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martes 06 de mayo del 2025
Opinión 06-05-2025
Caminar la ciudad: una invitación a reencontrarnos con Linares

María de la Luz Reyes Parada
Bibliotecaria, escritora
Nadie que viva su día a día en Linares permanece ajeno a la enorme dificultad que implica desplazarse en vehículo, sin importar la hora ni el destino. Las calles, colapsadas por la locomoción pública y particular, dan cuenta de la alta cantidad de población flotante que acoge nuestra ciudad, algo que muchas veces no dimensionamos del todo. Centros clínicos y de salud, establecimientos educacionales de todos los niveles de escolaridad y el comercio en general, se han convertido en polos de atracción que tensan la movilidad urbana al límite.
Un punto neurálgico, casi a cualquier hora, es la calle Valentín Letelier y sus cruces perpendiculares, especialmente entre Yungay y San Martín. El tráfico denso, el ruido y el estrés que produce su tránsito, se vuelven protagonistas del día. Y no puedo evitar pensar en cómo era antes, cuando cruzábamos el pueblo de extremo a extremo sin mayor complicación, siempre apurados, pero sin esta sensación de agobio, peligro y caos constante.
El automóvil, que alguna vez fue símbolo de libertad, se ha transformado en una especie de extensión del cuerpo. Y, con el tiempo, hemos abusado de él. Lo usamos incluso para trayectos ridículamente cortos, buscando estacionar justo frente al destino, con tal de evitar caminar unos metros. En ese intento por ahorrar tiempo y esfuerzo, perdemos mucho más de lo que creemos: perdemos salud, perdemos contacto con el entorno, y perdemos la oportunidad de mirar de verdad la ciudad.
Expertos en salud recomiendan caminar entre 5 y 10 kilómetros al día —algo así como 30 cuadras o 10.000 pasos—. En solo 40 o 50 minutos, no solo activamos nuestro cuerpo, sino que reducimos el estrés, equilibramos nuestras emociones, mejoramos la respiración y, de paso, nos reconectamos con el espacio que habitamos. Caminar la ciudad es también una forma de habitarla con más conciencia.
Y es en ese gesto tan simple de mirar mientras andamos, que podemos comprender cómo Linares ha ido cambiando. Como una persona adulta que intenta adaptarse a un mundo que se transforma con rapidez, nuestra ciudad muestra signos de crecimiento y contradicción: calles estrechas, veredas angostas, casas silenciosas de fachada continua resistiendo el ruido, árboles que crujen por agua, sitios baldíos que anhelan ser jardines y no estacionamientos. Espacios que parecen pedir una oportunidad para florecer.
Quizás sea momento de cambiar el ritmo, de caminar más, mirar mejor y recuperar el equilibrio entre ciudad, cuerpo y mente. Porque con una buena actitud y algo de movimiento diario, no solo mejoramos nuestra salud, también aprendemos a habitar con más respeto y cariño el lugar que llamamos hogar.
Freddy Mora | Imprimir | 105