miércoles 16 de julio del 2025
El Diario del Maule Sur
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Opinión 03-01-2023
VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA
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Este primero de enero de 2023, celebramos una fiesta mariana que tenemos que promover en todos los primero de enero, es la fiesta de María, Madre de Dios. Los católicos marianos tenemos que dar a conocer esta fiesta de amor y fervor.

María es Madre de Dios. Y esa verdad que recibimos desde que nos dan los primeros conocimientos de nuestra religión, se dice tan fácilmente, pero -si nos fijamos bien- es un milagro colosal, incomprensible, infinito.

Tampoco por cierto, fue siempre aceptada esta verdad. La Iglesia tuvo que convocar un Concilio, el de Éfeso, en el año 431 para condenar una herejía que pretendía demostrar que María era madre de Jesús-Hombre, mas no de Jesús-Dios. Y desde ese momento “María, Madre de Dios” es dogma de fe para los cristianos.

La Santísima Virgen María es, entonces, verdaderamente Madre de Dios porque su Hijo, Jesucristo, no sólo es Hombre, sino también Dios. No podía María, por supuesto, engendrar la divinidad de su Hijo, que como Dios es eterno, pero sin duda es Madre de Jesucristo que es Dios. Luego, es Madre de Dios. Así lo reconoció su prima Santa Isabel cuando, “llena del Espíritu Santo” ante la presencia de María, exclamó: “¿Quién soy yo para que venga a verme la Madre de mi Señor"? (Lc 1, 41-43).

Todas las gracias, dones y privilegios excepcionales de María se derivan del hecho de su maternidad divina, inclusive los recibidos cronológicamente antes de ser hecha Madre de Dios, como, por ejemplo, su Inmaculada Concepción. Así también, todas las gracias, dones y privilegios que nosotros recibimos son causados por ser María Madre de Dios, porque “concibiendo a Cristo, engendrándolo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó... con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia” (LG 10).

Por ello, en este ambiente de celebración del Nacimiento del Hijo, el cual nos refiere el Evangelio de hoy (Lc 2, 16-21) la Iglesia nos invita a celebrar el primer día de cada año a María, Madre de Dios... y Madre nuestra.

La moderna piedad popular lo ha captado bien y por eso ha anexado ese dato a esta oración: “Bendita sea por siempre la Santa Inmaculada Concepción de la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de Dios... y Madre nuestra”.

Leemos en la Segunda Lectura (Ga 4, 4-7) Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos. Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama "¡Abbá!", es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios

Parodiando a San Pablo, puesto que ya somos hijos, si podemos llamar así al Padre, también podemos llamar a la Madre: ¡Madre! ¡Madrecita! ¡Mamá! ¡Mamita!

Y, “tanto amó Dios al mundo, que le dio su Unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Así también, parodiando a San Juan Evangelista, podemos con propiedad decir que “tanto nos amó María, que también Ella, nos entregó a su Hijo único, para que todos tengamos vida eterna”.

Por eso Ella, que nos ha engendrado a tan alto precio -nada menos que al precio de la vida de su Hijo amadísimo- quiere que vivamos como verdaderos hijos suyos y del Padre Eterno.

Pero pareciera que nosotros no queremos vivir así. Decimos que queremos las gracias que nos vienen por manos de la Virgen, pero también queremos nuestra voluntad. Y las dos cosas no pueden ir juntas. Decimos que queremos vivir bajo el manto de la Virgen, pero también queremos vivir bajo el manto de nuestros caprichos. Decimos que queremos recibir los dones divinos, pero creemos que nuestros propios deseos son más importantes que esos dones.

Por eso en este primero de año, podríamos hacerle al Señor una carta en blanco, que comenzara en imitación a la Madre de Dios, por un “Hágase en mí según tus deseos” y terminara con un “Amén. Así sea”, dejando que Él, Padre infinitamente Sabio y Bondadoso, la llenara de sus deseos, de sus designios, de sus planes para nuestra vida.

Así podremos recibir desde este primer día del año la bendición con las palabras que Dios mismo nos dejó y que leemos en la Primera Lectura: (Num 6, 22-27) En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo: "Di a Aarón y a sus hijos: "De esta manera bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz". Así invocarán mi Nombre sobre los israelitas y Yo los bendeciré".
El amor a María es un don del verdadero cristianismo. No podemos ignorar a la Madre y menos profanar su nombre, como lo hacen algunos herejes. La construcción de una nueva cristiandad, tiene en María, San José y el Niño a un modelo de familia, santo, donde está la fuente salvífica de nuestro Dios Trino.

(*)Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

























Freddy Mora | Imprimir | 664