22-08-2025
En el presente mes de agosto se cumplirá un siglo desde la promulgación la Constituciòn Política de 1925, en base a la cual se dio inicio a un proceso de efectiva superación de una situación política y social que se arrastraba desde un siglo.
Uno de los Constituyentes de 1925, Julio Vicuña Fuentes, opositor a Alessandri, citando a Julio César, expresó: “Es necesario que alguien en Roma piense y actúe por la enorme muchedumbre que no piensa ni actúa”.
Es curioso observar que la Constitución de 1925, que rigió con singular fuerza hasta el año 1973, en muchos sentidos había sido una reforma de aquella que provenía de 1833 (ya desfigurada por sucesivos cambios de hecho y de derecho y que, hacia los años de 1920, cuando se aproximaba a cumplir también cien años de vigencia formal) había perdido vigencia de hecho efectiva .
En lo sustantivo, la Constitución de 1925 resolvió a favor del “presidencialismo” el viejo dilema nunca resuelto del todo, acerca de quien es el que manda efectivamente en Chile: si el Presidente de la República o el Parlamento y sus partidos políticos.
JAIME GONZALEZ COLVILLE, Academia Chilena de la Historia
LUIS VALENTIN FERRADA VALENZUELA, Abogado y escritor
Desde el trágico final de la Revolución Civil de 1890-1891 que costó la vida del Presidente Balmaceda, la vida política del país se ajustó (sin cambiar la Constitución de 1833) a un régimen con claro predominio del Parlamento por sobre las potestades Presidenciales. Cuestión que dio origen a múltiples vicios, dificultades y conflictos políticos que derivaron por su naturaleza en sociales y económicos.
Hacia el año 1924, esa crisis política, económica y social había llegado a situaciones extremas. El 4 de septiembre de ese año, el Presidente Alessandri recibió a una delegación de jóvenes oficiales de Ejército molestos por el retraso de las reformas sociales que la sociedad reclamaba con urgencia y la propia situación que enfrentaban las Fuerzas Armadas.
Esa reunión hizo temer a los parlamentarios un posible “golpe de estado”, y para calmar los ánimos procedieron a aprobar - en solo ocho minutos- las leyes sociales impulsadas por Alessandri, las que llevaban casi tres años en discusión parlamentaria. El llamado “Comité Militar” pidió la disolución del Congreso, y Alessandri , en tales circunstancias, renunció a la Presidencia procurando mantener la institucionalidad de derecho. A pesar de las intensas negociaciones entre diversos sectores, no se logró que el Presidente desistiera. Se dirigió a la embajada norteamericana y, desde allí, partió hacia Argentina y luego a Paris, Francia.
Durante su estadía en Europa, viviendo austeramente, Alessandri comenzó a preparar lo que sería a corto andar su gran obra: dotar a Chile de una nueva Constitución. Permanecía a la distancia al tanto de cuanto sucedía, de las sucesivas Juntas de Gobierno, de las pugnas y desacuerdos entre las diferentes fuerzas políticas. Hasta que, finalmente, ocurrió lo inevitable: después de al menos tres Juntas de Gobierno - la última presidida por Emilio Bello Codecido - el 27 de enero de 1925 le fue enviado un telegrama a París pidiéndole regresar al país y reasumir la Presidencia. Todos se pusieron a su disposición, desde conservadores a comunistas. A tal había llegado el tamaño y profundidad de la crisis.
Pero esta decisión implicaba una tácita condición impuesta por Alessandri: debía darse al país una nueva Constituciòn. Hubo amplio consenso en ello, pero la gran pregunta era, ¿Cómo podía el país, sin llegar a nuevos y mayores enfrentamientos, aunar el conjunto de ideas políticas antagónicas, conciliar posiciones adversas y redactar un texto que apaciguara los espíritus, hasta ese momento discordantes y enervadores de las imprescindibles tareas gubernamentales ?
