Hoy
miércoles 09 de julio del 2025
Opinión 17-08-2022
CUENTOS QUE PARECEN CUENTOS No es un pecado y menos un delito
Carlos Yañez Olave
Escritor
El día siete de Agosto amanecí con curioso resfriado.
La noche gozaba jugando con las estrellas y la luna coqueteando con los luceros de la Cordillera y la Costa, sentí el pecho presionado y las vías respiratorias obstaculizadas, como cuando hay tomas en los caminos y se arman barricadas con neumáticos encendidos para frenar el flujo de vehículos. Deseos tuve de rascarme los ojos, puesto que me picaban. Una tos, al igual que un reloj despertador, interrumpía mi sueño y pensamientos.
- ¡No te equivocas! ¡También soñaba contigo!... ¡Ahora no te lo cuento, podría leerlo un niño!
Dificultoso respirar, con huesos adoloridos. La siquis se adhirió a los desvelos y con su exageración malvada y traicionera bañó mi conciencia, con el complejo del Covid.
Por lo tanto, llegando el amanecer con asomo cansado y flojo, investigue los ojos de la señora que en uno de sus dedos lleva una argolla de oro con mi nombre.
Constaté que estaba despierta y le confesé mi estado. Tomó su celular y pronto me leyó los síntomas del virus.
El lunes ocho de este mes dedicado a los gatos enamorados, para que jueguen al amor sobre el tejado y a nosotros los viejos, la superstición de indicarnos nuestra retirada… Llegué a aquella plaza que, es una de las más hermosas, porque allí recibiste tu primer beso y las flores en su ovación emocionada, agitaron sus hermosos pétalos liberando ese aroma, que en tus labios sigue eterno.
Por los senderos rodeados de plantas bañadas por el rocío de invierno, llegué al antiguo edificio de la Gobernación. En uno de sus espacios se ejecutaba el PCR. Damas y varones la activaban… Si la plaza es bella y encantadora, allí descubrí que la atención la superaba.
En la vereda ordenadamente había una fila con aproximadamente veinticinco personas. Me sume a ellas, y muy pronto, yo no era el último.
Antiguamente se leía el diario, mientras se esperaba atención. Ahora lo reemplaza peligrosamente el celular. Uno se distrae y … un hijo de mala cuna se lo arrebata. No les importa la calidad. Es solo para practicar.
Estaba dispuesto a esperar sin inmutarme. Estoy acostumbrado a escribir en mi memoria (como loco que no hace daño) aventuras que parecen cuentos. Por lo mismo me concentro tanto, que estoy mirando sin ver y el saludo queda ausente.
- ¡pase, por favor! Señaló una dama educada y sin temor al contagio, pidiendo entrara y allí descubrí aquella solidaridad relatada y la rivalidad con el encanto de la plaza.
Damas y varones desde temprano atendiendo sonrientes a gran cantidad de público. Generosos, respetuosos, rostro amable y notoria energía de buena voluntad (ellas y ellos). Tengo por costumbre pluralizar los géneros… ellos: todos los seres humanos; los vecinos; los que vivan a mi alrededor. Todos los géneros. Linarenses, al igual; las, los y les.
Para la práctica del PCR, constaté que inteligentemente se apela a hacerlo con sabia psicología.
La pajita (así llamo al material que usan para cosquillear una de las fosas nasales), en tanto ofrecen ayuda para acomodar la mascarilla, comunican suavemente que no produce dolor. El paciente mentalmente ordena una consulta, cuando de pronto - ¡ya estamos listos ¡
Se espera un momento en suspenso. Gentilmente se me ofrece una silla al lado de escritorio donde una dama atiende los resultados positivos, lo que me fue comunicado.
Sentado viendo como desfilaba la gente para ser atendidos, respetando la distancia correspondiente. Me imaginé un condenado esperando su sentencia. Para mayor imaginación tétrica llegan a controlarse unos soldados… me recordó el año 1973.
Luego imaginé llegando a casa los vecinos cerrarían sus puertas, ventanas, cortinas y persianas, para que ni siquiera les saludara, por temor al contagio. Tal vez, los amigos eliminarían los contactos en sus celulares. Algunos pasarían por la vereda del frente.
Ahora estoy incomunicado por algunos días en casa recordando que hay muchos considerando que tener COVID es un pecado o un delito. Al contrario, callarlo lo es. Porque inocentemente un amigo o vecino lo abraza y extiende la mano, llegando contagiado a su hogar.
Yo no lo escondo y tanto, que en la ventana de mi dormitorio puse un aviso advirtiendo el peligro.
Exageradamente una mujer que me ama, pidió rezos por mi salvación. Llegaron todos ellos, menos una corona.
Insisto… TENER COVID, NO ES PECADO NI ES DELITO.
