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sábado 05 de julio del 2025
Opinión 30-01-2022
El Rechazo del Profeta

En la Sinagoga de Nazaret Jesús, entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?».
Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán: "Médico, cúrate a ti mismo". Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm».
Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio».
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. (Lc 4, 21-30)
La resistencia y el rechazo de la comunidad de Nazaret:
la proclamación mesiánica y programática de Jesús no es bien recibida en la sinagoga de la aldea que vio crecer a Jesús; la traducción habitual para el uso pastoral de este pasaje nos suele inducir a la sensación de una incongruencia, si, en vez de dividir la perícopa en dos partes, la leemos completa, hasta el momento en que, en el v 30, Jesús pasando en medio de la muchedumbre enfurecida, que ha decidido despeñarlo, se aleja de su aldea.
Se suele traducir de manera positiva el v. 22 que relata la reacción de los vecinos de Nazaret, cuando relata que daban testimonio a favor de Jesús (emartürun) y se admiraban (etháumazon), dado que la referencia son las “palabras de gracia” (logoi tes kharitos) que salían de su boca.
Si hacemos, no obstante, una lectura que se haga cargo de la perícopa entera, el pasaje que va a explicitar el contexto y contenido del logion acerca de rechazo patrio del profeta (v 24), va a señalar ya el comienzo de la incomodidad y de la incomprensión que las palabras y acciones de Jesús van a producir entre los que esperaban un mesianismo reivindicatorio del puesto de Israel ante las naciones: no es éste -el hijo del carpintero de la aldea- un mesías que oponer ante la opresión romana.
El verbo martüreo, (que comparte su raíz con el sustantivo Martüs, vocablo que conocemos bien a partir de su traducción: Mártir, con la que reconocemos a los miles de cristianos que a lo largo de la historia, desde las persecuciones del Imperio Romano, y hasta nuestros días, dieron la vida para anunciar su fe en Jesús resucitado) no implica solo ni necesariamente un buen testimonio, también puede aludir al testimonio mal intencionado, a aquellas palabras hirientes o llenas de desconfianza con que las sociedades cerradas impiden la movilidad social, impiden que quienes han sido condenados a mantenerse en la base de las estructuras piramidales puedan subir los peldaños que los podría hacer atreverse a alcanzar la cima, allí donde se respira el poder.
Por otra parte, también el verbo thaumazo admite una otra lectura, no solo se refiere al gesto positivo de admiración, sino también puede aludir al estupor, al espanto, e incluso al escándalo, de las “buenas conciencias” que suelen cerrar filas frente a la novedad que las viene a interpelar, que las viene a incomodar, que viene a cuestionar sus privilegios.
Lo mismo ocurre con los Logoi tes kharitos, las “Palabras de gracia”; que el Evangelista califique de esta manera la lectura y la declaración de Jesús, alude al origen de las mismas en boca de Jesús: es la Unción del Espíritu la que se manifiesta por sus labios, son, asimismo, palabras inspiradas por el Espíritu al autor sagrado, los versículos de Isaías que acaba de recitar; lo que no implica necesariamente que estas palabras les hayan parecido gratas a los que las escucharon, o que su acogida haya sido igualmente graciosa.
Sucede así con las palabras de los profetas, -y de esto hay testimonio abundante en la historia de Israel- no siempre salieron desde la boca de estos hombres inspirados por Dios, palabras halagüeñas, entusiasmados encomios para quienes detentaban, hacían usufructo y abusaban del poder; al contrario, el profeta alzaba la voz para interpelar, para amonestar y denunciar; ciertamente cuando se alzaba un profeta en medio de su aldea, la sensación de tensión ante la inminencia de tener que escuchar incómodas verdades comenzaba a crecer.
Parecen ser estos sentimientos los que intenta denunciar Lucas en este pasaje temprano del Evangelio, tal que presenta simbólica y sintéticamente el desarrollo ulterior del relato entero, del mismo modo como el programa de Jesús se anuncia en la apropiación e identificación de Jesús con las palabras de Isaías.
Así como el plan de navegación del Evangelio se expone en la primera parte del pasaje que narra el anuncio en Nazaret, en forma de un doloroso contrapunto, la indignada reacción de los vecinos de la aldea prefigura el resultado de la aventura mesiánica dentro de las fronteras del Israel.
Este rechazo experimentado por Jesús de parte de aquellos que lo habían conocido desde su niñez, podría haber sido considerado un obstáculo insalvable de parte del Señor, sin embargo, se convertirá en oportunidad y estímulo, abriéndose paso por entre la muchedumbre de sus vecinos, cuya obcecación no será suficiente para detener su ímpetu profético, habrá de salir de allí para iniciar su avance por los distintos poblados de pobres a lo largo y ancho de Galilea, (no habrá de entrar, según los sinópticos, a las ciudades importantes de la región, ni a la orgullosa Séforis, ni a la pagana Tiberíades), para continuar hasta Jerusalén donde, experimentado el rechazo definitivo del pueblo que debía de haber estado en vigilante espera, se producirá el envío de los Apóstoles para que la buena noticia del Dios que viene a liberar y llenar de júbilo a los pobres de la tierra pudiera diseminarse, más allá de las fronteras del judaísmo, entre los excluidos del mundo entero.
