Cuando la participación deja de ser un eslogan y se convierte en política universitaria

19-06-2025



Felipe Lorca,
EVoting

Hay algo que está cambiando en las universidades chilenas, y no me refiero solo a los planes de estudio o a las formas de enseñar. Me refiero al modo en que las instituciones se piensan a sí mismas. Cada vez más, la calidad académica deja de medirse únicamente por indicadores duros y empieza a incorporar una dimensión que hasta hace poco era tratada como algo accesorio: la participación.
Hoy, para acreditar una universidad en Chile, no basta con mostrar resultados. Hay que demostrar que existe vida institucional compartida. Que los estudiantes, académicos y funcionarios tienen un lugar real en la toma de decisiones. Que la democracia no es una palabra decorativa en los estatutos, sino una práctica cotidiana.
Lo interesante es que este giro no es solo normativo, aunque esté consagrado en la Ley N° 21.091. También responde a una convicción más profunda: la de que una comunidad se fortalece cuando se le permite hablar, disentir y decidir en conjunto. La Comisión Nacional de Acreditación ya no mira solo los logros académicos, sino también la forma en que esos logros se construyen, quiénes participan de ellos, cómo se consensuan las rutas.
Desde nuestro lugar, hemos visto cómo esta transformación se abre paso, a veces con entusiasmo, otras con resistencia. Las universidades que han apostado por abrir sus procesos internos —elecciones, claustros, consultas— a formatos más transparentes y accesibles, no solo están cumpliendo con un requisito: están dando señales claras de que creen en lo que hacen. Que no temen al escrutinio interno. Que entienden la gobernanza como una construcción colectiva.
No quiero sonar ingenuo. Hay desafíos. Hay tensiones. Participar también cansa, incomoda, atrasa decisiones que podrían tomarse de forma más rápida. Pero en una época donde se exige tanto de las instituciones —credibilidad, impacto, responsabilidad—, no hay atajo mejor que hacer partícipe a la comunidad.
La tecnología, por cierto, no es el centro de esta historia. Pero puede ser una aliada. Ayuda a ordenar, a facilitar, a dar garantías. Nos toca diseñarla con la convicción de que está al servicio de algo más grande: una cultura universitaria donde todos y todas se sientan parte, incluso cuando no piensan igual.
Ese, creo, es el nuevo rostro de la calidad. Uno que no se certifica solamente con papeles, sino también con decisiones compartidas.


http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/cuando-la-participacion-deja-de-ser-un-eslogan-y-se-convierte-en-politica-universitaria | 19-06-2025 09:06:24