viernes 20 de septiembre del 2024
El Diario del Maule Sur
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Opinión 03-08-2024
DELHEID KLUGKIST NIESE DE ROSENKRANZ (1) Fundadora de la Cruz Roja, Filial Linares

(Manuel Quevedo Méndez)

Nació en Valparaíso el 24 julio 1863, hija del matrimonio formado por d. Friedrich Heinrich Eberhard Klustgkist Caspar y doña Louise Sophie Caroline Niese, antecedida por sus hermanas Sophie, Wilhelmine y Henriette.
Era joven, hermosa y la vida le sonreía. Visitando a un familiar enfermo, en el Sanatorio Alemán (Valparaíso), se cruza en los pasillos con un apuesto joven que llamó su atención. Comentando lo sucedido con el enfermo, ingresa una de las religiosas enfermeras, señalándole que una persona deseaba conocerla. Extrañada salió, y la enfermera religiosa los presentó. Se encontró con Wilhelm Heinrich Rosenkranz, apuesto joven alemán que había despertado su interés. Él había sentido lo mismo por ella. Amor a primera vista. El 16 abril 1885, contraen matrimonio en Valparaíso, ante el Oficial Civil y después, ante el Pastor de la Iglesia Evangélica Alemana.
Se trasladan a Linares donde su esposo, ingeniero contratado para la construcción de los ferrocarriles, había instalado una cervecería. Del matrimonio nacieron Rosa Anna Clara, 8 de mayo 1886, en Valparaíso; Guillermo Conrado el 2 de octubre 1887 y Carlos Federico Miguel el 30 de mayo 1889, los dos últimos en Linares. Después del nacimiento del tercero de sus hijos, le informan que su padre, Friedrich Klusgtkist, falleció en Valparaíso, el 17 de octubre, de una afección cardíaca.
Viaja a Valparaíso para acompañar a su madre y hermanas. Regresa a Linares, junto a su marido. Los negocios prosperaban y el porvenir era venturoso. Su esposo había mandado muestras de sus productos a la Exposición Internacional de París, cuyo producto -Cerveza Rosenkranz, de Linares-, obtuvo medalla de oro, el 29 de septiembre de 1889. Su esposo viajó a Alemania, atendió asuntos familiares, adquirió maquinaria para la industria cervecera, las envió por vapor a Chile y embarcó el 28 de junio 1890, en Amberes, de regreso a Chile.
Entre Punta Arenas y Coronel, el “Virjilia” naufragó en el estrecho de Magallanes, los restos son encontrados al sur el Cabo Pilar en las costas de la isla Desolación. Fecha estimada del naufragio, 13 de agosto 1890, cuando el “Sorata” divisó al “Virjilia” en Cabo Tamar. Nunca se supo del vapor ni de sus pasajeros.
Con antelación, “Laila”, como se le conocía, estaba preparada para recibir a su marido, regreso anunciado para fines de agosto. La casa engalanada -banderas de Chile y Alemania- y guirnaldas multicolores. Cada día se levantaba con la secreta esperanza que, en el tren del sur, su esposo llegaría.
Nada sucedía, hasta que la prensa de Valparaíso publicó la noticia sobre el “Virjilia” y sus pasajeros. Noticia que le ocultaban a “Laila”, ella presintió que algo ocurría al ver que no llegaban diarios del norte ni correspondencia y que mucha gente de Linares le hacía visitas de cortesía, sin revelarle el motivo. Un día, interceptó al mozo obligándole a que le entregara la correspondencia. Revisa los diarios. Se entera de la triste noticia. Los restos del “Virjilia” fueron ubicados, sin rastros de pasajeros.
Sola, tres niños pequeños, uno poco más de un año; sus familiares residen en Valparaíso. Con dolor, y velando por el futuro de sus hijos, optó por vivir en Valparaíso. La cervecería quedó a cargo del administrador.
Mantuvo secreta y remota esperanza que su esposo Guillermo habría salvado del naufragio y yacía abandonado junto a otros pasajeros, en alguna isla de Chile austral. Que otro vapor rescataría y traería al centro del país. Desecha volver a casarse, vivió con la esperanza del retorno de su esposo, hasta el día de su muerte (1950).
Instalada en Valparaíso junto a su madre y hermanas, la muerte otra vez golpeó a la familia. El 3 de diciembre 1890, con dolor por la pérdida de su esposo, falleció su madre Louise Niese y una vez más el silente cortejo enfiló sus pasos hasta el mausoleo familiar del Cementerio de Disidentes.
El país, con un Parlamento enfrentado al gobierno del presidente Balmaceda, dio lugar a la Revolución de 1891. Pena y dolor en muchos hogares. El porvenir no era sonriente. Con temple característico “Laila” retomó sus actividades, mientras el país restañaba las heridas dejadas por la revolución.
Duró poco la tranquilidad, en la zona central se había declarado una epidemia de tifus (enfermedad sin remedio, por esos años), y los cementerios abrían sus puertas para recibir a las víctimas del flagelo. Los habitantes de Valparaíso tomaron todas las precauciones, pero la enfermedad también alcanzó a “Laila” y sus hermanas.