Raúl Moris G. Pbro.
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?».
Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán: "Médico, cúrate a ti mismo". Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm».
Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio».
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. (Lc 4, 21-30)
La resistencia y el rechazo de la comunidad de Nazaret:
la proclamación mesiánica y programática de Jesús no es bien recibida en la sinagoga de la aldea que vio crecer a Jesús; la traducción habitual para el uso pastoral de este pasaje nos suele inducir a la sensación de una incongruencia, si, en vez de dividir la perícopa en dos partes, la leemos completa, hasta el momento en que, en el v 30, Jesús pasando en medio de la muchedumbre enfurecida, que ha decidido despeñarlo, se aleja de su aldea.
Se suele traducir de manera positiva el v. 22 que relata la reacción de los vecinos de Nazaret, cuando relata que daban testimonio a favor de Jesús (emartürun) y se admiraban (etháumazon), dado que la referencia son las “palabras de gracia” (logoi tes kharitos) que salían de su boca.
Si hacemos, no obstante, una lectura que se haga cargo de la perícopa entera, el pasaje que va a explicitar el contexto y contenido del logion acerca de rechazo patrio del profeta (v 24), va a señalar ya el comienzo de la incomodidad y de la incomprensión que las palabras y acciones de Jesús van a producir entre los que esperaban un mesianismo reivindicatorio del puesto de Israel ante las naciones: no es éste -el hijo del carpintero de la aldea- un mesías que oponer ante la opresión romana.
El verbo martüreo, (que comparte su raíz con el sustantivo Martüs, vocablo que conocemos bien a partir de su traducción: Mártir, con la que reconocemos a los miles de cristianos que a lo largo de la historia, desde las persecuciones del Imperio Romano, y hasta nuestros días, dieron la vida para anunciar su fe en Jesús resucitado) no implica solo ni necesariamente un buen testimonio, también puede aludir al testimonio mal intencionado, a aquellas palabras hirientes o llenas de desconfianza con que las sociedades cerradas impiden la movilidad social, impiden que quienes han sido condenados a mantenerse en la base de las estructuras piramidales puedan subir los peldaños que los podría hacer atreverse a alcanzar la cima, allí donde se respira el poder.
Por otra parte, también el verbo thaumazo admite una otra lectura, no solo se refiere al gesto positivo de admiración, sino también puede aludir al estupor, al espanto, e incluso al escándalo, de las “buenas conciencias” que suelen cerrar filas frente a la novedad que las viene a interpelar, que las viene a incomodar, que viene a cuestionar sus privilegios.
Lo mismo ocurre con los Logoi tes kharitos, las “Palabras de gracia”; que el Evangelista califique de esta manera la lectura y la declaración de Jesús, alude al origen de las mismas en boca de Jesús: es la Unción del Espíritu la que se manifiesta por sus labios, son, asimismo, palabras inspiradas por el Espíritu al autor sagrado, los versículos de Isaías que acaba de recitar; lo que no implica necesariamente que estas palabras les hayan parecido gratas a los que las escucharon, o que su acogida haya sido igualmente graciosa.
Sucede así con las palabras de los profetas, -y de esto hay testimonio abundante en la historia de Israel- no siempre salieron desde la boca de estos hombres inspirados por Dios, palabras halagüeñas, entusiasmados encomios para quienes detentaban, hacían usufructo y abusaban del poder; al contrario, el profeta alzaba la voz para interpelar, para amonestar y denunciar; ciertamente cuando se alzaba un profeta en medio de su aldea, la sensación de tensión ante la inminencia de tener que escuchar incómodas verdades comenzaba a crecer.
Parecen ser estos sentimientos los que intenta denunciar Lucas en este pasaje temprano del Evangelio, tal que presenta simbólica y sintéticamente el desarrollo ulterior del relato entero, del mismo modo como el programa de Jesús se anuncia en la apropiación e identificación de Jesús con las palabras de Isaías.
Así como el plan de navegación del Evangelio se expone en la primera parte del pasaje que narra el anuncio en Nazaret, en forma de un doloroso contrapunto, la indignada reacción de los vecinos de la aldea prefigura el resultado de la aventura mesiánica dentro de las fronteras del Israel.
Este rechazo experimentado por Jesús de parte de aquellos que lo habían conocido desde su niñez, podría haber sido considerado un obstáculo insalvable de parte del Señor, sin embargo, se convertirá en oportunidad y estímulo, abriéndose paso por entre la muchedumbre de sus vecinos, cuya obcecación no será suficiente para detener su ímpetu profético, habrá de salir de allí para iniciar su avance por los distintos poblados de pobres a lo largo y ancho de Galilea, (no habrá de entrar, según los sinópticos, a las ciudades importantes de la región, ni a la orgullosa Séforis, ni a la pagana Tiberíades), para continuar hasta Jerusalén donde, experimentado el rechazo definitivo del pueblo que debía de haber estado en vigilante espera, se producirá el envío de los Apóstoles para que la buena noticia del Dios que viene a liberar y llenar de júbilo a los pobres de la tierra pudiera diseminarse, más allá de las fronteras del judaísmo, entre los excluidos del mundo entero.
Raúl Moris G. Pbro.
Freddy Mora | Imprimir | 1098