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sábado 05 de julio del 2025
Opinión 19-07-2022
CUENTOS QUE PARECEN CUENTOS La confesión
Carlos Yáñez Olave
Escritor
¡Padre, mi pecado es haber hecho el amor con una mujer de 70 años!
- ¿Entonces?
Sucede que de seguro usted como de costumbre, ordenará que rece tres Ave María y tres Padre Nuestro. Luego estaré perdonado, porque usted lo ordena.
No, yo no lo ordeno. Es el Señor quien así lo ha resuelto. Cuéntame con detalles que sucedió y entonces te daré la penitencia.
Es el hecho que, con ella fui compañero de colegio en una escuela rural y cuando teníamos aquella edad de adolecente, despertó en nosotros aquella atracción que se desató a mover sus labios para hablar, no la miré a sus ojos, sino que a su boca. Aquellos labios me parecieron un botón de rosa y los míos una abeja que quería absorber el néctar de aquellos. Fue una tarde de primavera, cuando los trigales maduros parecen que con las caricias del sol, se pintan de oro. Y sus cabellos teñidos del mismo color…me dieron ganas de abrazarla, estrechar su cintura y besarla. Tuve miedo que se enojara conmigo y no lo hice. Era suficiente contemplarla cada día y dialogar con ella…
- ¡Cuéntame, cuéntame y que más hicieron!… ¿Cuál es su nombre?
¡Déjeme continuar, pues padre!...Se llama María Alicia y es una dama muy católica. Ella estaba segura que Dios nos estaba mirando y nuestros pensamientos eran sabidos por él.
En aquella oportunidad, nuestros ojos penetraron su mirada profundamente y tanto que nuestros corazones encendieron una llamita de amor y atracción en nosotros. Pero me retuve con mucho esfuerzo y sólo quedó en ella y en mi, un deseo retenido con una llama ardiente…aquella noche en mi solitario dormitorio recordé e instante y…
-…Dime, dime ¿Qué hiciste?
En aquel tiempo consideré pecado y pedí perdón a Dios sin confesarme, creo que me perdonó.
Sucede que pasado tres días nuestro secreto interior no quiso seguir siéndolo y tomando sus manos, mirándola fijamente a sus bellos ojos de miel, le confesé que la amaba…la besé sintiendo su temblor y el calor de su boca…acaricié sus cabellos. Sentí sus manos acariciando mi espalda y entonces estreché su cintura. Nuestros cuerpos gritaron en silencio en deseo de adultos y nos separamos, mirándonos como pecadores.
- Interesante…cuéntame ¿Y después?
Aquella tarde le pedí pololeo, pero ella no quiso responder, tan solo que lo pensaría.
Nos citamos para encontrarnos en la iglesia al día siguiente y al aceptarme, el beso tuvo más calor… pero hicimos una promesa de amor. Jamás haríamos aquello que considerábamos pecado. Hasta descubrir que no lo era.
- Bueno y ¿Cuál es el pecado que ahora quieres confesarme?
Bueno padre, termino de contarle que estuvimos pololeando tres años respetando lo pactado. Ella tuvo que irse del país y solo cartas nos unieron, hasta que un día se quemaron las de ella, las cuales fueron consumidas en una fogata junto a un nuevo amor.
La juventud se fue y los años sacaron aquel pincel con pintura blanca para pintar nuestros cabellos, pero el olvido no quiso enterrarse, hasta hace poco cuando nos encontramos en la estación de Temuco. En ese instante nuestros rostros fueron los mismos del pasado. Así los descubrió su mirada y la mía. La invité a mi departamento y María Alicia lo aceptó encantada. Yo no lo creía cuando me dispuse a dormir en el sofá y ella me llamó a donde estaba tendida. Yo seguía siendo el tímido de antes, pero ella descubrió aquella incógnita del placer y yo la mía. Me convencí que amar no es pecado. Al contrario, el no hacerlo, sí que lo es.
- Y entonces ¿Cuál es el pecado?
Que yo no le dije, que estamos equivocados. No nos amamos y sí que lo estuvimos; pero de aquellos dos jóvenes del pasado.
