado tropezaron con el presente. Una casa de ventanas gastadas y cristales muertos me escarbaron en la memoria quedando al descubierto aquellos años cuando la juventud me entregaba oportunidad para explotar la alegría, felicidad, bailes, comidas sin prohibición para recurrir a dietas y libertad para el amor educado.
En la oscuridad la linterna en manos de añoranza, iluminó aquel letrero mágico que, en las noches atraía como estrella mayor indicando “El Deportista”… En la pantalla de mis recuerdos se proyectó cuando entraba a la pieza de elegantes mesas que invitaban a ocuparlas. Llevé mis manos a los hombros de mi señora, no para abrazarla, sino que, para despojarla de su abrigo rosado que lucía más hermosos sus cabellos dorados como trigal maduro y sus ojos verdes como dos trozos de primavera, con una mirada risueña que prometía eternizar su ternura. Luego la silla retirada por mis manos dando lugar la ocupara Carmen Gloria.
En tanto estudia la carta menú, autorizado por la señora de don Javier, voy al jardín donde cojo una rosa blanca aromada, la cual posterior al beso, luce en la mesa con la sonrisa de amor de mi amada.
La música suave danza en el ambiente enamorado y el manjar en los platos alimentan el romance.
Pronto van llegando más clientes (jefes de servicios públicos, jueces y otras autoridades a completar aquellas mesas antes vacías). Decepción para aquellos que llegaban tarde.
Don Javier está en la cocina y allí recibe los halagos de los comensales. Algunos privilegiados llegábamos a su lugar de faena, donde sus manos y órdenes lograban maravillar la satisfacción de nuestros apetitos.
En algunas oportunidades el dueño de casa y gran maestro de cocina lucía su presencia en los comedores. Aplausos y sonrisas cariñosas. Orgullo de muchos quienes apretábamos su mano en noble y reconocido saludo.
En reuniones sociales nos jactábamos ser amigos de don Javier Muñoz.
En aquel atardecer oscuro que la noche sabe pintar y que mis pasos fueron dejando huellas por calle Eleuterio Ramírez… desperté regresando al presente desde el lugar que me atrapó en bellos recuerdos. A pocos metros y en otra puerta encontré a un señor sentado en un piso con un bastón ortopédico que lo acompañaba abrazado a la soledad y aquel silencio arrancado del abandono.
Me sonrió y le sonreí. Olvidando la pandemia y su protocolo, nos saludamos con un apretón de manos que omitía pronunciar palabras. La sensibilidad se escondió tras los prejuicios, empujando desde el interior unas lágrimas invisibles que mojaron mis ojos por dentro. Emoción contenida que se desató al verlo tan solo y dificultoso andar…
Era y es, el gran “Don Javier”. El dueño del que fuera famoso Bar Restaurante “EL DEPORTISTA”.
Un desagradable día con negro amanecer lo sorprendió con un tortuoso accidente vascular. Aquel sobrio caballero que en fiestas patrias y otras criollas, vestía de elegante y destacado traje de huaso. Erguido con sorprendente caminar despertaba admiración por quienes lo veían pasar.
Regresé con pasos lentos, pena y decepción a mi hogar…preguntándome si acaso los hombres viejos tenemos prohibido sentir lágrimas de angustia en una noche escondida sin estrellas, luceros ni luna.
Pateé una piedra suelta rellena de impotencia que se cruzó en mi camino al recordar que en el mundo hay muchos “Don Javier” que son ignorados por los amigables amigos por interés.
Seguí caminando en silencio y cantando muy bajito…”Que el mundo es una porquería, ya lo sé…”
Carlos Yáñez Olave
Escritor
Freddy Mora | Imprimir | 892