Hoy
miércoles 13 de agosto del 2025
Opinión 10-08-2025
Actitudes inconclusas: San Javier, París

Jaime González Sanhueza
jaimegonzalezs@gmail.com
Me desvelé a eso de las 4:00 AM, en pleno abril, París, Francia.2022 Otra vez, las mismas preguntas y ansiedades existenciales de todo ser finito tomaban por sorpresa a mi inquieto espíritu. Esa duda que nos asalta en un mal momento; en otras, se nos revela como lo más indómito y salvaje del ser. La noche danza en un lúgubre sueño pagano: musas imposibles, aviones tensos, carreteras colapsadas. En todo caso: nada nuevo. Lo de noctámbulo es un noble oficio de nacimiento. En las vacaciones de verano para combatirlo solía mirar las estrellas a través de la ventana , en aquel ensoñado barrio de Avenida España en Villa Alegre. ¿Por qué mirar hacia el infinito genera cierta paz?. ¿Será que ese diminuto punto lejano nos acerca a la inmortalidad? Ya sabrá usted que el gran problema de noctámbulo es el amanecer y la rutina que lo requiere al 100 y se está -100.El jet lag interior no es tan fácil de llevar. También lo llaman Burnout.
Estamos de viaje con mi hijo Felipe y mis padres. Es un escueto pero intenso tramo europeo: Madrid, Barcelona, París. Nos alojamos en una pequeña pieza de hotel. Muy parisina. Todo diminuto. Si recalco la mezquindad de sus espacios es porque la voz de Felipe lo resumió todo: —Papá, ¡hay que orinar desde fuera del baño! Según la señalética estamos en la Rue Cambronne
A sus 14 años a Felipe la ironía le fluye con esa sabiduría propia de la adolescencia más ensoñadora. Esa magia, ese brillo del ser que con los años parece irse durmiendo. No quiero parecer un pesimista mal agradecido. Sin embargo creo que la existencia tiene contados y efímeros momentos de plenitud desbordada. Siempre hay desencantos: la culpa, el amor, la muerte, los desencuentros, la soledad, el mundo en si cada vez más áspero. De todo esto sabe muy bien el audaz y tímido poeta: por ello combate esa abulia con la palabra. !Vive a concho, como un guerrero! ¡Volver a jugar como niños de viejos! Friedrich Nietzshe también no lo pudo decir mejor: “crecer es recuperar la seriedad como con la que jugábamos de niños.”
Mientras caminamos por París, recuerdo el anhelo del poeta sanjavierino Raimundo Echevarría. Le encantaba París, sin haberlo conocido. Anhelaba vivir como un parisino, inspirarse con un buen vino en la bohemia intelectual. Aunque también capitán Raimundo soñaba con ciudades azules que estaban cargadas de imágenes de su tierra natal, San Javier de Loncomilla. Su prosa oscura, hecha de paisajes de vino tinto, ninfas, melancolía, nostalgia por la sabiduría que se iba en manos de lo “moderno”, ese romanticismo se lo dio San Javier y la noche santiaguina. Lo mismo le pasaba a Jerónimo Lagos Lisboa con la tierra loncomillana. Ni hablar de Mariano Latorre y su inspiración en Huerta de Maule para dar vida a la novela más importante del criollismo y naturalismo chileno: Zurzulita. Es más, Latorre se inspiró en su amigo Raimundo Echevarría para crear al personaje principal de la obra: el indeciso Mateo. Zurzulita es una novela naturalista que atrapa al lector desde su historia hasta la estética obsesiva de Latorre por describir cada elemento del paisaje que lo rodea. Así Zurzulita es un viaje a las vendimias antiguas, cruzadas por el amor, el deseo, la muerte, la melancolía, el miedo a la modernidad, todo en un eterno río histórico de vino.
