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El Diario del Maule Sur
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Opinión 01-09-2022
La metáfora del banderazo

Fernando González Freire
Alumno de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez

Muy cultural y artístico fue el show del Apruebo realizado el domingo pasado en Valparaíso.
El numerito eso si no se lo llevó la charlatanería típica del “por un Chile mejor”, “más digno”,
“más justo” y señoras Juanitas llorando a moco tendido de la emoción. El espectáculo mayor
se lo llevó una agrupación musical de travestis que no se contentaron con sus maravillosas
tonadas, sino que tuvieron la brillante idea de sacarle a uno de sus integrantes una bandera
chilena del ano frente a todo el público porteño en plena Plaza Victoria. Oda al salvajismo, la
ordinariez, la depravación, lo grosero, lo grotesco y la bajeza en que han caído muchos; fiel
reflejo de la estupidez, el impulso odioso irracional, el delirio y, por cierto, el espíritu de los
tiempos.
La nación de hace unos cuantos años en que -por lo menos- predominaban los valores,
modales, convenciones y costumbres, amén de un grado de respeto por la autoridad, la patria,
el país, sus estandartes y los usos tradicionales, se transformó en una en que dicho paquete de
creencias se han visto impregnados de sentimientos y actitudes que incorporan algunos de los
elementos de la vieja izquierda, en especial cierta raíz ponzoñosa de resentimiento y odio
parido ante el status quo que es el agua de la cual beben. No es difícil detectar la laya de
ciudadanos (as) de esa categoría en los grupitos “justicieros” del progresismo, en predicadores
del discurso políticamente correcto que andan en busca de réprobos para colgarlos de un farol
y, si se puede, agarrarlos a palos, en los adolescentes que profesan el nihilismo, en los
anarquistas que salen como los vampiros de sótanos mugrientos, en colegiales y en
estudiantes universitarios que andan al tres y al cuatro, en adultos que nunca destacaron en
nada y en una larga lista de gentes enojadas, tristes, derrotadas y deseosas de redimirse
proyectando todo su rencor, ira y rabia en sordina hacia afuera por medio del uso reiterado,
porfiado y majadero de consignas, clichés, convocatorias y llamamientos chirriantes, para así
seguir acentuando los zancos del merequetengue revolucionario, la igualdad de género, la
causa mapuche, el aborto a todo dar, la multiplicación bíblica de todas las “sensibilidades” y
sexualidades a la carta, los derechos de aquello y de esto otro y todo eso, además, embutido
por un espíritu y actitud en la que predomina cierto desparpajo para trasmutar la incapacidad
e ineptitud en virtud, las falencias en gracias aplaudibles y la ignorancia en postura épica.
Muy asertiva fue entonces la calificación de este acto como “metáfora”, que tiene como
significado, entre otras acepciones, la expresión sobre algo al cual no se le describe de manera
literal pero sí sugiriendo una semejanza, pues, más allá de que haya sido un hecho puntual la
polémica performance de Plaza Victoria, el acto es muy significativo de los aspectos más
desorbitados, estridentes y delirantes del nuevo pathos o sentimiento de las nuevas
generaciones que miran por debajo del hombro todo lo que ha sido el incorrecto y equivocado
Chile de sus padres y abuelos. Quizá esto no sea metiéndose y sacándose banderas del poto
como estas sexualidades alternativas que llevaron su tonito desafiante y con aire de “choreza”
al extremo confundiendo las benévolas aspiraciones que siempre se adjudican con la
degeneración y el patetismo, pero sí representando aquel desprecio, odio y rechazo (del que
ya nos tienen acostumbrados) contra todo lo que existe y pretenden refundar y acrecentar en
caso de consumarse el cambio Constitucional este 4 de septiembre. Cambio Constitucional
que no es otra cosa que la demolición de la educación, la salud, la organización del Estado, la
Nación, su territorialidad, las Instituciones, las costumbres, valores y hasta el uso del lenguaje
del Chile que hasta ahora conocemos y que ellos, los iracundos y resentidos de todo, van a
curar.
Freddy Mora | Imprimir | 10634