10-05-2025
Florencia Flen Rossi
Facultad de Economía y Negocios UNAB
En Chile, hablar de emprendimiento suele venir acompañado de discursos heroicos: que “sacan adelante el país”, que son “el motor de la economía”, que “donde el Estado no llega, ellos se las arreglan”. Pero al mirar los datos, el panorama dista mucho de ese relato edulcorado. Según la VII Encuesta de Microemprendimiento (EME), el 58,3% de los microemprendedores no está formalizado. Es decir, más de la mitad emprende sin iniciación de actividades, sin respaldo jurídico y mucho menos redes de protección social ni previsional. Trabajan, resisten y sostienen, pero desde la invisibilidad.
Lo más grave es que el sistema no los reconoce. Las herramientas disponibles —fondos concursables, capacitaciones, redes de apoyo— están diseñadas para un perfil que no representa a la mayoría. El ideal de emprendedor/a formalizado, bancarizado, con conocimientos administrativos, acceso a internet y redes, no refleja la realidad de quienes emprenden desde la urgencia, desde la precariedad o desde el cruce entre trabajo y cuidado. El resultado es claro: miles de personas quedan sistemáticamente fuera del radar. No porque no emprendan, sino porque no lo hacen bajo las reglas que dicta el sistema.
Maritza es un ejemplo entre miles. Vive en el sector sur de Santiago y confecciona ropa de niños/as a partir de retazos textiles que recupera de talleres vecinos. No tiene tienda ni página web. Vende por WhatsApp, en ferias libres y entre vecinas. No ha pasado por capacitaciones formales ni ha ganado fondos, pero cada prenda que crea lleva horas de ensayo y error, conversación con clientas, diseño iterativo y circularidad pura. Maritza no formaliza porque el sistema no se lo pone fácil: los trámites son engorrosos, las cargas previsionales son altas, y la promesa de “beneficios” suele no materializarse en su día a día.
Pero eso no ha impedido que construya un modelo de negocio funcional, sostenible y con impacto territorial. Ella reutiliza residuos, diseña a medida, escucha activamente al mercado y reinvierte para crecer. Cumple con todos los indicadores que admiramos en la innovación empresarial, pero no cuenta como tal. No por falta de mérito, sino porque el sistema no ha sabido mirar donde debe.
Y eso es precisamente lo que nos está faltando: una transformación en el enfoque de política pública, de financiamiento y de acompañamiento emprendedor. No se trata de "bajar" las herramientas existentes para que "les lleguen", sino de repensar desde dónde se diseñan, a quién consideran y qué problemáticas están realmente resolviendo. Mientras sigamos midiendo el valor del emprendimiento solo por su nivel de formalización, boletas emitidas o capacidad para postular a un fondo, seguiremos reforzando una lógica excluyente, ciega a la diversidad de formas en que se crea valor económico y social en este país.
Reconocer a personas como Maritza no es solo un acto simbólico. Es reconocer que Chile necesita construir nuevos indicadores de innovación, abrir nuevas formas de acompañamiento desde la confianza y la pertinencia, y pensar el desarrollo no solo desde arriba, sino también desde los bordes. Donde hay informalidad, muchas veces hay creatividad. Donde hay escasez, nace la resiliencia. Y donde no llega el Estado, hay redes comunitarias que sostienen y transforman.
El Chile que no entra en las estadísticas no es un país paralelo. Es este mismo. Solo que lo estamos viendo con lentes demasiado estrechos.
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/emprendedores-invisibles | 10-05-2025 11:05:01