Escuché indiferente, con la sobriedad, y mutismo que caracteriza a todo muerto que se respete, mi latosa fúnebre despedida, más el infaltable agregado de salmo, y bendiciones, santo y seña infalible pasaporte celestial, más el certificado de vacuna vigente.
El cierre superó todo realismo mágico, digno de imprimirlo en medalla de oro con letras diamantadas. Recibí póstuma decoración con universal diluvio de cualidades que jamás tuve, en ellas supero a todos los canonizados, contengo mi risa, no puedo reír, me tildarían de muerto irrespetuoso.
No pude menos que pensar, (atributo conferido a algunos mortales), este muerto no soy yo. Y como dijo Goliat, “estas sí que son grandes”.
En mi tan original sepelio, que se repite a todos por igual, veo, mas/caras tristes, con las mentes alegres de que esté, y no exista, otras/os no sé qué hacen aquí ¿ morbosidad satisfaciendo sexualidad reprimida?.. Sí, claro, se han visto muertos haciendo el amor. ¿Andarán penando?.
Mortal sin retorno, doy más importancia y me entretengo con el cosquilleo producido por la llegada de mis nuevos inquilinos, estos huéspedes, son más activos, van directo a la carne, a la médula y a los huesos.
¿Cómo llegue aquí? fácil, iba luciendo mi moto nueva, nueva, nueva, de la cual quede debiendo 84 cuotas, (pobre aval) de pronto dos extraordinarias niñas ( linarenses) me sonríen, les sonrío, para lucirme ante ellas, solté el manubrio...
--Un filósofo de bar sentenció; “Solo sé,…que tengo sed”. Sí poh, los chicharras mueren cantando. Moriste en tu ley, luego con miedo y para que no le venga a penar, se congracio con esta inmortal, descansa en paz, Oscar, y que San Lucifer caliente tus “guesos” por toa la “eterniá” y las que siguen.
- Ya poh, no echen tanta tierra.

Oscar Mellado Norambuena)