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sábado 05 de julio del 2025
Crónica 14-07-2022
Javier Agüero, UCM: “Se apruebe o se rechace, en Chile comenzó un proceso que no se detiene”

- El director del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule comparte en entrevista su análisis sobre el trascendental momento que vive el país y que se decidirá el próximo 4 de septiembre en las urnas.
- ¿Cuál es el análisis que nos puedes compartir ya conocido el texto constitucional que se votará el 4 de septiembre?
En principio, por supuesto, decir que se trata de un proceso y un texto inéditos. En este sentido y por decirlo de un modo más sintético, el texto y su contexto son excepcionales. Recordemos que la Constitución de 1833 fue una Constitución que es el resultado de una Guerra civil en donde lo que se produjo fue una fuerte restauración conservadora, en la que la presencia de los militares fue absolutamente determinante. La Constitución de 1925, por su parte, obedece, primero, a un Golpe de Estado que implica el exilio de Alessandri y, a los meses, a otro Golpe de Estado que lo trae de vuelta. Nuevamente, todo bajo la atenta pupila militar. La del 80… ni hablar, no hay nada que decir más que se trata de una Constitución sin entraña social, vacía de toda legitimidad y, más aún, impuesta al ritmo de tanques.
Es en esta línea que este texto, “el texto”, la importancia de lo que contiene, pero, sobre todo el proceso que lo sostiene, es sin parámetro. Un pueblo soberano, que escoge a su gente y redacta su propio destino, a mi modo de ver, es algo increíble que no puede dejarse a la intemperie para que discursos reaccionarios y, nuevamente, deslegitamantes, se coordinen para sabotearlo.
Es bien increíble ver cómo las élites tradicionales y lo que –técnicamente– podemos llamar oligarquía, reacciona de cara a una potencial sustracción de sus privilegios. Se puede decir lo que quiera de esta propuesta constitucional, pero nadie puede negar que es la única legítima en toda la historia de Chile.
- ¿Cómo calificas lo que conociste del trabajo que realizó la Convención Constitucional?
Es un derivado de lo anterior, un proceso inédito que nos obligó a enfrentarnos a un escenario político que desconocíamos, muy alejado de la cultura tradicional en donde las grandes decisiones y los grandes poderes estaban en las manos de élites específicas. En Chile nos enseñaron que la democracia se trataba de consensos, de llegar, como fuera y barriendo con cualquier indicación ética, a ese punto neutro en donde la política misma desaparecía. En la Convención vimos otra cultura; una que desactivaba la tradición. Me refiero a la de los antagonismos, a la de revelar argumentos realmente disímiles, y en esta perspectiva creo que fue un momento profundamente democrático, caótico como todo descubrimiento, pero democrático en el fondo y no en la epidermis de una política secuestrada por los grandes poderes.
No diré que no hubo errores, sería una miopía al límite de lo absurdo. Tampoco se puede defender, por ejemplo, que la “Lista del pueblo” era el pueblo (al menos si así fuera yo no me considero parte de ese pueblo) o que las puñaladas de lado y lado –metafóricamente por supuesto– no se desataron, pero, al final del día y quiero creerlo, la Convención dio cuenta de un momento virtuoso. La historia juzgará, como siempre y en toda sociedad que vive un movimiento de placas tan profundo.
Para mí y considerando toda nuestra historia anterior, pero hablo de la historia entera de Chile, se trató de un tramo emocionante: paritario, con participación real de los pueblos originarios, de profunda vocación ecológica y al interior del cual el principio, casi “revolucionario” a esta altura –tomemos esta palabra en su justa medida y pensando en Chile, país donde se creó un “oasis” para que el Estado subsidiario y el neoliberalismo se desataran salvajemente y sin parámetro mundial–, de los derechos sociales, ganaron un enorme terreno.
