domingo 17 de agosto del 2025
El Diario del Maule Sur
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Opinión 15-08-2025
Construcción territorial e identitaria a través de la lengua materna: Autoficción en autores chilenos (I)
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Nancy Tapia Navarrete

Diversas teorías literarias han tratado de conceptualizar y clasificar la literatura de autoficción, centrándose, generalmente en el quiebre del pacto mimético, es decir, qué es real y qué es ficción, dónde comienza y finaliza la novela para dar paso a lo autobiográfico y viceversa. El pacto, entonces se torna ambiguo, no existiendo la certeza para el lector del cómo “leer” este texto, especialmente si la línea divisoria se desdibuja, causando aún más confusión, pues necesitamos certezas. La propuesta de este artículo, va en busca de esas certezas, pero con los elementos narrativos y estéticos que ya posee el género de autoficción, comprendiendo su hibridaje y su génesis en un territorio distinto al europeo, en el que la lengua materna construyó territorio e identidad a través de un diálogo crítico entre los autores, narradores y espacio. El yo nominal como característica esencial de la autoficción nos da la pista: la introspección profunda e intencionada, el salto temporal en búsqueda de la memoria, el arraigo o desarraigo del territorio, nos daría el acercamiento a saber quiénes somos en un espacio latinoamericano multicultural de la época contemporánea, analizado a través de la lectura crítica de narradores chilenos como Zambra, Bolaños y, especialmente de Mihovilovich.
1. Alejandro Zambra:
Formas de volver a casa (2011), “la tercera novela del escritor chileno Alejandro Zambra, es una obra cuyo tema de interés dominante es la memoria, su constitución, la forma en que los recuerdos se organizan de manera orgánica como memoria” (Saavedra, 2017). El autor-narrador-personaje recrea el pasado a través de la memoria como eje fundamental que le permite comprender al adulto que es hoy, en otras palabras, la necesidad imperante de pertenecer a un territorio fragmentado por su historia política y eventos naturales (terremotos del 1985 y 2010).
Soliloquio intencionado: El yo es profundo, su función es comunicarse con el otro, con la persona. Se provoca, entonces, el diálogo entre autor, narrador y espacio. Recrea el pasado transformándose en un presente, da pistas:
Avanzo de a poco en la novela. Me paso el tiempo pensando en Claudia como si existiera, como si hubiera existido. Al comienzo dudaba incluso de su nombre. Pero es el nombre del noventa por ciento de las mujeres de mi generación. Es justo que se llame así. No me cansa el sonido, tampoco. Claudia. Me gusta mucho que mis personajes no tengan apellidos. Es un alivio (Capítulo II “La literatura de los padres”, p. 26).
Saltos temporales en búsqueda de la memoria: quiebres en los relatos, montajes. La metaficción es evidente, historia narrada dentro de la historia. ¿Qué es real? ¿Qué es ficticio? ¿Importa? Lo relevante es la construcción de un territorio, de una identidad que busca su arraigo, su pertenencia. La escritura protege al yo nominal del desamparo, del desarraigo. Las palabras evocan, permiten entender la adultez desde una retrospección.
¿Se enamoran? ¿Es una historia de amor? Eme pregunta y yo solamente sonrío. Llegó a media tarde, tomamos varias tazas de té y escuchamos un disco entero de The Kinks. Le pedí que me dejara leerle algunas páginas del manuscrito y de nuevo no quiso. Prefiero leerlas más adelante, me dijo. Estoy escribiendo sobre ti, la protagonista tiene mucho de ti, le dije, temerariamente. Con mayor razón, respondió, sonriendo: prefiero leerla más adelante. Pero me alegra muchísimo que hayas vuelto a escribir, agregó. Me gusta lo que te pasa cuando escribes. Escribir te hace bien, te protege. ¿Me protege de qué? Las palabras te protegen. Buscas frases, buscas palabras, eso es súper bueno, dijo. Luego me pidió más detalles sobre la historia. Le conté muy poco, lo mínimo. Al hablar sobre Claudia volví a dudar de su nombre (Capítulo II “La literatura de los padres”, p.31).
2. Roberto Bolaño:
Nocturno de Chile (2000) “es una novela que relata en primera persona el fluir de pensamientos de Sebastián Urrutia Lacroix (su seudónimo es H. Ibacache), sacerdote Opus Dei y crítico literario vinculado a la derecha pinochetista” (Marimón, 2020). El yo nominal, en esta novela, se presenta caótico, ambiguo. Irrumpe culposo; su diálogo con el pasado, desde un presente agónico, da cuenta de un adoctrinamiento fervoroso que termina quitándole la paz.
“Ahora me muero, pero tengo muchas cosas que decir todavía. Estaba en paz conmigo mismo. Mudo y en paz. Pero de improviso surgieron las cosas. Ese joven envejecido es el culpable. Yo estaba en paz. Ahora no estoy en paz” (Bolaño, p.7). El pasado irrumpe en la forma del “joven envejecido”, representa la conciencia del narrador-protagonista. El sacerdote joven vive y es cómplice de hechos que riñen con la moral y el silencio; no existe el cuestionamiento en ese pasado, sin embargo, el joven envejece y los recuerdos se amalgaman con una agonía que necesita ser redimida en el presente.
La memoria llevada a través del flujo o corriente de la conciencia, le da sentido al relato en la medida que expone la polarización y fragmentación de un territorio. La polifonía y los elementos intertextuales determinan, en gran medida, lo estético y verosímil del relato; tejen una trama identitaria que deja al descubierto los diversos arquetipos sociales y políticos de la época.
Saltos temporales en búsqueda de la memoria:
Y entonces, en la penumbra de mi enfermedad, veo su rostro feroz, su dulce rostro, y me pregunto: ¿soy yo el joven envejecido? ¿Esto es el verdadero, el gran terror, ser yo el joven envejecido que grita sin que nadie lo escuche? ¿Y que el pobre joven envejecido sea yo? Y entonces pasan a una velocidad de vértigo los rostros que admiré, los rostros que amé, odié, envidié, desprecié. Los rostros que protegí, los que ataqué, los rostros de los que me defendí, los que busqué vanamente. Y después se desata la tormenta de mierda. (Bolaño, p.74).
La memoria permite comprender la existencia desarraigada, cobarde y culposa en un presente castigador que no da tregua al sacerdote/escritor/crítico literario/profesor. Da luces de quién es, del ser humano degradado que es.



























Freddy Mora | Imprimir | 83