Seguimos a paso lento, cruzamos el río Sena mientras cae una especie de niebla, por estos lados le llamos: garúa. París huele a misticismo húmedo revolucionario, filosófico, histórico, literario y también al dolor de los caídos en las eternas guerras del poder siempre hambriento de más. La noche comienza a caer. Las luces de la ciudad se encienden y el cuerpo pide volver a casa. Con Felipe nos hemos perdido entre el Paris más clásico y la post modernidad del mismo. “Aquí tomaba café Sartre y Simone de Beauvoir “, comenta un turista argentino. Los muros susurran su prosa romántica, nocturna y revolucionaria. El frío parisino se parece al de Santiago, o al de San Javier. Las “manos provincianas” como decía Echevarría se ven casi azules.
No hay dinero para un Uber, así que Felipe decide volver en el Metro parisino.
La estación es un laberinto, una nave espacial sacada de Star Wars. Pagamos dos pasajes. Nunca tuvimos que validarlos. Fue raro… o fuimos impertinentes. No me pregunten cómo, pero sí: llegamos al ansiado tren. Nos entendemos en un precario francés. Nos señalan que hay que bajarse en la École Militaire. Felipe muy calmo expresa “tranquilo, se dónde es papá”.
Vaya buen laburo el de Felipe a sus 14. Años antes, a sus 12, había debutado como excelente anfitrión de viajes. Sin mayor duda y con una inédita experiencia realizó engorrosos y maduros trámites en el aeropuerto Arturo Merino Benítez ayudando a su abuela a concretar un viaje a Buenos Aires. Ahora pide Uber en Europa como si estuviéramos en Chile. —¡Míster Philip! —grita nuestro chofer al llegar.
Un día me hizo una oferta irresistible: —¿Quieres pasear por París en un Mercedes descapotable? Están en oferta —concluyó, imperativo. Felipe disfruta París como lo habría hecho Raimundo: como un flâneur.
Regreso al aquí y ahora.
Sí, estaba despertando en la pieza del hotel. Hay una casa muy parisina que colinda con nosotros. Escucho una especie de tertulia: franceses, alemanes, madrileños. Me asomo discretamente por la ventana. Los veo. Hay una parra, sillas, vino. Conversan apasionadamente. Pienso en Jerónimo, Raimundo y Jorge González Bastías en una casa de Juntas Viejas, en San Javier.
El madrileño advierte mi inocente espionaje. Me divisa como ave de presa. Se da vuelta, junta las manos frente a su boca y grita: — “¡Eh, tú! ¿Por qué no bajas y compartes un vino?”
“—No, gracias. Cuido a mi hijo —respondí. — ¡Ah, pero eso está muy bien! Que tengas buena noche. Y si te animas, bajas.”
No bajé. Pero me quedé pensando. Esa forma parisina, tan cosmopolita, tan invitadora al juego, al misterio ¿no será la misma que dio origen a genios como Voltaire, Sartre, Baudelaire, Rimbaud, Proust?
Mientras Felipe duerme en la escueta habitación, con la escasa agua mineral rezagada desde el avión, hice un brindis silencioso por los poetas maulinos y por este París que tanto los soñó y un San Javier que los vio nacer. Había que hacer ese brindis universal como fuera, de lo contrario el mismo Raimundo me habría reprochado desde su misma prosa con una :“Todas las actitudes inconclusas se duermen para siempre en el fondo de los pueblos”-
De vuelta en Chile, descorchamos junto a unos amigos un buen vino sanjavierino mientras recordamos la anécdota.
“...mis manos afiebradas
tomaban las copas empañadas
llenas de alcohol,
y sentía que entraba
ese vino en mi vida
como un gran corazón…”
(Raimundo Echevarría)
Freddy Mora | Imprimir | 182
Otras noticias

Cuando un tuit mueve el mercado

Delgada línea entre la estética y la ética: la publicidad que no queremos…

Liceos en toma: ¿Hasta cuándo se posterga la educación pública?

Que las mujeres estemos donde se toman las decisiones

Análisis sobre los conceptos de tolerancia y respeto desde la perspectiva…