Hoy
domingo 11 de mayo del 2025
Opinión 23-09-2023
CUENTOS QUE PARECEN CUENTOS Balas en la espalda de mi novia y en la mía
Carlos Yáñez Olave
Escritor
Este cuento que parece cuento, es una realidad sucedida hace cincuenta años. Una peligrosa y ahora creíble aventura ocurrida junta a mi novia, en octubre de 1973.
Mi responsabilidad como funcionario de la junta provincial de auxilio escolar y becas, me correspondía u obligaba a presentarme en Santiago, oficinas de Junaeb a primera hora portando una nómina provincial de alumnos Linarenses favorecidos con becas, teniendo plazo fatal para su presentación a fines de octubre. Caso contrario perderían sus beneficios. Entonces viajaría de noche en tren que pasaba por estación de Linares aproximadamente a las cuatro de la madrugada. Por cuanto decidí esperar en lugar precedentemente señalado. Íbamos llegando más o menos, a las 19:00 hrs. junto a mi novia, cuando una patrulla militar apuntando con sus armas, nos detuvo. Pocos minutos faltaban para el “toque de queda”. Puse en conocimiento del suboficial a cargo de la patrulla, el motivo por el cual transitaba a esa hora en dirección al recinto ferroviario. Respondió que mi obligación era portar una autorización emanada de la Escuela de Artillería para los efectos pretendidos. No la tenía, porque erradamente deduje que era innecesaria, considerando que era suficiente la documentación que portaba para acreditar mis propósitos. Puse de manifiesto mi lejana dirección para regresar a esa hora a casa, pues ya se iniciaba la prohibición de transitar por aquellas calles que antes eran libres… Replicó que él no podía resolver este problema, agregando que en la próxima patrulla venía un oficial autorizado para esto. Acto seguido ordenó a los soldados, apuntando con sus fusiles, nos custodiaran hasta que llegara el teniente.
En aquel entonces nos encontrábamos en calle Brasil con Independencia, frente a la estación de ferrocarriles. Al frente se ubicaba comercial Bata. Nos mantuvieron en la entrada principal más o menos una hora. Instante en que llega una patrulla, de la cual, aún en movimiento (tipo jovencito de película), baja un arrogante oficial, quien llega corriendo hasta nosotros y los soldados que apuntaban con sus armas hambrientas. Mi novia, valiente mujer en ningún momento demostró temor o les tembló su presencia prepotente y heroica.
Consultó motivo de mi detención, a lo cual informó el sub-oficial sobre mi identificación y cometido ordenado por la Junaeb. El joven teniente, reaccionó con voz autoritaria, firme y resolutiva: ¡No porta autorización, por lo tanto, no pueden quedarse!
- ¡Pero, teniente! No podemos regresar a casa, estamos en hora de “toque de queda”.
- ¡No es mi problema! Replicó potentemente.
- ¡Oficial! Esta nómina es en extremo delicada. Si no la presento a primera hora en Santiago, muchos estudiantes de escasos recursos quedaran sin beneficio.
- ¡Le reitero, es su problema! Está infringiendo el toque de queda. Váyase corriendo por el centro de la calle Maipú y después pueden doblar por calle Arturo Prat. ¡Hasta ahí me hago responsable!
- ¡Vivo en calle Patricio Lynch!... ¿Qué debo hacer cuando llegue a Prat?
-¡Es su problema! …. ¡Ya, Partieron!!!
Tome a Carmen Gloria de la mano y nos fuimos corriendo por el centro de calle Maipú… No miento si confieso que ya sentía balas por la espalda. Obvio que nada de esto transmitía a mi compañera de aventura. Jadeantes llegamos hasta donde nos habían indicado. Los fusiles estaban en silencio. Pero era el inicio de la muerte. Pues ahora tenían motivo para balear. No corríamos ni hablábamos. Debíamos ocultarnos y mantener silencio y escondernos de las patrullas que constantemente recorrían las calles de Linares. Nos dirigimos en dirección a calle Esperanza, ocultándonos tras árboles de gruesos troncos, mamparas y rincones oscuros, en tanto pasaban los carros militares. Llegamos a la calle que nos conduciría a nuestro domicilio, azotados por el látigo del terror y suspenso.
Los corazones que antes ofrecían amor, ahora latían temerosos. Faltaban menos cuadras para llegar a la meta… Calle Esperanza esquina Carlos Condell. Ruido de carro militar… Las otras las habíamos eludido con suerte. Más ahora todo acaba. Parece que nos descubrieron…
En la esquina de Condell con esperanza a cuadra de mi casa había una casa con un sitio protegido por unas viejas tablas débiles… Entonces sin pasar más segundos, abracé a mi compañera y concentrado endurecí los músculos de mi espalda, golpeando con esta el cerco, el cual cedió sin quejarse. Rodando sobre un tupido follaje frondoso que permitía cubrirnos. Tendidos y casi sin respirar. Escuchamos que el carro con soldados se detenía por unos instantes para luego continuar por la calle que llegaría a Patricio Lynch. Entonces casi tras ellos cruzamos calle Esperanza negra y protectora. Otra vez se detuvieron para luego continuar hacia el sur. Una cuadra y detención… El portón de mi casa estaba a la vista. Corrimos hacia él. Lo abrí con rapidez y experiencia. Estando adentro lo cerramos apoyando nuestras espaldas en éste y el suelo nos ofreció asiento respirando agitados. Cerramos los ojos. No me recuerdo si quedamos dormidos. Los acelerados latidos de nuestros corazones exigían calma y celebración, puesto que no habíamos recibido BALAS EN LAS ESPALDAS. Tampoco nos habían detenido.
Freddy Mora | Imprimir | 422