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El Diario del Maule Sur
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Opinión 25-07-2021
CUENTOS QUE PARECEN CUENTOS EL “RUCIO” Y EL VECINO JUAN


En invierno, cuando las nubes negras y grises disputan para acumular una masa de agua y luego dejarla caer en goterones ( como quién golpea una puerta pidiendo permiso para entrar), llega la lluvia, la cual obliga a cobijarnos.
Entonces tengo tiempo para sentarme ante la fiel Olivetti y el sonar de sus teclas despierta las aventuras vividas en verano u otras estaciones que marca el calendario y el tiempo. Memorizando, incluso el primer beso que encendió la llama del amor y pasión en nuestros labios, volviendo a brotar en cada instante que te recuerdo.
Pero ahora te sientas a mi lado en silencio recordando parte de un poema de Pablo Neruda…”me gustas cuando callas, pues pareces estar ausente…” Oportunidad para contar una aventura de costumbre actuales, donde lamentablemente las mascotas igualan al celular opacando el diálogo de sobremesa.
En uno de los tantos días llegó a casa la visita moderna, elegante y bella, que a pesar de sus jeans rotos en las rodillas, significante título profesional que le exigía cultura…
Mas, no venía sola. La acompañaba su amada, intocable, inteligente y disciplinada mascota.
La tarde se rindió cansada de los elogios entregados al “Rucio”.
Llegó la noche con su capa negra cubriendo incluso su ausente rostro. Las manos oscuras presionaron el botón de la luna para que encendiera la titilante luz de las estrellas, embelleciendo ese cielo de un despertar azulado.
En la terraza de mi casa , un felpudo ajeno revolcado un poco destrozado. Me dio vergüenza, pues es propiedad de los vecinos que deslindan al fondo de la nuestra.
Obviamente que les causó molestia. A mí también me incomodó, recordando a un nieto meno, que expresa: - ¡ no me es gracioso!..
Este hecho y otros desmanes, se produjo en posteriores visitas.
Convencidos estábamos que, creciendo el rebelde regalón anularía sus mañas. Fundamenta esto , cuando mi padre trajo a casa un pequeño cachorro fortachón y negro como los jugadores de Camerún, que en aquella época competían por vez primera en el mundial de fútbol. Por aquello, le bautizamos con ese nombre.
La anécdota que quedó grabada en la pantalla de mi memoria, cuando un maestro construía una despensa, él no toleraba al inquieto negrito y éste no lo ignoraba, por cuanto en un descuido estando agachado en su faena, le mordió el trasero, pero sin “hincarle el diente”,
Mi señora esposa le celebró la gracia del negro, a lo cual repliqué molesto: que Camerún era un estorbo en casa y no servía para nada…
Parece que me interpretó e intentó demostrar lo contrario a aquella opinión…
A los pocos días escuchamos golpes en la puerta de cocina . Salió mi señora, llamándome en el acto complacida y sonriente. Era Camerún, el cual sostenía una gallina agarrada por el cogote, dejándola caer a mis pies… Mas ahora, no es un cachorro negro, el que llega a casa a incomodar a los vecinos, sino que, un rubio robusto de afilados dientes y potente ladrido que hace temblar los frutos en los árboles y la incomunicación con las visitas, pues le temen por su estatura y apariencia de bravo.
Juan intentó amistad sin lograrlo. Recurrió a una varilla para ser respetado y así el “Rucio” le ladraba desde lejos. Continuaba con hurtos y jugarretas en el jardín. El vecino osadamente optó por desprenderse de su arma. Astuta decisión. A poco tiempo los dos se ignoraban. Su ama distanció visitas, pues iniciaba su labor profesional.
Y el tiempo no detuvo su andar. Otra visita del “Rucio” por el fin de semana, oportunidad que lo sorprendí semiescondido al fondo del sitio mirando al vecino Juan , quién en una mecedora leía el diario “El Heraldo”. Al verme se retiró del lugar con una mirada de inocente mascota. Pero, según mi imaginación … _ ¡ Quiero ser su amigo!
Al día siguiente regresó a su hogar, lejos de esta comuna.
La avecillas voladoras y de agradable trinar, entonaron una serenata bajando libres a comer las migas de pan que mi compañera cada mañana las dejaba caer en una amplia bandeja de cemento.
El vecino Juan me comentó: _ Sabes Arnoldo?.. Yo no le tengo mala al “Rucio” y jamás le haría daño. Todos piensan que tú y yo le maltratamos.
_ ¡ Sí, lo sé, es una de mis preocupaciones que me desvela. Le respondí agregando… Te noto con algo oculto que me quieres decir. Cuéntame!
_ Sucede que perdí el celular, pero no lo extraño porque es de aquellos antiguos y lo uso sólo para recibir y hacer llamadas.
Lo ayudé con fracaso en su búsqueda, más le gustó el sistema, haciendo lo mismo sin resultado positivo.
Pasaron aproximadamente tres días, en uno de ellos el invierno mostró su presencia con potente y abundante lluvia. Cesó ésta al amanecer.
Juan, temprano salió a caminar por el amplio sitio… de pronto escuchó el ladrido del “Rucio” como emanado de una tumba, era suave y lejano. Curiosamente algo lo atraía e imaginó que los ladridos salían de un pequeño objeto negro. Se acercó incrédulo y casi temeroso cuando descubrió que era su celular y en la pantalla se dibujaba la imagen del Rucio, la que se fue diluyendo poco a poco. Estupefacto, sorprendido y nervioso corrió para informar a su señora, quien simuló creerle su visión.
Yo no lo dudé y también le creí cuando le apareció dos veces.
Indudablemente deseaba reconciliación…


Carlos Yáñez Olave Escritor
Freddy Mora | Imprimir | 562