Escritor
¡Padre, mi pecado es haber hecho el amor con una mujer de 70 años!
- ¿Entonces?
Sucede que de seguro usted como de costumbre, ordenará que rece tres Ave María y tres Padre Nuestro. Luego estaré perdonado, porque usted lo ordena.
No, yo no lo ordeno. Es el Señor quien así lo ha resuelto. Cuéntame con detalles que sucedió y entonces te daré la penitencia.
Es el hecho que, con ella fui compañero de colegio en una escuela rural y cuando teníamos aquella edad de adolecente, despertó en nosotros aquella atracción que se desató a mover sus labios para hablar, no la miré a sus ojos, sino que a su boca. Aquellos labios me parecieron un botón de rosa y los míos una abeja que quería absorber el néctar de aquellos. Fue una tarde de primavera, cuando los trigales maduros parecen que con las caricias del sol, se pintan de oro. Y sus cabellos teñidos del mismo color…me dieron ganas de abrazarla, estrechar su cintura y besarla. Tuve miedo que se enojara conmigo y no lo hice. Era suficiente contemplarla cada día y dialogar con ella…
- ¡Cuéntame, cuéntame y que más hicieron!… ¿Cuál es su nombre?
¡Déjeme continuar, pues padre!...Se llama María Alicia y es una dama muy católica. Ella estaba segura que Dios nos estaba mirando y nuestros pensamientos eran sabidos por él.
En aquella oportunidad, nuestros ojos penetraron su mirada profundamente y tanto que nuestros corazones encendieron una llamita de amor y atracción en nosotros. Pero me retuve con mucho esfuerzo y sólo quedó en ella y en mi, un deseo retenido con una llama ardiente…aquella noche en mi solitario dormitorio recordé e instante y…
-…Dime, dime ¿Qué hiciste?
En aquel tiempo consideré pecado y pedí perdón a Dios sin confesarme, creo que me perdonó.
Sucede que pasado tres días nuestro secreto interior no quiso seguir siéndolo y tomando sus manos, mirándola fijamente a sus bellos ojos de miel, le confesé que la amaba…la besé sintiendo su temblor y el calor de su boca…acaricié sus cabellos. Sentí sus manos acariciando mi espalda y entonces estreché su cintura. Nuestros cuerpos gritaron en silencio en deseo de adultos y nos separamos, mirándonos como pecadores.
- Interesante…cuéntame ¿Y después?
Aquella tarde le pedí pololeo, pero ella no quiso responder, tan solo que lo pensaría.
Nos citamos para encontrarnos en la iglesia al día siguiente y al aceptarme, el beso tuvo más calor… pero hicimos una promesa de amor. Jamás haríamos aquello que considerábamos pecado. Hasta descubrir que no lo era.
- Bueno y ¿Cuál es el pecado que ahora quieres confesarme?
Bueno padre, termino de contarle que estuvimos pololeando tres años respetando lo pactado. Ella tuvo que irse del país y solo cartas nos unieron, hasta que un día se quemaron las de ella, las cuales fueron consumidas en una fogata junto a un nuevo amor.
La juventud se fue y los años sacaron aquel pincel con pintura blanca para pintar nuestros cabellos, pero el olvido no quiso enterrarse, hasta hace poco cuando nos encontramos en la estación de Temuco. En ese instante nuestros rostros fueron los mismos del pasado. Así los descubrió su mirada y la mía. La invité a mi departamento y María Alicia lo aceptó encantada. Yo no lo creía cuando me dispuse a dormir en el sofá y ella me llamó a donde estaba tendida. Yo seguía siendo el tímido de antes, pero ella descubrió aquella incógnita del placer y yo la mía. Me convencí que amar no es pecado. Al contrario, el no hacerlo, sí que lo es.
- Y entonces ¿Cuál es el pecado?
Que yo no le dije, que estamos equivocados. No nos amamos y sí que lo estuvimos; pero de aquellos dos jóvenes del pasado.
Freddy Mora | Imprimir | 666