21-10-2021
Estoy viviendo en Brasil, en un estado llamado Minas Gerais, donde su capital Belo Horizonte les puede resultar familiar a algunos por eso del famoso “Palo de Pinilla”. Si, fue allí en su principal campo deportivo, el “Mineirão” donde se jugó ese memorable partido en el Mundial de Brasil. Qué cerca estuvimos de eliminar a los brasileños, sí qué cerca estuvimos.
Cuando escribo este comentario es 18 de Octubre y no puedo dejar de plasmar aquí en El Heraldo, mi testimonio de cómo resultó para mí ese fatídico día 18 de Octubre de 2019 y todo lo que posteriormente ocurrió en relación a las actividades turísticas y a Chile en general.
Ese año el 18 de Octubre correspondió a un sábado y ese día, tal vez por ser final de semana, no escuché las noticias como de costumbre en la mañana. Partí muy temprano al aeropuerto en busca de un matrimonio de brasileños que iban a Chile por ocho días aproximadamente y que serían mis clientes en paseos a múltiples destinos. De hecho ese mismo día, pero más tarde, irían conmigo y más otros ocho brasileños a Valparaíso y Viña del Mar.
De camino al aeropuerto y habiendo tomado la Costanera, pude ver en varios cruces de esta autopista con avenidas y carreteras, como ardían neumáticos y cómo desfilaban a cada tanto, ambulancias, carros de bomberos y vehículos policiales. Era evidente que algo ocurría justamente en ese momento.
Al llegar al aeropuerto, en el área de desembarque internacional, el comentario era uno sólo, estaba justamente a esa hora ocurriendo desmanes y actos terroristas en diferentes sectores de Santiago.
Después de esperar un rato salieron los brasileños y fui a su encuentro. Inmediatamente pensé en qué les diría pues ellos, al igual que la enorme mayoría de los brasileños, viajaban a Chile como en un recreo, ilusionados con la idea de poder salir por un tiempo breve de su país tan violento y llegar a un país tranquilo, muy seguro de acuerdo a todas las estadísticas de criminalidad. No sé por qué, pero opté por callar y al pasar ya por las primeras barricadas les tuve que contar lo que en Chile estaba ocurriendo. Ellos que iban sentados junto a mí pues se trataba de una van, me miraban absortos sin emitir comentario alguno.
Para mi infortunio y especialmente el de ellos, se encontraban con reservas en un hotel de Avenida Portugal a metros de la Posta Central. Contarles a ustedes el ambiente que en ese sector se vivía sería remitirnos a esos despachos de Pavlovic o de Cavada en “supuestamente” algún frente de guerra.
Bien, dejé a mis clientes con total inseguridad en su hotel, pero con la promesa que en unas horas los pasaría a recoger pues ahora debía ir a buscar a los otros pasajeros de ese paseo al litoral. Fue sin duda una decisión estúpida pues aún hoy no entiendo cómo no pensé que si tanto me había costado llevarlos hasta ahí lo mismo o algo peor ocurriría después al querer recogerlos. Sin duda debía haberlos esperado. Partí entonces en busca de los otros ocho pasajeros, que repartidos en hoteles del sector oriente ya me inundaban con mensajes sobre sí haríamos o no el paseo. Llegar donde ellos implicó unas vueltas enormes, pero a las ocho de la mañana ya tenía a todos conmigo en la van.
Como ya anticipé, retirar al matrimonio de Avenida Portugal fue una odisea y sólo les contaré lo que ocurrió al pasar por Plaza Baquedano. Ahí la van fue rodeada por unos “simios” y “simias” (seamos justos con eso de la igualdad de género). Primero comenzaron a balancear la van, luego a escupir los vidrios y amenazar que si no se les “cooperaba para la causa” no seguiríamos nuestro recorrido. La oportuna llegada de un piquete de Carabineros nos salvó, sí, sin duda nos salvó.
Recién a las diez de la mañana pude emprender el viaje rumbo a Valparaíso y Viña del Mar donde aunque cueste creerlo y puedo dar testimonio de eso, tuvieron un 18 de octubre infinitamente menos violento que en Santiago.
Regresamos sanos y salvos a Santiago y a las diez de la noche dejé a los últimos clientes en su hotel de Vitacura.
Tuve que suspender la mayor parte de los paseos de los días siguientes o cambiarlos casi a último momento, pues entre los tour operadores se dio casi de forma mágica una colaboración de información y comunicación constante sobre donde sí se podía ir y donde no.
En los días sucesivos muchos hoteles y restaurantes fueron saqueados e incluso algunos quemados. En horas, el esfuerzo de cientos de emprendedores y las fuentes laborales de miles de personas se fueron al carajo. El irrespeto y la inseguridad se convirtieron en lo normal, en lo habitual. La violencia desatada, la ira, el rencor cobrado a cualquiera y a todos.
La falta de autoridad de la Autoridad se hizo patente y vimos incrédulos, como un sector político oportunista, populista y cobarde, avalaba y justificaba todo lo que ocurría, generando con ello más violencia, más ira y ciertamente más destrucción.
Hoy viendo todo desde la distancia, que en mi caso es algo aún más real pues estoy en otro país, puedo decir con absoluta convicción que estuvimos tan cerca del desarrollo, estuvimos tan cerca de la verdadera igualdad que te da vivir en una nación que progresa, que crece, que tiene orden. Pero saben, también recuerdo algo y nunca lo olvido. Ya antes también estuvimos tan cerca de convertirnos en lo que aparentemente hoy ya casi somos, o seremos. Estuvimos tan cerca de ser Cuba, saben de lo que hablo no se me hagan los giles. Pero lo interesante amigos y con esto termino, es que a pesar de lo cerca que estuvimos no lo fuimos y tampoco hoy seremos Venezuela.
Ah, para los suspicaces, votaré aquí en Brasil en las próximas elecciones de Chile.
Ricardo Álvarez Vega, contador auditor
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/qu-cerca-estuvimos | 12-07-2025 08:07:47