14-09-2022
Una familia nacida por estas tierras a la cual traemos al presente, cuando Linares, tierra natal de la gran Maestra Margot Loyola Palacios rinde un homenaje -que debiera perdurar en nuestra historia- al descubrir la estatua de la insigne folclorista linarense que llevó el nombre de nuestra ciudad y del país, por varios países del mundo.
Investigadora, maestra e intérprete, desde una temprana edad tomó las riendas de su vida haciendo espectáculos artísticos para sus vecinos en Linares. Luego, cantando tonadas a dos voces con su hermana Estela, fueron invitadas a la radio cuando aún no cumplían los 15 años.
Su padre: Recaredo Loyola Marabolí, de los Loyola de Putú. Un hombre buenmozo y dicharachero, generoso, chinganero fino, en palabras de ella; destacados cantores y galleros de este pueblo cercano a Constitución. Fue asistente de farmacéutica y comerciante; compraba y vendía propiedades cerca de Linares, recorriendo largas distancias. También vendía gallos de pelea.
En la botica -hoy una farmacia- ofrecía productos que él mismo elaboraba, como bolsitas de manzanilla que sus hijos Margot, Juan y Estela recogían en los campos y polvos de belleza que preparaba junto con su esposa Ana.
A fines de los años 20 participó en la fundación de la Tercera Compañía de Bomberos de Linares. El primer carro bomba que consiguieron fue llamado La Ratona, tirado por caballos. En este carro partió a su última morada, cuando tenía 92 años.
Una de las tantas bromas que contaba su padre, que había trabajado en una botica y, al final de sus días, en una botillería, por lo que decía que siempre había curado a las personas. Hacía curaciones y sabía poner inyecciones y sacar muelas, actividades que aprendió en la Escuela Naval.
Margot lo recordaba con una capa hasta el suelo, con sandalias, un bastón y barba. Era medio excéntrico para vestirse. Orgulloso de sus dos hijas que cantaban, le gustaba llevarlas al rodeo, donde Ana María no se hacía presente.
Su madre: Ana María Palacios Herrera, hija del farmacéutico con la botica más grande de Linares. Cuando se casó con Recaredo, su padre les regaló una farmacia, la primera farmacia Cruz Roja de la ciudad.
Ana trabajó como farmacéutica, continuando con el legado familiar. Fue una de las primeras mujeres en Chile en estudiar y desempeñarse en este trabajo, aunque Margot decía que su madre siempre quiso ser profesora o médico, pero que pasó su vida abriendo y cerrando boticas en distintos lugares del país, muriendo sin tener nada.
La recordaba alta, “de abundante cabellera negra”, pero, sobre todo, le gustaba describirla como una gran artista. Los Palacios de Linares eran aficionados a la música. Ana María cantaba, tocaba piano y guitarra.
Era también amante de la filosofía y tenía un gran interés por las religiones y el arte; fue alumna del primer pintor moderno de Chile, Pedro Luna, pero su trabajo no le permitía concentrarse en estos temas; tampoco tenía suficiente tiempo para dedicarse a sus hijos. Margot y a sus tres hermanos: Estela, un año menor que ella; Juan Recaredo, tres años menor, y Marco Aurelio, el más joven.
Margot sentía por Linares un gran afecto. Aquí transcurrió su infancia y un tiempo de su adolescencia. A los diez años de edad debió trasladarse a la capital, ya que sus padres se separaron y, con ellos, sus hermanos. Margot decía sentir tristeza al recordar sus primeros años y que miraba los árboles anhelando su permanencia. (Bibliografía: La Tonada de Margot Loyola, Fotografía: de la Academia Margot Loyola P., Ana María Palacios, en la Botica Cruz Roja. Linares, 1920)
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/los-padres-de-margot-loyola-palacios | 22-07-2025 08:07:12