¿Quién quiere ser profe?

07-08-2025


Jaime Fauré, académico de Psicopedagogía de la Universidad Andrés Bello (UNAB)

En los últimos años, Chile ha hecho un esfuerzo importante por fortalecer la formación de profesores y profesoras, a través del establecimiento de mayores exigencias para ingresar a las carreras de pedagogía, mejoras progresivas en las condiciones laborales si se entra en la carrera docente, y beneficios como becas y gratuidad para estudiar.
A pesar de eso, las cifras siguen alertando. El 2022 marcó el punto más bajo en postulaciones a pedagogía en más de una década. Y si bien desde entonces ha habido una recuperación parcial, los datos siguen siendo preocupantes: no estamos logrando convocar a suficientes jóvenes a formarse como docentes. Y eso tiene consecuencias. Según estimaciones recientes, Chile podría enfrentar un déficit de más de 26 mil profesores hacia finales de esta década.
¿Qué está ocurriendo? Parte importante de la discusión pública se ha centrado en los factores estructurales, es decir, en sueldos de entrada bajos, sobrecarga laboral, escaso tiempo para planificar y una convivencia escolar cada vez más compleja. Estas causas son reales, están documentadas y persisten en el tiempo. Pero sería un error pensar que la dificultad para atraer nuevas vocaciones docentes se reduce a una cuestión de salarios o contratos. A mi juicio, lo que también está en juego es una manera de ver hoy la profesión docente entre los propios jóvenes.
Distintos estudios coinciden en que muchos adolescentes, incluso quienes muestran interés por la educación, terminan descartando la carrera de pedagogía porque sienten que enseñar implica una entrega que no se ve correspondida ni en condiciones de trabajo ni en reconocimiento social. No se trata solo de que los profesores ganen poco, sino de que ese esfuerzo sostenido –planificar, enseñar, contener, evaluar, adaptarse– parece no tener sentido. Para la mayoría, la pedagogía es una carrera que exige mucho y, a cambio, da poco. Eso desalienta, especialmente si se asume que hay otras opciones laborales mucho más atractivas. ¿Quién quiere ser profe?
En este escenario, es urgente no solo que se revisen los incentivos, sino también hacernos la pregunta por el relato estamos construyendo en torno a la docencia. ¿Se percibe como una profesión valiosa, en la que se puede crecer profesionalmente, ser valorado por el resto y tener condiciones decentes? ¿O es más bien una profesión de tareas infinitas, desgastante y sin horizonte de desarrollo? La respuesta a esta pregunta incide directamente en la decisión de miles de jóvenes que hoy o mañana podrían imaginarse como profesores. ¿Qué respuesta les estamos dando?
El desafío, entonces, no es solo atraer más postulantes. Es reconstruir una cultura que valore a quienes enseñan, que respalde su trabajo y que permita mirar la docencia no como un sacrificio que consume la vida, sino como una manera concreta de construir una sociedad mejor. Porque eso es lo que está en juego: sin profesoras y profesores que elijan estar ahí –en la sala, en el liceo, en la escuela urbana o rural– la educación se debilita, pero también lo hacen la cohesión social y la democracia. Y esa fragilidad, como país, no nos la podemos permitir. Menos hoy.

http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/quien-quiere-ser-profe | 07-08-2025 05:08:53