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lunes 30 de junio del 2025
Opinión 29-06-2021
LA BASILICA DEL CORAZÓN DE MARIA


Las autoridades regionales han anunciado una muy buena noticia que, por su significado y trascendencia, puede considerarse como un bálsamo tibio en estos fríos, duros e inciertos días de invierno: pronto se iniciarán los trabajos de restauración de la Basílica del Corazón de María, símbolo - ¡por más de un siglo! - del Patrimonio Cultural de nuestra ciudad de Linares.
Este templo religioso fue declarado Monumento Nacional de Chile - con todo lo que ello significa - el año 1995, al cumplirse los ¡noventa años! de su solemne inauguración.
Su primer origen y su historia ilustran unas de las páginas más hermosas de la gran Historia de Linares (aquella que, a pesar de ser tan importante y motivo de orgullo, tan poco conoce una mayoría de los linarenses… seguramente, diremos, por culpa de nosotros los mayores que, con raras excepciones, nunca supimos transmitir a nuestras generaciones jóvenes los enormes valores y tradiciones de nuestra sociedad).
Este edificio religioso resume con armonía dos estilos arquitectónicos distintos: el románico y el gótico. Ambos se representan en las figuras ojivales de su estructura y decoración. Se ha escrito que, de alguna forma, se advierten en ella “evidentes guiños a las formas arquitectónicas del siglo XIII europeo”. Con 70 metros de longitud y algo menos de 30 metros de anchura, su superficie se divide en tres áreas o naves interiores: la central, que es la de mayor importancia y dos laterales. Las tres concluyen en finos altares (uno mayor y dos menores) de mármol, jaspe y ónice, que fueron importados desde Europa. El Altar Mayor se adorna especialmente con incrustaciones de bronce con chapa superficial de oro (dorados a fuego).
Por sus grandes ventanales superiores ingresa la luz natural a través de vitrales de excelente factura que, en su parte inferior, recuerdan los nombres de distintas familias linarenses que sufragaron con generosidad su importe.
“Destaca por su esplendor el Camarín de la Virgen, espacio elíptico de 15 metros de altura que alberga una imagen del Corazón de María, elaborada en Barcelona” , España, y que llegó a Linares en 1903.
En su frontis, se erigen dos torres gemelas que alcanzan 36 metros de altura, y que en su momento inaugural, cuando la ciudad de Linares tenía no más de 10.000 habitantes, “significaron el mayor hito arquitectónico de la zona”.
Su edificación tomó ¡once años! de arduos y persistentes trabajos de manos de maestros linarenses, en una época en que los medios y herramientas de construcción eran todos artesanales, incomparables con los que se conoce actualmente. Nada de grúas, retroexcavadoras, sierras eléctricas ni grandes depósitos de hormigón móviles, podían siquiera imaginarse al entonces. Todo era mano de obra, serruchos, martillos, planas, picotas y cuando más carretillas. Espaldas curtidas de fuertes hombres que con ochenta o más kilos sobre sus hombros corrían subiendo por endebles tableros de madera, alcanzando cumbres … silbando y haciendo bromas …
Cuanto más impresiona al observar este edificio, además de su imponente belleza, es el pensar cómo pudo ser construido a partir de los años finales del siglo XIX, con las enormes limitaciones de medios con que se contaban en aquellos años.
Observese, por ejemplo, un rápido listado de dificultades que debieron vencerse entonces para levantar un edificio como el de esta Basílica: - la construcción de albañilería (ladrillos cocidos y cemento) recién comenzaba a conocerse. La inmensa proporción de construcciones era de adobe y barro, ladrillos en el piso, y tejas en la cubierta. Posiblemente, las únicas construcciones del tipo (pero no de la envergadura) eran, en nuestra ciudad, el recién inaugurado palacio de la Intendencia durante el Gobierno del Presidente Balmaceda (1886-1891), y alguno de los edificios escolares célebres levantados durante esa misma administración.
Los ladrillos, sin duda, debieron ser hechos en “Las Obras”, cuya tierra cerámica comenzaba a ganar prestigio, y estos fueron transportados necesariamente en carretas tiradas por bueyes. ¡Cuántas carretadas de cuántos hornos ladrilleros!...
