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sábado 05 de julio del 2025
Opinión 05-07-2025
El suelo: nuestro patrimonio olvidado

Javier Lopatin, académico Facultad de Ingeniería y Ciencias UAI e investigador titular de Data Observatory
El suelo es el mayor sumidero de carbono terrestre del planeta. Lejos de ser solo piedra molida o minerales, está lleno de vida y microorganismos que sustentan los servicios ecosistémicos que permiten la existencia misma en la Tierra. Uno de los mayores temores de la ciencia hoy es que, al calentarse el planeta, parte importante del carbono almacenado en los suelos se libere, transformándolos en emisores de gases de efecto invernadero.
La actividad microbiana en el suelo tiene un impacto gigantesco en la atmósfera: los microbios ayudan a transformar y almacenar el carbono orgánico–pensemos en hojas caídas, tocones en descomposición y hierbas secas–, manteniéndolo fuera del aire que respiramos. Esta materia orgánica no solo captura carbono, sino que también otorga al suelo su capacidad para absorber y retener agua, reducir inundaciones y ser una fuente de nutrientes para la vegetación.
El IPCC advierte que el sistema alimentario mundial está en crisis por el descenso de la producción agrícola. La ONU, por su parte, alerta sobre la disminución de la biodiversidad microbiana y la productividad de los suelos, así como de su capacidad de retener agua y secuestrar carbono. Restaurar suelos degradados es lento y costoso, por ello debemos priorizar su cuidado con prácticas que eviten la erosión, la pérdida de nutrientes y la contaminación.
¿Y qué pasa en Chile? Somos uno de los pocos países de la OCDE sin una Ley de Protección de Suelos, a pesar de que distintos sectores la han solicitado durante décadas. Esto resulta inexcusable considerando que, según estimaciones de la FAO, para 2050 la superficie disponible de suelo productivo se reducirá a la mitad, lo que haría imposible alimentar a una población mundial proyectada de 9 mil millones de personas. La única alternativa sería incrementar los rendimientos agrícolas, pero lograrlo en suelos empobrecidos es prácticamente imposible.
Los cambios en las dietas de la sociedad contemporánea exigen además un uso intensivo del suelo, principalmente por la creciente demanda de carne y lácteos, lo que se traduce en la necesidad de más de 1.000 millones de toneladas adicionales de cereales y 200 millones de toneladas de productos ganaderos para el 2050. A esto se suma una gran desigualdad en el acceso al suelo.
En nuestro país, las superficies aptas para agricultura y ganadería suman apenas 23,5 millones de hectáreas, menos de un tercio del territorio nacional. Sin embargo, según la FAO, en Chile seguimos perdiendo suelo debido principalmente al avance urbano descontrolado; la contaminación con elementos tóxicos; la falta de conciencia, conocimiento y educación sobre la importancia del suelo; la ausencia de políticas públicas y de un marco legal que proteja este recurso; y su actual estado de degradación física, química y biológica, producto –en gran parte– de malas prácticas derivadas de la Ley de Fomento Forestal.
Es momento de crecer como país y avanzar hacia nuevas prácticas productivas que garanticen la conservación del patrimonio más escondido e ignorado de Chile: sus suelos. Cuidar el suelo hoy es garantizar la vida mañana.
El suelo es el mayor sumidero de carbono terrestre del planeta. Lejos de ser solo piedra molida o minerales, está lleno de vida y microorganismos que sustentan los servicios ecosistémicos que permiten la existencia misma en la Tierra. Uno de los mayores temores de la ciencia hoy es que, al calentarse el planeta, parte importante del carbono almacenado en los suelos se libere, transformándolos en emisores de gases de efecto invernadero.
La actividad microbiana en el suelo tiene un impacto gigantesco en la atmósfera: los microbios ayudan a transformar y almacenar el carbono orgánico–pensemos en hojas caídas, tocones en descomposición y hierbas secas–, manteniéndolo fuera del aire que respiramos. Esta materia orgánica no solo captura carbono, sino que también otorga al suelo su capacidad para absorber y retener agua, reducir inundaciones y ser una fuente de nutrientes para la vegetación.
El IPCC advierte que el sistema alimentario mundial está en crisis por el descenso de la producción agrícola. La ONU, por su parte, alerta sobre la disminución de la biodiversidad microbiana y la productividad de los suelos, así como de su capacidad de retener agua y secuestrar carbono. Restaurar suelos degradados es lento y costoso, por ello debemos priorizar su cuidado con prácticas que eviten la erosión, la pérdida de nutrientes y la contaminación.
¿Y qué pasa en Chile? Somos uno de los pocos países de la OCDE sin una Ley de Protección de Suelos, a pesar de que distintos sectores la han solicitado durante décadas. Esto resulta inexcusable considerando que, según estimaciones de la FAO, para 2050 la superficie disponible de suelo productivo se reducirá a la mitad, lo que haría imposible alimentar a una población mundial proyectada de 9 mil millones de personas. La única alternativa sería incrementar los rendimientos agrícolas, pero lograrlo en suelos empobrecidos es prácticamente imposible.
Los cambios en las dietas de la sociedad contemporánea exigen además un uso intensivo del suelo, principalmente por la creciente demanda de carne y lácteos, lo que se traduce en la necesidad de más de 1.000 millones de toneladas adicionales de cereales y 200 millones de toneladas de productos ganaderos para el 2050. A esto se suma una gran desigualdad en el acceso al suelo.
En nuestro país, las superficies aptas para agricultura y ganadería suman apenas 23,5 millones de hectáreas, menos de un tercio del territorio nacional. Sin embargo, según la FAO, en Chile seguimos perdiendo suelo debido principalmente al avance urbano descontrolado; la contaminación con elementos tóxicos; la falta de conciencia, conocimiento y educación sobre la importancia del suelo; la ausencia de políticas públicas y de un marco legal que proteja este recurso; y su actual estado de degradación física, química y biológica, producto –en gran parte– de malas prácticas derivadas de la Ley de Fomento Forestal.
Es momento de crecer como país y avanzar hacia nuevas prácticas productivas que garanticen la conservación del patrimonio más escondido e ignorado de Chile: sus suelos. Cuidar el suelo hoy es garantizar la vida mañana.
Freddy Mora | Imprimir | 58