16-08-2025
Tily Vergara
El limonero, como todo árbol, es apacible y generoso; Su grandiosa producción de hojas , flores y frutos, nunca desmaya en repetir el proceso; comenzar en el pequeño brote hasta la tímida aparición del inconfundible azahar que va multiplicándose esparciendo ese aroma que encanta los sentidos, luego la fruta; término del proceso, todo para disfrutarlo en todo su esplendor.
Pero hoy, al salir al patio, me encuentro con un limonero totalmente quemado; sus hojas secas como papel arrugado, sus ramas como brazos caídos en la desesperanza de un triste final después de la gran batalla contra la cruel helada. Me desanima el espectáculo al meditar sobre un joven árbol que crecía enérgico, enarbolando el brillo de sus hojas en una actitud desafiante ante la adversidad, de pronto se confunde en el rigor climático y sucumbe como un soldado enfrentado una batalla desigual.
La gran derrota que trae desolación y desesperanza. El limonero lo daba todo, solamente pedía el riego necesario, nada más. Hoy su silueta lastimera me llega al corazón y me detengo a analizar ese destino que nunca mereció. Puede que renazca como el ave Fénix, así lo espero.
Aun tengo nostalgia de mi bello Canelo. Su vida fue plena hasta que el sol dañó su corteza y la sequía hizo el resto. Su vida no se acondicionaba para un antejardín, estaba destinado a desarrollarse cerca de un riachuelo entre sombras de variado follaje. Lejos de su hábitat no pudo seguir luciendo la gallardía de sus bello ramaje y preciosas flores. Fue decayendo con un largo lamento de hojas heridas que no pudieron dar sombra a su cicatrizado corazón.
También recuerdo la casa de las amapolas. Al verlas florecer, siento que conservan la esencia de la Abuela, una persona que dedicó su vida a la familia, y a pesar de tanto quehacer siempre tuvo el tiempo necesario para las flores .Así también dedicó su vida a cultivar el cariño de sus seres amados. Siempre pareció la dulce sombra que nunca interrumpió la rutina de cada uno de los hijos y hacía del dolor de las ausencias una sabia rutina de resignación. Al culminar en este espacio terreno una trayectoria de crianza, carencias y dolores; prevaleció su amor y esas pequeñas alegrías que revoloteaban a su lado como coloridas mariposas furtivas, se posaron finalmente en su ser para resguardar su viaje hacia la eternidad.
Mi vecina tenía en la vereda frente a su domicilio, un pequeño Peumo que prometía belleza y frescura para los años venideros. Alguien lo arrancó dejando el espacio vacío como la ilusión de verlo crecer día a día. Habría sido un complemento para refrescar el tiempo estival y hermosear el entorno. Un ladrón truncó el sueño.
Pensando en árboles no puedo dejar de lado a la Tierra. Siempre generosa y dispuesta a darlo todo. Así recuerdo a un noble chacarero, digno de tener presente por su ejemplo de vida. Para llegar a la chacra tomaba parte de su descanso nocturno y emprendía la ruta diaria con nuevas energías. Con optimismo y paciencia sorteaba las asperezas de la gran distancia: llegar a tiempo para soportar la pesada carga de días calurosos, de mañanas oscuras y frías, humedad y lluvias, de cansancio, de sudores, de incomprensiones patronales, todo lo soportó. Soportó la dureza del trabajo que volvió ásperas sus manos, sin embargo, mágicamente se tornaban suaves para acariciar a su hijo. El sudor ya no importaba, se volvía fresco bálsamo al disfrutar la armonía del hogar.
Con el paso de los años, el arduo trabajo dejó su negra huella de cansancio, no obstante, inexplicablemente, demostraba en sus gestos el apego a la tierra, desde su silla de ruedas repetía el ejercicio de la siembra como si estuviese frente al gran surco. Esa tierra que fue su compañera en las duras jornadas, finalmente lo acoge para calmar aquellos dolores que silenciosamente padeció.
Los árboles, la tierra, las flores, las aves, los animalitos suman un conjunto armónico que reconforta el espíritu y nos hace ser libres ante la maravilla de la naturaleza. Sólo el hombre interrumpe este gran equilibrio, con sus grandes ambiciones, con su materialismo insaciable, con ese egoísmo y deseos de poder que nuca terminan y que como meta elevan las banderas de la discordia y compiten por encumbrarlas más y más. Y para qué? Para seguir la fútil dinámica del ser humano: más ambición y más poder.
Es más apropiado seguir con los árboles.
En mi patio tengo un Boldo de grueso tronco. En la vereda hay un Quillay, sus hojitas brillan con los rayos del sol, verdaderas joyas verdes movidas por la brisa. Agradezco su sombra en verano, es hermoso y cada día tiene más ramaje. También plantamos un Peumo, es de esperar que no tiente al ladrón y crezca tranquilo y feliz. Sería ideal que todos los vecinos tengan un Peumo en la vereda; - purifica el aire - dicen los entendidos, busca la humedad profunda, no levanta las veredas. Qué más pedir?
Olvidemos las noticias, las peleas, a los turistas políticos, a los cupos heredados, incluso olvidemos el año electoral. Pensemos sólo en los árboles, las flores, las montañas y el cielo. Así dormiremos tranquilos y sin pesadillas.
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/se-helo-el-limonero | 17-08-2025 03:08:54