El cemento no se producía en el país, sino se importaba principalmente de Inglaterra: el famoso “Portland”. Desde Talcahuano, Tomé, Constitución… recién bajados de los “vapores”, debieron trasladarse los sacos hasta la calle Maipú. Lo mismo las baldosas; la yesería; y en antiguos talleres de maestros linarenses preparadas una a una las ventanas, puertas, pilares, vigas de techumbres y, se traían desde el exterior, también, el “zinc” para cubrirlas.
El transporte y alza de las campanas de bronce (fundidas en Europa, y de un peso extraordinario) para colgarlas en lo más alto de las dos torres debió ser una faena ciclópea.
¿Cuántos brazos fuertes linarenses habrán dado movimiento a las roldanas que levantaron verticalmente esos monumentales pájaros de bronce cuyos cantos de amanecida o al teñir de la oración han acompañado por más de un siglo la conciencia de los linarenses?...
Luego vinieron los trabajos de adornos interiores, los arcos, las pinturas, los altares (llegaron desde Italia en 1911), las lámparas, y bancas, las imágenes sacras, en fin… los coloridos “vitraux” mandados a fabricar especialmente, con motivos, dimensiones y figuras definidas.
No hay duda: !Nuestros abuelos linarenses no parecían tener temor al enfrentar y vencer los más grandes desafíos!... y con medios incomparablemente menores a los que hoy disponemos.
Los principales inspiradores de esta obra monumental pusieron en ella su alma, corazón y recursos, y la emprendieron pensando en el futuro y sus descendientes y no en ellos mismos. Posiblemente, muchos de los que estuvieron en los inicios de la obra ya habían partido cuando en 1905 fue inaugurada. La Basílica fue concebida como un magnífico legado para las generaciones siguientes. Para que nosotros conociéremos de su valor moral, sus ideales, sus mejores pensamientos y su capacidad de realización. Así debemos apreciarla: como un tesoro que llega a nosotros a través de las manos cultas y generosas que cruzando los umbrales del tiempo aún entregan a través de su ejemplo lecciones imperecederas.
Obras de esta clase son los espejos donde se refleja el alma de toda una comunidad. Por esto, más que Monumentos Culturales Nacionales debieran ocupar el puesto de Monumentos Morales de las generaciones pasadas.
Luis Valentín Ferrada V.
Este templo religioso fue declarado Monumento Nacional de Chile - con todo lo que ello significa - el año 1995, al cumplirse los ¡noventa años! de su solemne inauguración.
Su primer origen y su historia ilustran unas de las páginas más hermosas de la gran Historia de Linares (aquella que, a pesar de ser tan importante y motivo de orgullo, tan poco conoce una mayoría de los linarenses… seguramente, diremos, por culpa de nosotros los mayores que, con raras excepciones, nunca supimos transmitir a nuestras generaciones jóvenes los enormes valores y tradiciones de nuestra sociedad).
Este edificio religioso resume con armonía dos estilos arquitectónicos distintos: el románico y el gótico. Ambos se representan en las figuras ojivales de su estructura y decoración. Se ha escrito que, de alguna forma, se advierten en ella “evidentes guiños a las formas arquitectónicas del siglo XIII europeo”. Con 70 metros de longitud y algo menos de 30 metros de anchura, su superficie se divide en tres áreas o naves interiores: la central, que es la de mayor importancia y dos laterales. Las tres concluyen en finos altares (uno mayor y dos menores) de mármol, jaspe y ónice, que fueron importados desde Europa. El Altar Mayor se adorna especialmente con incrustaciones de bronce con chapa superficial de oro (dorados a fuego).
Por sus grandes ventanales superiores ingresa la luz natural a través de vitrales de excelente factura que, en su parte inferior, recuerdan los nombres de distintas familias linarenses que sufragaron con generosidad su importe.
“Destaca por su esplendor el Camarín de la Virgen, espacio elíptico de 15 metros de altura que alberga una imagen del Corazón de María, elaborada en Barcelona” , España, y que llegó a Linares en 1903.
En su frontis, se erigen dos torres gemelas que alcanzan 36 metros de altura, y que en su momento inaugural, cuando la ciudad de Linares tenía no más de 10.000 habitantes, “significaron el mayor hito arquitectónico de la zona”.
