11-03-2022
Una inmensa mayoría pudo pensar que la guerra se encontraba muy lejos de nosotros, de nuestro tiempo, de nuestra cultura y del desarrollo moderno.
Veíamos la guerra como cosa de un pasado histórico superado. Un drama de civilizaciones primitivas. Un fantasma que merodeaba en unas pocas mentalidades belicosas.
La guerra había dejado de existir, y se creyeron inútiles las pesadas cargas que toda política de defensa significa para los estados modernos, abiertos de par en par a un mundo globalizado.
¿Para qué sirven los ejércitos ahora – pensaron muchos - si el estado de desarrollo extraordinario alcanzado por la humanidad contemporánea, su derecho internacional y sus altos tribunales; si las Naciones Unidas y sus numerosas instituciones multilaterales; si el comercio global y las sofisticadas comunicaciones digitales; han hecho de los viejos límites y fronteras nacionales (y las guerras que significaban su conservación) no son mucho más que líneas dibujadas cada vez con menor significación ? ...
¿Por qué tener que gastar dinero en armas, en buques de guerra, en aviones de combate, en soldados y fuerzas armadas – se preguntaron - si la paz estaba asegurada y nada parecía amenazarla…?
Pero… la guerra estaba muy cerca, demasiado cerca, y de pronto estalló en las narices de Europa Occidental, con los rasgos propios de una tragedia y los caracteres que la historia nos contaba.
¡Quien lo hubiese creído!...
¿Cómo pudo llegar a suceder que tan “inesperadamente” la guerra volviera a hacerse presente en esta etapa de nuestra historia en la que ella parecía imposible?...
No es tan difícil contestar esta interrogante. Bastaba recordar un solo principio esencial que ha acompañado toda la larga existencia del ser humano en la tierra : todo cambia y puede cambiar profundamente y, de hecho, se encuentra en cambio permanente, pero no en cambio la condición de la naturaleza humana que permanece invariable por los siglos de los siglos. Quien lea un texto de filosofía escrito dos mil o más años atrás y observe su extraña vigencia y actualidad, podrá comprobar este axioma.
Puede lamentarse esta condición de la realidad que proviene de la naturaleza; pero no puede negarse. Falla la persona moderna por los mismos motivos, los mismos modos y fragilidades que la del renacimiento, de la antigüedad romana o griega, de la prehistoria. Y estas fallas son comunes a todas las razas, todos los orígenes, todas las geografías y climas.
Las buenas intenciones, un cierto “buenismo” que transfigura la ingenuidad en ideologías “pacifistas” , la hipocresía siempre revestida de blancos velos, en fin, aquellos siete vicios capitales que acompañan inseparablemente a la existencia humana (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza) son factores que, juntos o revueltos, configuran y explican las causas primarias de la violencia y la guerra de unas personas, pueblos, naciones o Estados contra otros. Y esto, aunque no quiera oírse ni verse, siempre será así mientras el ser humano sea el que es.
¿Pesimista?...¿Fatalista?...¿Desprovisto de toda fe y esperanza en la persona humana?...
¡ No!... realismo puro y simple.
Por estas razones, la paz y la libertad de las personas y pueblos no es gratis, no es fácil de conquistar ni conservar, no es un regalo del alto cielo que pueda tenerse por ganado para siempre.
La paz y la libertad son celosamente exigentes y demandan atentos cuidados diarios. Como la buena salud, ellas pueden perderse en cualquier momento… el menos pensado. La paz y la libertad son frutos y no raíz, y hay que luchar y cuidar de ellas permanentemente , de todos los modos posibles.
¿Pueden las autoridades públicas, bien intencionadas, bondadosas, idealistas, darse el gusto de actuar con ingenuidad, imprevisión, “buenismo”, imprudencia o inconciencia en aras del “pacifismo”, sabiendo o debiendo saber que la realidad envuelve siempre enormes riesgos, amenazas y pruebas a las que nos encontramos sometidos invariablemente, con total independencia de si las deseamos o no ?...
¡Ay de los que sueñan con la libertad pero no trabajan y luchan por conservarla ¡ … ¡Ay de los idealistas que creen que la paz se cuida a sí misma!... ¡Ay de los que se duermen en la iluminada fantasía de haber alcanzado la libertad y la paz tan solo porque un puñado de políticos, abogados y diplomáticos han firmado un papel !...
Luis Valentín Ferrada V.
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/la-guerra-no-estaba-lejos | 09-07-2025 07:07:47