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Opinión 17-06-2022
Atribulado romance en la agonía Selk´Nam

María Isabel y José de conocían desde su niñez, en su época de estudiantes en Porvenir, lejano lugar de la Isla Grande de Tierra del Fuego, ubicada en plena Patagonia.
Tenían la costumbre de escuchar los relatos de viejos onas o selk nam que aún sobrevivían a las genocidas conductas humanas.
Había transcurrido algunos años y se habían establecido ahora como matrimonio en Punta Arenas y como fruto de su amor, habían tenido tres hijos que ya aventuraban en las luchas por la vida.
En sus mentes, siempre rondaban los relatos de los ancianos sobre sus infortunios de vida con la llegada del hombre blanco a sus territorios.
Un día, José le dijo a María Isabel.
Cariño, me gustaría que fuéramos a aventurar por las grandes llanuras de Tierra del Fuego.
Me encantaría amor y así recordaríamos nuestra niñez y juventud vivida en esos grandes parajes.
Equiparon su vehículo todo terreno y en un ferry se fueron hasta Porvenir, su ciudad natal.
En Porvenir, compraron provisiones e iniciaron su viaje en la búsqueda de respuestas a las inquietudes de sus juventudes.
Ya en las grandes planicies de la Patagonia comenzaron a fluir los recuerdos: Xalpen la diosa del inframundo, y los espíritus del “Hain” en las creencias de las mujeres y niños y sus acompañantes Soorts: Sate, Yoisik, Wakus, Keyaisl, Pawus y Sanu.
Instalaron su campamento un poquito antes del anochecer y la noche estelar con su gran capitana la Cruz del Sur, engalanada con el manto de las Nubes Magallánicas y su comparsa de miles de estrellas, hacían su mágica aparición.
"No había nadie en toda la tierra. Nadie en el Norte, nadie en el Sur. Nadie al Este, nadie al Oeste. Sólo Kenós estaba, el enviado de Temáukel (aquél que está allá arriba). Kenós llegó a la tierra de los Onas y miró a su alrededor” resonó en sus mentes el relato del anciano selk nam”.
Sorprendidos se miraron, mientras escuchaban esa voz tan querida y recordada del anciano selk´nam.
“Después, fue hacia un terreno pantanoso (continuó la voz), hundió las manos y las sacó llenas de barro, raíces y hojas. Dejó que se escurriera el agua y comenzó a trabajar el barro cenagoso. Formó un órgano sexual masculino y lo dejó en el suelo. Luego, volvió al pantano, y con más barro, formó un órgano sexual femenino, una vez realizado esto, se fue. vino entonces la noche, y mientras reinaba la oscuridad, los dos órganos sexuales, se acoplaron”.
Ambos se abrazaron y abrigados con una manta, alrededor de la improvisada fogata, muy atentos continuaron escuchando.
“A la mañana siguiente había surgido un ser humano, el primer ancestro de los Onas. En sólo un día este ser creció hasta lograr el tamaño de un adulto. En la noche siguiente los órganos sexuales de barro volvieron a unirse, y surgió otro ancestro. El episodio se repitió durante varias noches, hasta que la tierra de los Onas se cubrió de gente, hombres y mujeres, que fueron los primeros Onas".
“Pero la tarea de Kenós no estaba terminada aún: Kenós fue al Norte, lejos, muy lejos. Allí, en los confines del mundo, volvió a crear órganos sexuales a partir de la tierra. Pero esta vez los hizo en una playa, y utilizó arena como material. Por eso los Koliot son de piel clara. Los primeros ancestros que había formado, en cambio, resultaron de piel oscura, porque oscura era la tierra pantanosa de donde se habían originado".
Gracias querido anciano por tan hermoso relato, le manifestaron con gran afecto a su admirado amigo de tantos relatos.
¡Abuelo!, cuéntanos de la ceremonia Hain, cuando el clan te inició en la adultez.
Y la voz, asintió a lo solicitado.
“Alrededor de los dieciocho años los jóvenes varones tenían su iniciación, a los que les llamábamos klóketen”.
“Para las mujeres no había ninguna iniciación, pero todo adolescente varón debía someterse al Hain””.
Continuaba la voz: “La separación del joven respecto de las mujeres y niños era absoluta mientras durase el Hain. Cuando las madres volvieran a verlos, ya no serían mas niños. Habría aprendido “el secreto” del cerrado mundo masculino, y estaría endurecido tras haber sufrido la humillación, el hambre y la fatiga”.
“Se celebra generalmente en otoño, eligiendo un día con sol; la lluvia o la nieve haría que la pintura de los hombres se corriera y con ello se revelaría "el secreto".