Al contrario el ocultarlo, es un crimen.
Escritor
El día siete de Agosto amanecí con curioso resfriado.
La noche gozaba jugando con las estrellas y la luna coqueteando con los luceros de la Cordillera y la Costa, sentí el pecho presionado y las vías respiratorias obstaculizadas, como cuando hay tomas en los caminos y se arman barricadas con neumáticos encendidos para frenar el flujo de vehículos. Deseos tuve de rascarme los ojos, puesto que me picaban. Una tos, al igual que un reloj despertador, interrumpía mi sueño y pensamientos.
- ¡No te equivocas! ¡También soñaba contigo!... ¡Ahora no te lo cuento, podría leerlo un niño!
Dificultoso respirar, con huesos adoloridos. La siquis se adhirió a los desvelos y con su exageración malvada y traicionera bañó mi conciencia, con el complejo del Covid.
Por lo tanto, llegando el amanecer con asomo cansado y flojo, investigue los ojos de la señora que en uno de sus dedos lleva una argolla de oro con mi nombre.
Constaté que estaba despierta y le confesé mi estado. Tomó su celular y pronto me leyó los síntomas del virus.
El lunes ocho de este mes dedicado a los gatos enamorados, para que jueguen al amor sobre el tejado y a nosotros los viejos, la superstición de indicarnos nuestra retirada… Llegué a aquella plaza que, es una de las más hermosas, porque allí recibiste tu primer beso y las flores en su ovación emocionada, agitaron sus hermosos pétalos liberando ese aroma, que en tus labios sigue eterno.
Por los senderos rodeados de plantas bañadas por el rocío de invierno, llegué al antiguo edificio de la Gobernación. En uno de sus espacios se ejecutaba el PCR. Damas y varones la activaban… Si la plaza es bella y encantadora, allí descubrí que la atención la superaba.
En la vereda ordenadamente había una fila con aproximadamente veinticinco personas. Me sume a ellas, y muy pronto, yo no era el último.
Antiguamente se leía el diario, mientras se esperaba atención. Ahora lo reemplaza peligrosamente el celular. Uno se distrae y … un hijo de mala cuna se lo arrebata. No les importa la calidad. Es solo para practicar.
Estaba dispuesto a esperar sin inmutarme. Estoy acostumbrado a escribir en mi memoria (como loco que no hace daño) aventuras que parecen cuentos. Por lo mismo me concentro tanto, que estoy mirando sin ver y el saludo queda ausente.
- ¡pase, por favor! Señaló una dama educada y sin temor al contagio, pidiendo entrara y allí descubrí aquella solidaridad relatada y la rivalidad con el encanto de la plaza.
Damas y varones desde temprano atendiendo sonrientes a gran cantidad de público. Generosos, respetuosos, rostro amable y notoria energía de buena voluntad (ellas y ellos). Tengo por costumbre pluralizar los géneros… ellos: todos los seres humanos; los vecinos; los que vivan a mi alrededor. Todos los géneros. Linarenses, al igual; las, los y les.
Para la práctica del PCR, constaté que inteligentemente se apela a hacerlo con sabia psicología.
La pajita (así llamo al material que usan para cosquillear una de las fosas nasales), en tanto ofrecen ayuda para acomodar la mascarilla, comunican suavemente que no produce dolor. El paciente mentalmente ordena una consulta, cuando de pronto - ¡ya estamos listos ¡
Se espera un momento en suspenso. Gentilmente se me ofrece una silla al lado de escritorio donde una dama atiende los resultados positivos, lo que me fue comunicado.
Sentado viendo como desfilaba la gente para ser atendidos, respetando la distancia correspondiente. Me imaginé un condenado esperando su sentencia. Para mayor imaginación tétrica llegan a controlarse unos soldados… me recordó el año 1973.
Luego imaginé llegando a casa los vecinos cerrarían sus puertas, ventanas, cortinas y persianas, para que ni siquiera les saludara, por temor al contagio. Tal vez, los amigos eliminarían los contactos en sus celulares. Algunos pasarían por la vereda del frente.
Ahora estoy incomunicado por algunos días en casa recordando que hay muchos considerando que tener COVID es un pecado o un delito. Al contrario, callarlo lo es. Porque inocentemente un amigo o vecino lo abraza y extiende la mano, llegando contagiado a su hogar.
Yo no lo escondo y tanto, que en la ventana de mi dormitorio puse un aviso advirtiendo el peligro.
Exageradamente una mujer que me ama, pidió rezos por mi salvación. Llegaron todos ellos, menos una corona.
Insisto… TENER COVID, NO ES PECADO NI ES DELITO.
Al contrario el ocultarlo, es un crimen.
Freddy Mora | Imprimir | 529