Su edificación tomó ¡once años! de arduos y persistentes trabajos de manos de maestros linarenses, en una época en que los medios y herramientas de construcción eran todos artesanales, incomparables con los que se conoce actualmente. Nada de grúas, retroexcavadoras, sierras eléctricas ni grandes depósitos de hormigón móviles, podían siquiera imaginarse al entonces. Todo era mano de obra, serruchos, martillos, planas, picotas y cuando más carretillas. Espaldas curtidas de fuertes hombres que con ochenta o más kilos sobre sus hombros corrían subiendo por endebles tableros de madera, alcanzando cumbres … silbando y haciendo bromas …
Cuanto más impresiona al observar este edificio, además de su imponente belleza, es el pensar cómo pudo ser construido a partir de los años finales del siglo XIX, con las enormes limitaciones de medios con que se contaban en aquellos años.
Observese, por ejemplo, un rápido listado de dificultades que debieron vencerse entonces para levantar un edificio como el de esta Basílica: - la construcción de albañilería (ladrillos cocidos y cemento) recién comenzaba a conocerse. La inmensa proporción de construcciones era de adobe y barro, ladrillos en el piso, y tejas en la cubierta. Posiblemente, las únicas construcciones del tipo (pero no de la envergadura) eran, en nuestra ciudad, el recién inaugurado palacio de la Intendencia durante el Gobierno del Presidente Balmaceda (1886-1891), y alguno de los edificios escolares célebres levantados durante esa misma administración.
Los ladrillos, sin duda, debieron ser hechos en “Las Obras”, cuya tierra cerámica comenzaba a ganar prestigio, y estos fueron transportados necesariamente en carretas tiradas por bueyes. ¡Cuántas carretadas de cuántos hornos ladrilleros!...
El cemento no se producía en el país, sino se importaba principalmente de Inglaterra: el famoso “Portland”. Desde Talcahuano, Tomé, Constitución… recién bajados de los “vapores”, debieron trasladarse los sacos hasta la calle Maipú. Lo mismo las baldosas; la yesería; y en antiguos talleres de maestros linarenses preparadas una a una las ventanas, puertas, pilares, vigas de techumbres y, se traían desde el exterior, también, el “zinc” para cubrirlas.
El transporte y alza de las campanas de bronce (fundidas en Europa, y de un peso extraordinario) para colgarlas en lo más alto de las dos torres debió ser una faena ciclópea.
¿Cuántos brazos fuertes linarenses habrán dado movimiento a las roldanas que levantaron verticalmente esos monumentales pájaros de bronce cuyos cantos de amanecida o al teñir de la oración han acompañado por más de un siglo la conciencia de los linarenses?...
Luego vinieron los trabajos de adornos interiores, los arcos, las pinturas, los altares (llegaron desde Italia en 1911), las lámparas, y bancas, las imágenes sacras, en fin… los coloridos “vitraux” mandados a fabricar especialmente, con motivos, dimensiones y figuras definidas.
No hay duda: !Nuestros abuelos linarenses no parecían tener temor al enfrentar y vencer los más grandes desafíos!... y con medios incomparablemente menores a los que hoy disponemos.
Los principales inspiradores de esta obra monumental pusieron en ella su alma, corazón y recursos, y la emprendieron pensando en el futuro y sus descendientes y no en ellos mismos. Posiblemente, muchos de los que estuvieron en los inicios de la obra ya habían partido cuando en 1905 fue inaugurada. La Basílica fue concebida como un magnífico legado para las generaciones siguientes. Para que nosotros conociéremos de su valor moral, sus ideales, sus mejores pensamientos y su capacidad de realización. Así debemos apreciarla: como un tesoro que llega a nosotros a través de las manos cultas y generosas que cruzando los umbrales del tiempo aún entregan a través de su ejemplo lecciones imperecederas.
Obras de esta clase son los espejos donde se refleja el alma de toda una comunidad. Por esto, más que Monumentos Culturales Nacionales debieran ocupar el puesto de Monumentos Morales de las generaciones pasadas.
Luis Valentín Ferrada V.
Freddy Mora | Imprimir | 1137
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