Marcelo Sepúlveda, profesor de Retiro

Recién te conozco, venías de un viaje calmo en la dulzura del seno de tu madre: Eres marinero en alta mar, alegría, dulzura y emoción. Fui a verte, a escuchar tu llanto, a peinar tu cabellera, a mirarte a los ojos, darte la bienvenida a este mundo y desear toda una vida de quietud en tránsito permanente, concordia y comunión, confianza en quienes te resguardan durante tus primeros días de vida.
Quizás, a otros no interese, quizás mi radiante orgullo se desprenda en la floración de primavera; entonces, te nombro valiente ángel de mi guarda y dulce compañía, quizás algunas nubes asustan a los pasajeros errantes, quizás amanece el día. Te llamaré por tu nombre, escribiré sobre tierra húmeda, dejaré madurar el pasto, florecer la camelia y el rosal, escuchar las voces antiquísimas que se aposentan en mi memoria y se resguardan en la semilla del trigal.
Más allá de círculo polar, la mente se duerme para recitar canción de cuna en abrazo; cobijar al recién llegado, agradecer su resplandor en aureola, elegir el día y la hora exacta; no hay variación posible, el tiempo es medida en acuerdo; más, no podemos transitar entre el salto al ahora o al entonces o desde el allí al mañana; nos hace falta establecer márgenes, dudas y conflicto, acierto y pesadumbre, aceptar la validez de la experiencia que suma sabiduría y la fragilidad inicial del ser humano en este planeta habitable.
Hoy fue muy temprano; de hecho, de madrugada, cuando anuncias tu llegada; tu padre te miró con inusitada sorpresa, venías apurando el tranco, reclamando un lugar en este inmenso universo y yo inquieto, a penas atento entre la nebulosa del sueño provocado, me llegó la noticia, se repartió por la fibra óptica y sin perderse entre agujeros negros, me acerqué frente a tu pequeñez, pude acurrucarte entre mis brazos y escuchar tu llanto.
El planeta tierra sufre entre hambre y guerra, se desmoronan los grandes aciertos para dar lugar a nuevas teorías y serán los niños recién nacidos quienes deberán transitar entre los escondrijos de este siglo XXI, ellos escribirán en láser sobre los adoquines sempiternos, darán cauce al agua, descubrirán noches asoleadas, amanecer y crepúsculo y silencio…total silencio absoluto.
Hace unos días, pude reconocer tu rostro, fijarme con atención en tus rasgos, proteger el sentimiento de asombro ante la existencia humana, en aquellos detalle que construyen una particular personalidad. Bienvenido… Muy bienvenido el retoño de cristal, miradas hacia el infinito, recuerdos por resguardar para cuando preguntes a temprana edad…