Tal fue el desafío que el Mandatario logró llevar a cabo ejemplarmente. Una hazaña cívica de integración político - ideológica que contrasta fuertemente con los variados episodios históricos de esta clase a los cuales el país se vio periódicamente expuesto.
El 22 de febrero de 1925, Alessandri se embarcó de regreso a Chile en el vapor “Antonio Delfino”. En Europa se había reunido con distintos pensadores, legisladores y tratadistas constitucionales. Al saber de su retorno, el país le aguardaba como a un mesías salvador. La escritora Iris - Inés Echeverría Bello - lo llama “El Enviado”. Fue tal esa devoción que la última Junta de Gobierno, presidida por Bello Codecido, resuelve en marzo de 1925 dar su nombre a la Alameda de Santiago. Alessandri rechaza esa iniciativa y desde esa fecha la legendaria arteria vertebral santiaguina se denomina Bernardo O’Higgins.
Antes de embarcar en Francia, Alessandri escribió: “Confío en el patriotismo de todos los chilenos para devolver a Chile el orden que fue siempre la base de su prestigio y para darle una Constitución moderna, que afiance el principio de autoridad y que le acuerde al pueblo el bienestar moral y material que le corresponde”. En marzo de 1925, su arribo al país fue apoteósico, una multitud lo recibió en la Estación Mapocho.
Reasumió la presidencia el 20 de marzo de 1925, y el 4 de abril siguiente invitó a la Moneda a una reunión solemne de 150 personas representativas de las diversas corrientes, sectores u opiniones del país. Se incluyó hasta quienes fueron sus más duros adversarios . Les expuso que la Carta de 1833 había arrastrado a la patria a difíciles circunstancias, y que era necesario convocar a una Asamblea Constituyente dentro del menor plazo posible. Sugirió el día 26 de julio, dando tiempo para las nuevas inscripciones electorales. Propuso crear esa asamblea con dos tercios de elección popular y un tercio de las fuerzas vivas de la nación (las instituciones sociales no políticas, del trabajo, orden y progreso).
Opinaron Eleodoro Yáñez, liberal, Enrique Oyarzún, radical, Arturo Lyon, Conservador. Todos, de ideologías antagónicas y de diferentes ocupaciones, coincidieron en que una Asamblea Constituyente era inviable por las contingencias y el nivel de agitación en que se debatía el país. El resto de los asistentes, incluso de izquierda, como el dirigente comunista Manuel Hidalgo Plaza, fueron concordantes. Los más tenaces lideres izquierdistas guardaron silencio para no entorpecer aquella obra.
Alessandri escuchó los razonamientos. Aun cuando siguió con su ronda de consultas, no hubo mayores voces disidentes. Así las cosas dictó el Decreto Ley N° 1.422, del 7 de abril de 1925 , creando una “Comisión Consultiva” que a su vez se subdividió en dos organismos: la comisión de reforma, donde Alessandri y su Ministro de Justicia, José Maza Fernández, redactaron las reformas y otra encargada del sistema de votación, para su aprobación o rechazo. Posteriormente se amplió esa comisión mediante resoluciones del 23 de julio y del 3 de agosto. La idea fundamental de Alessandri era que ninguna corriente de opinión quedara marginada. “Me interesa el aporte de quienes más me odian”, dijo a sus cercanos.
En la primera reunión de la Comisión Consultiva efectuada el 16 de abril, Alessandri expresó a los integrantes la necesidad de poner término al “parlamentarismo”, que obligaba a renunciar los sucesivos ministerios designados por el Presidente antes que estos alcanzaran siquiera a imponerse de los problemas de su cartera. Se debía reconocer al Presidente el derecho legítimo y exclusivo de designar y mantener a los Ministros en sus cargos, mientras contasen con su confianza.
