17-08-2025
Carmen Gloria Garrido, Directora de Educación UNAB
El Internado Nacional Barros Arana fue, por décadas, símbolo de educación pública de excelencia e integración social. En sus patios se encontraron hijos de campesinos, obreros y profesionales, hasta que políticas como la municipalización y el financiamiento por asistencia fueron erosionando su base. Hoy conserva ecos de su esplendor, pero también el desgaste de promesas incumplidas.
Hace un par de días, encapuchados atacaron el liceo con bombas molotov y rociaron con bencina a un docente. Más que un hecho policial, es un golpe al pacto de cuidado que sostiene la escuela: adultos que protegen y jóvenes que confían. Cuando este vínculo se rompe, la violencia deja de ser impensable.
Ante hechos como este, la pregunta inevitable es: ¿por qué? Comprender exige dejar entre paréntesis la contingencia y adentrarse, de manera cruda pero honesta, en las causas profundas. No es fácil, pero es el único camino para entender y transformar. La fractura en el pacto más íntimo de la escuela —el cuidado mutuo— es una herida que compromete no solo al INBA, sino a la idea misma de educación pública como espacio de encuentro y protección. La indignación es legítima, la condena necesaria, pero quedarse allí es rozar apenas la superficie. Lo urgente es mirar hacia atrás, hacia adentro y hacia adelante
La crisis del INBA no nace solo en sus muros. Se nutre de barrios donde la violencia es normal, de redes que premian actos extremos y de un sistema educativo sin un proyecto integral. Las respuestas han sido fragmentadas, reactivas y punitivas. Condenar es necesario, pero insuficiente: sin reconstruir comunidad, el miedo reemplaza al encuentro.
Pensadores como Larrosa, Bárcena, Masschelein y Skliar recuerdan que la escuela es tiempo suspendido, hospitalidad, espacio común y atención a lo singular. Cuidar implica entornos seguros, vínculos que sostengan, pensamiento sin miedo y pertenencia real. Cuando este entramado se debilita, la escuela se convierte en un lugar de confrontación.
La escuela no es solo un edificio ni un programa curricular: es una red de relaciones que se teje día a día. Una comunidad escolar auténtica escucha antes de dictar, invita a participar más que a obedecer, reconoce el valor de cada miembro y ejerce la protección como práctica recíproca. Cuando estas condiciones se pierden y adultos y estudiantes se ven como amenazas, la comunidad se rompe.
La violencia escolar refleja un país tensionado por la desigualdad e instituciones frágiles. El cuidado, entonces, es un deber colectivo: políticas centradas en dignidad, medios que no exploten el escándalo y comunidades corresponsables.
Recuperar el pacto escolar exige ternura y firmeza, justicia restaurativa, infraestructura digna, currículum vivo y diálogo intergeneracional. El INBA es espejo de lo que hemos hecho con la educación pública: décadas de reformas sin proyecto común. Cuidar la escuela no es tarea secundaria, es la regla que sostiene todo lo demás. Solo así será un lugar donde aún sea posible aprender a vivir con otros y construir juntos en nuestras diferencias.
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/cuidar-para-educar | 17-08-2025 07:08:51