Los últimos preparativos se realizan durante la mañana, las madres de los jóvenes que serán iniciados ("kai klóketen") pasan las últimas horas en su compañía como si se despidieran para siempre. Los espíritus que aparecerán (los Shoort) se preparan ayudados por otros hombres que van dejando los campamentos reuniéndose en el Hain”.
Emocionado, continúa la voz. “El consejero de la ceremonia, comienza alrededor del mediodía un canto a viva voz que durará una media hora indicando el comienzo del rito”.
“Los aspirantes son pintados con arcilla roja, cuando falta poco tiempo para terminar el pintado aparecen dos Shoort para expresar su impaciencia por recibirlos”.
Una vez pintados totalmente, se les cubren los hombros con piel de guanaco, se dirigen a la choza ceremonial. A mitad del camino hacen un alto donde las mujeres se separan”.
La anciana voz continúa emocionado su relato, recordando el día de su iniciación:
“Uno de los klóketen es guiado a la choza ceremonial. Los hombres entre cantos forman una rueda contra la pared interior con la vista hacia el fuego. Cesados los cantos, el supervisor le quita la capa, el joven permanece de pie, desnudo e inmóvil. De pronto el consejero le grita :"¡Mirad arriba!", el supervisor le toma la cabeza y la sujeta en esa posición. En tanto salta un Shoort como si surgiera del fuego con los brazos arqueados hacia abajo y los puños cerrados”.
“Al klóketen le sueltan la cabeza, el espíritu esta delante de él, le agarra las rodillas y pugna por derribarlo. Él como se lo han indicado trata de mantener el equilibrio. El Shoort se mueve a su alrededor, resoplando como dominado por una gran excitación sexual, repentinamente aferra los órganos genitales del klóketen los aprieta con fuerza durante un tiempo para finalizar con un fuerte tirón con ambas manos, dejándolo aturdido por el inmenso dolor y aterrorizado por lo que puede venir después”.
“El Shoort nuevamente se aferra de sus rodillas, pero esta vez lo derriba, los hombres le ordenan a los gritos. "¡Pelea!¡Agarra al Shoort!"
“Comienza la desigual lucha, pues nunca se debe vencer al Shoort”.
“Cuando el klóketen comienza a recuperarse, recibe una orden del supervisor, señalándole la cabeza de Shoort le dice: "¡Toca a Shoort!, ¡¿Es de piedra o de carne?!".
“Shoort impasible está en cuclillas con las manos entre las piernas. El muchacho pasa sus dedos por su cabeza y cuello, hasta que alentado por el supervisor le agarra la cabeza, y le levanta la máscara. Entonces uno de los mayores le grita: “¿Quién es? ¿Podrá ser un hóowin (antepasado mítico)?” Otro agrega: “¿Quién podrá ser? ¿Acaso un woo (yámanas)?”.
“Cuando el klóketen reconozca al actor, todos los hombres echarán a reír con ganas. El rito finalizara cuando el klóketen extenuado y exultante reciba el símbolo de hombría: una vincha triangular de piel de guanaco ("k ochel")”.
Los esposos, como llevados en un trance del tiempo, no se dieron cuenta cuando la voz desapareció y ambos cayeron en un profundo sueño.
Despertaron con los tibios rayos de sol fueguino y comentaron el sueño que habían tenido y se dieron cuenta coincidentemente era el mismo sueño.
Creyeron que las inquietudes de su viaje habían tenido respuestas, sin embargo, antes de regresar a Porvenir, de nuevo escucharon esa voz amable.
“Yo soy uno de esos klóketen, y me desposaron con mi amada mujer, cuando nos alejamos un poco del clan para completar la iniciación, sentimos truenos, pero no había vientos y nubes que indicaran que eso podría ocurrir”.
“Cuando llegamos a donde estaba nuestro clan, habían sido asesinados por la avaricia del ser humano y el genocidio del pueblo Ona o Selk´nam había comenzado”.
En silencio María Isabel y José, desmontaron el campamento y una vez dirigiéndose hacia Porvenir, de sus ojos brotaron lágrimas imposibles de reparar el daño causado, conjeturando qué habría sido de los recién desposados.
¿Habrían tenido la oportunidad de salvarse y huir a los contrafuertes al sur de Tierra del Fuego que bordean al Canal Beagle?
Sólo lo sabe su atribulado romance en esta agonía Selk’nam.
Fuente: Leyendas y mitos y otros relatos. Compilador: Sugubono Nahuel
Carlos Cabezas Gálvez
Escritor y ensayista
Freddy Mora | Imprimir | 1355