Se apruebe o se rechace, en Chile comenzó un proceso que no se detiene, irreversible, y en el que las y los invisibles de siempre pudieron estar donde nunca habían estado y decidir ahí donde siempre habían sido excluidos y desintegrados.
- ¿Cuál es tu visión sobre las noticias falsas que se pueden leer cada día en relación a este proceso?
Eso no es propio de Chile. Es una práctica política más vieja que la ventosa y ha estado presente en los grupos humanos desde que la política ha sido el agente regulador de los conflictos sociales, culturales, de la guerra. Es una manera de pretender desestabilizar al adversario sin mover a los ejércitos. Lo nuevo, al día de hoy, es el impacto de las redes sociales al respecto, esto es lo que transforma a la F.N. en armas mortales si no son filtradas pero que, al final, se devuelven a quienes las emiten. Kast (el tío) perdió una elección presidencial por quedar permanentemente en evidencia por mentiroso. Kast (el sobrino) es otro que bien baila. Ahora, esto no es patrimonio únicamente de la derecha, pero sin duda es una herramienta que utilizan más y le sale más natural.
- Ad portas de la elección del 4 de septiembre ¿Son las encuestas instrumentos fidedignos para predecir lo que ocurrirá en la votación de salida del texto constitucional chileno?
Yo pienso que no. Creo en el trabajo de las ciencias sociales que se despliega transversalmente en un margen de tiempo mínimamente ponderado para formarse una opinión. Las encuestas de las empresas de opinión del momento, en primer lugar, son siempre retrospectivas y van desfasadas. Los procesos sociales son infinitamente más complejos, heterogéneos y profundos como para poder ser capturados por un par de miles de llamadas telefónicas.
La madeja cultural y política que se teje actualmente en Chile es tan compleja que se mueve a nivel de subjetividades colectivas que difícilmente podrían ser capturadas por una fotografía. Hay que ver más allá de lo evidente, o al menos intentarlo, solo así nos daremos cuenta de que estamos en un momento de una gran indeterminación.
Chile se juega su historia en esto, su dignidad, esperemos estar a la altura y que no nos inmovilicen las trampas, los falsos profetas ni los blufeos. Tengo fe.
- ¿Cuál es el análisis que nos puedes compartir ya conocido el texto constitucional que se votará el 4 de septiembre?
En principio, por supuesto, decir que se trata de un proceso y un texto inéditos. En este sentido y por decirlo de un modo más sintético, el texto y su contexto son excepcionales. Recordemos que la Constitución de 1833 fue una Constitución que es el resultado de una Guerra civil en donde lo que se produjo fue una fuerte restauración conservadora, en la que la presencia de los militares fue absolutamente determinante. La Constitución de 1925, por su parte, obedece, primero, a un Golpe de Estado que implica el exilio de Alessandri y, a los meses, a otro Golpe de Estado que lo trae de vuelta. Nuevamente, todo bajo la atenta pupila militar. La del 80… ni hablar, no hay nada que decir más que se trata de una Constitución sin entraña social, vacía de toda legitimidad y, más aún, impuesta al ritmo de tanques.
Es en esta línea que este texto, “el texto”, la importancia de lo que contiene, pero, sobre todo el proceso que lo sostiene, es sin parámetro. Un pueblo soberano, que escoge a su gente y redacta su propio destino, a mi modo de ver, es algo increíble que no puede dejarse a la intemperie para que discursos reaccionarios y, nuevamente, deslegitamantes, se coordinen para sabotearlo.
Es bien increíble ver cómo las élites tradicionales y lo que –técnicamente– podemos llamar oligarquía, reacciona de cara a una potencial sustracción de sus privilegios. Se puede decir lo que quiera de esta propuesta constitucional, pero nadie puede negar que es la única legítima en toda la historia de Chile.
- ¿Cómo calificas lo que conociste del trabajo que realizó la Convención Constitucional?