Con impotencia, febrero de 1896, vieron morir a Alfred John Sutherland, 10 años, hijo de su hermana Henriette. En marzo fallecía Henriette Jane Sutherland, 6 años y luego su hermana Henriette. Tres vidas arrebatadas en corto tiempo, se unían al pequeño Alexander Heinrich Sutherland fallecido en julio de 1886, a con 4 años.
Con la situación de su cuñado Alexander, y comprendiendo que los niños necesitaban una madre, “Laila” se hizo cargo de 5 de los 6 hijos sobrevivientes de su hermana, a quienes cobijó, educó con abnegación y sacrificios sin límites. Poco después su cuñado contrae matrimonio, formando otra familia.
“Laila” acostumbraba a viajar a Linares en verano, para ver la marcha de la cervecería y para que los niños tomaran otros aires.
El destino, una vez más, se ensañaría con la familia. Estando en Linares, su hijo Guillermo Conrado enfermó repentinamente. Diagnóstico lapidario: ¡tifus! ...terrible enfermedad, nada pudo hacer la ciencia médica, el 21 de febrero de 1900, con solo 13 años, el pequeño caía víctima del mal. Con el alma destrozada por la pena, retornó a Valparaíso, llevando los restos de su hijo, los depositó en el mausoleo junto a sus padres. Como recuerdo, guardó hasta su ancianidad los juguetes de Guillermo.
La vida familiar retomó su ritmo en Valparaíso, cuando al atardecer del 6 de agosto de 1906 la tierra empezó a temblar como si quisieran despedazarla. Un terrible terremoto que dejó solo ruina y desolación. “Laila” decidió venirse a vivir en Linares, anhelante de enfrentar mejores tiempos y olvidar sinsabores.
En abril de 1907 su hija Rosa Anna, contrajo matrimonio con Desiderio Kreft Grossheim y comenzaron a llegar los hijos. Primero Sylvia Anita, luego Hildegard Gertrud y así sucesivamente, trayendo nueva vida familiar. Por su parte, sus hermanas Sophie Amalie y Wilhelmine que permanecieron en Valparaíso, en 1913 decidieron viajar a Alemania, para visitar a los parientes. Entusiasmada “Laila”, convinieron en que después viajaría y se uniría a sus hermanas. Lamentablemente cuando se aprestaba a viajar, desde Europa recibió la noticia que el 22 de diciembre 1913, su hermana Sophie había fallecido, siendo sepultada en Berlín. Luego se producía el crimen de Sarajevo y comenzaba la Primera Guerra Mundial, echando por tierra la esperanza de “Laila” para viajar.
En su vida, había una faceta poco conocida, su solidaridad hacia los pobres y desamparados. Humildes hombres y mujeres del pueblo, a quienes acogía con bondad y nunca dejó de ayudarles, o dar una palabra de cariño. Su alma lacerada había plasmado el dolor en caridad y ello no pasaba desapercibido para el pueblo.
El 26 de diciembre de 1921, asiste a una invitación del Intendente de la provincia, d. Víctor Acuña, autoridades y personas más representativas de Linares para reunirse en la Intendencia, y ver modo de fundar en la ciudad una filial de la Cruz Roja Chilena. Se eligió un directorio provisorio, encabezado por el alcalde; vicepresidentes el Comandante del Grupo de Artillería Nº3 “Aldunate” y la Sra. Adelaida.
Reunidos el 29 de diciembre, se acordó citar a Junta General de Socios (2 de enero de 1922), en el Teatro Victoria, concurriendo gran cantidad de gente, acordándose constituir la filial Linares de la Cruz Roja Chilena. Se nombra presidente Honorario al Intendente d. Víctor Acuña y presidente a la Sra. Adelaida, cargo que ejercería sin interrupción hasta el 28 de enero 1935, entregando su mandato, una entidad consolidada y prestigiada, con sede propia y medios necesarios para su funcionamiento.
Entre otros, colaboradores inmediatos fueron Manuel Gatti, Carmela Villarroel, Adriana del Solar, Luis Gana y los doctores Víctor Lucio Illanes y José de la Fuente. Careciendo de todo y con necesidades apremiantes, personalmente tocó muchas puertas. Algunas, generosas se abrieron; otras, cortésmente se cerraron. Incansable, en el coche de Dominguita Cuellar, visitó campos aledaños llamando a la generosidad ciudadana. En no pocas oportunidades retornó con las manos vacías, pero sin emitir una crítica o proferir una palabra de desaliento.
Estimó necesario viajar a Santiago acompañada por tía Hilda, donde fue recibida en el Palacio de La Moneda por el Presidente Arturo Alessandri Palma, quien la escuchó con atención y le brindó la ayuda que requería, lo que la hizo retornar a Linares con fe y optimismo en la labor que voluntariamente se había impuesto.
Lentamente la Cruz Roja de Linares fue tomando forma y sus habitantes se sintieron comprometidos con la institución, creándose brigadas juveniles en los establecimientos escolares femeninos de la provincia.
A medida que la Cruz Roja crecía, también en el corazón de los linarenses, aumentaba el cariño que sentían por esta gran benefactora. (Bibliografía: Sergio Barriga Kreft, bisnieto de Adelaida de Rosenkranz, textos y foto)







Freddy Mora | Imprimir | 441