22-06-2025
Jaime González Sanhueza
Villa Alegre es misterio. Un pueblo con nombre de poema y corazón de leyenda. Desde aquí emergió Felipe Camiroaga, el Halcón de Chile, cuya muerte dejó una herida colectiva en el alma del país. De estas mismas calles salió también Juan Ignacio Molina, el abate, sabio universal, uno de los primeros naturalistas de América y cronista de la fauna, la flora y el espíritu de esta tierra. Sus restos descansan en la Parroquia del Niño Jesús de Villa Alegre.
La comuna tampoco se ha quedado atrás en el deporte: es cuna de futbolistas destacados, incluido el querido Ismael Fuentes, que vistió con orgullo la camiseta de la selección chilena. En las artes, la actriz Sonia Viveros pasó su infancia entre estos naranjos, y su colega Héctor Noguera —protagonista de la teleserie Machos— rodó aquí una película sobre la historia local, entre viñedos y relatos sobrenaturales.
Villa Alegre ha florecido una y otra vez. Cada cierto tiempo da una flor luminosa, talentosa, inolvidable. Pero ahora brota una flor oscura, cargada de silencio, temor y sospecha. La desaparición de la concejala María Ignacia González es más que una noticia: es una herida abierta. Un episodio tan inquietante que parece salido del universo onírico y siniestro de David Lynch. Todo tiene el ritmo de Twin Peaks: un crimen que se vuelve espejo roto de la comunidad.
El cine de Lynch —creador de Twin Peaks, Mulholland Drive y Blue Velvet— no se entiende como relato lineal. Es experiencia sensorial llena de imágenes que parecen sueños mal editados, donde la belleza y lo oscuro conviven en tensión permanente. Sus pueblos son escenarios donde todos se conocen pero nadie se atreve a hablar; el mal no viene de fuera, sino que surge de la grieta de lo familiar. Eso, lamentablemente, es lo que empieza a sentirse en Villa Alegre.
Hay cámaras que, al parecer, no graban; testimonios que no coinciden; horas perdidas, movimientos extraños y versiones que se evaporan. Y, sobre todo, una sensación instalada en el aire: algo no cuadra. Alguien —o muchos— sabe más de lo que dice, y el miedo, ese actor veterano de los pueblos pequeños, vuelve a escena.
Villa Alegre ha sido de todo: cuna de sabios, artistas, deportistas, líderes sociales. ¿Qué tiene este lugar diminuto que resuena una y otra vez en la historia nacional? ¿Qué hay en su tierra, en sus aguas, en sus mitos orales que genera tanto símbolo?
Por si faltara prueba del azar cargado de sentido: la familia paterna de Jorge González, líder de Los Prisioneros, es también de Villa Alegre. Él mismo contó cómo paseaba por la comuna y comía chancho en piedra, entre el aroma a infancia y secreto que todavía flota en el aire. Como si otro personaje enigmático se sumara a la constelación. ¿Casualidad o destino?
Esta comuna parece un cruce secreto entre Macondo y una película de Lynch: realismo mágico mezclado con thriller psicológico, patrimonio abrazado a tragedia.
La desaparición de María Ignacia nos duele, nos inquieta, nos cambia. Nos recuerda que incluso en los pueblos más nobles, donde todo parece familiar y cercano, puede abrirse una grieta por la que se cuela el desconcierto. El temor a que el mal se haya instalado en casa.
Villa Alegre, hoy más que nunca, necesita ser escuchada. No como anécdota noticiosa, sino como relato profundo de un país que a veces no cuida a sus mejores hijos ni a sus hijas. Quizás aquel Villa Alegre que alguna vez viví en Avenida España sea solo un sueño atrapado en el tiempo. Tal vez nunca vuelva.
Ojalá, al leer esta columna, la verdad haya salido a la luz y todo resulte un mal sueño. Una pesadilla a medianoche que nos obliga a preguntarnos: ¿de qué se trata todo esto? ¿Qué quiere decirnos el espíritu de Villa Alegre? ¿Lo escuchan susurrar en el viento?
http://www.diarioelheraldo.cl/noticia/villa-alegre-una-pelicula-de-david-lynch | 01-07-2025 05:07:51