Es un derivado de lo anterior, un proceso inédito que nos obligó a enfrentarnos a un escenario político que desconocíamos, muy alejado de la cultura tradicional en donde las grandes decisiones y los grandes poderes estaban en las manos de élites específicas. En Chile nos enseñaron que la democracia se trataba de consensos, de llegar, como fuera y barriendo con cualquier indicación ética, a ese punto neutro en donde la política misma desaparecía. En la Convención vimos otra cultura; una que desactivaba la tradición. Me refiero a la de los antagonismos, a la de revelar argumentos realmente disímiles, y en esta perspectiva creo que fue un momento profundamente democrático, caótico como todo descubrimiento, pero democrático en el fondo y no en la epidermis de una política secuestrada por los grandes poderes.
No diré que no hubo errores, sería una miopía al límite de lo absurdo. Tampoco se puede defender, por ejemplo, que la “Lista del pueblo” era el pueblo (al menos si así fuera yo no me considero parte de ese pueblo) o que las puñaladas de lado y lado –metafóricamente por supuesto– no se desataron, pero, al final del día y quiero creerlo, la Convención dio cuenta de un momento virtuoso. La historia juzgará, como siempre y en toda sociedad que vive un movimiento de placas tan profundo.
Para mí y considerando toda nuestra historia anterior, pero hablo de la historia entera de Chile, se trató de un tramo emocionante: paritario, con participación real de los pueblos originarios, de profunda vocación ecológica y al interior del cual el principio, casi “revolucionario” a esta altura –tomemos esta palabra en su justa medida y pensando en Chile, país donde se creó un “oasis” para que el Estado subsidiario y el neoliberalismo se desataran salvajemente y sin parámetro mundial–, de los derechos sociales, ganaron un enorme terreno.
Se apruebe o se rechace, en Chile comenzó un proceso que no se detiene, irreversible, y en el que las y los invisibles de siempre pudieron estar donde nunca habían estado y decidir ahí donde siempre habían sido excluidos y desintegrados.
- ¿Cuál es tu visión sobre las noticias falsas que se pueden leer cada día en relación a este proceso?
Eso no es propio de Chile. Es una práctica política más vieja que la ventosa y ha estado presente en los grupos humanos desde que la política ha sido el agente regulador de los conflictos sociales, culturales, de la guerra. Es una manera de pretender desestabilizar al adversario sin mover a los ejércitos. Lo nuevo, al día de hoy, es el impacto de las redes sociales al respecto, esto es lo que transforma a la F.N. en armas mortales si no son filtradas pero que, al final, se devuelven a quienes las emiten. Kast (el tío) perdió una elección presidencial por quedar permanentemente en evidencia por mentiroso. Kast (el sobrino) es otro que bien baila. Ahora, esto no es patrimonio únicamente de la derecha, pero sin duda es una herramienta que utilizan más y le sale más natural.
- Ad portas de la elección del 4 de septiembre ¿Son las encuestas instrumentos fidedignos para predecir lo que ocurrirá en la votación de salida del texto constitucional chileno?
Yo pienso que no. Creo en el trabajo de las ciencias sociales que se despliega transversalmente en un margen de tiempo mínimamente ponderado para formarse una opinión. Las encuestas de las empresas de opinión del momento, en primer lugar, son siempre retrospectivas y van desfasadas. Los procesos sociales son infinitamente más complejos, heterogéneos y profundos como para poder ser capturados por un par de miles de llamadas telefónicas.
La madeja cultural y política que se teje actualmente en Chile es tan compleja que se mueve a nivel de subjetividades colectivas que difícilmente podrían ser capturadas por una fotografía. Hay que ver más allá de lo evidente, o al menos intentarlo, solo así nos daremos cuenta de que estamos en un momento de una gran indeterminación.
Chile se juega su historia en esto, su dignidad, esperemos estar a la altura y que no nos inmovilicen las trampas, los falsos profetas ni los blufeos. Tengo fe.
Freddy Mora | Imprimir | 659
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