Resaltó que el Primer Mandatario está “para gobernar y no para ser gobernado”. Escuchándolo, el representante del partido Radical Carlos Vicuña Fuentes (más tarde se haría militante del socialismo y quien fuera opositor a la candidatura de Alessandri) a través de la Revista “Claridad” expresó estar de acuerdo con Alessandri, recordando la frase de Julio Cesar: “Es necesario que alguien en Roma piense y actúe por la enorme muchedumbre que no piensa ni actúa”.
Se formaron - como se dice - dos comisiones: la de reforma, que compusieron Pedro Nicolás Montenegro, ( liberal democrático) Enrique Oyarzún, ( radical) Eliodoro Yáñez, ( liberal democrático), Ramón Briones Luco ( radical) Jorge Andrés Guerra, ( Nacional) Héctor Zañartu Prieto ( Liberal democrático), Manuel Hidalgo Plaza, (comunista) Francisco Vidal Garcés, (Conservador, de Talca) Romualdo Silva Cortés, (conservador) José Maza Fernández ( Ministro de Justicia, de filiación liberal) ) Guillermo Edwards Matte (liberal, hermano de Ismael Edwards, un enconado enemigo de Alessandri), Pedro Nolasco Cárdenas Avendaño ( democrático liberal), Roberto Meza Fuentes (socialista, ex alumno del liceo de Talca y su fiero oponente en 1920), Carlos Vicuña Fuentes y Edecio Torrealba, quien actuó como Secretario. En algunas sesiones participaron Ricardo Ahumada Montero, ex rector del Liceo de Talca en 1891; Onofre Avendaño Flores, de profesión sastre, de Talca; Rafael Silva Lastra, (profesor, de Linares); el Dr. Juan Marín Rojas y Daniel Martner de Talca y Constitución, respectivamente.
Entre las reformas fundamentales se estableció el fortalecimiento del régimen presidencial, donde el Mandatario podía designar a sus Ministros con total independencia, no pudiendo éstos ser removidos por el Congreso, salvo mediante el recurso de la acusación constitucional. En el parlamento se radicaba la facultad legislativa y fiscalizadora; se estableció el voto directo, libre e informado, (aun cuando se excluyó a la mujer de ese derecho) y se eliminó la instancia de los “electores de Presidente”; se aumentó el mandato presidencial a seis años. Los cargos de Ministros y parlamentarios se establecieron como incompatibles. Fortaleció la libertad de prensa y se suprimió los “jurados” que juzgaban los delitos de esta instancia (y que venían del régimen colonial) , entregando esa resolución a los tribunales ordinarios de justicia.
De igual forma se determinó la separación absoluta del Poder Ejecutivo del Legislativo y la demarcación de sus atribuciones para evitar conflictos.
Se acogió la separación de la Iglesia del Estado y se garantizó la absoluta libertad de cultos, (lo cual motivó la protesta de un grupo de señoras de Santiago quienes pidieron no eliminar el nombre de Dios de la nueva Carta); la propiedad privada fue inviolable, se aseguró protección al trabajo y a las industrias; se determinó la previsión social, y se legisló sobre viviendas adecuadas para la población , dando a cada habitante un mínimo de bienestar. Se suprimió el antiguo Consejo de Estado por no constituirse en base a representación popular. Se creó el Tribunal Calificador de Elecciones, evitando que las ramas del congreso fiscalizaran los actos eleccionarios.
Hubo sin embargo constituyentes - como Alejandro Bustamante Cárena - quien sugirió “impedir la reelección indefinida de diputados y senadores”. Pero esa moción no fue aprobada. Don Luis Malaquías Concha, hijo del célebre político y pensador, propuso dar autonomía a las provincias “con elección de gobernadores”, y otorgar igual atribución financiera a los municipios, pero no encontró tampoco apoyo. Esta comisión trabajó esforzadamente en 33 sesiones desde el 18 de abril de 1925 hasta el 3 de agosto de ese año. Se redactaron tres proyectos constitucionales, de los cuales, en definitiva, se optó por uno de ellos.
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/un-siglo-de-la-constitucin-politica-de-1925-primera-parte | 24-08-2025 07:08:47