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sábado 21 de junio del 2025
Opinión 11-07-2023
FUNDACIONES, CHANCHULLOS E HIPOCRESÍA

Fernando Freire González
Alumno de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez
Hace ya un largo tiempo se convirtió en axioma la (necia) creencia de que se necesitaba gente joven y nueva que reemplazara a gente vieja y antigua para reencantar la política, esto es, hacerla creíble luego de todos los estropicios de los gobiernos anteriores y salvar a la Nación. Por consiguiente, aunque es debatible, siendo nuevo, automáticamente se asocia a la esperanza y a ese entusiasmo de suponer que a la vuelta de la esquina podemos alcanzar la prosperidad; y en breve, siendo nuevo aún no se ha tenido tiempo de caer en los delitos y pecados de la vieja política del incorrecto y equivocado Chile del pasado. Sin embargo, la historia humana siempre nos regala ejemplos de situaciones en que nuevas generaciones se asoman, critican, reprochan y ofrecen la salvación eterna, pero a la hora de los quiubos terminan cometiendo los viejos sucios trucos de la política, mintiendo, fingiendo y prometiendo falsamente.
Desde antes de su llegada al gobierno, Revolución Democrática, el Frente Amplio y sus sectas, siempre hicieron alardes de su pureza entendida como virtud espiritual cercana a la condición de beato. Con el puño en alto, rechazo y rabia en la marcha y la toma, fueron candidatos a salvadores al encarnar en sus tersas pieles una ética y moral superior a la de las antiguas generaciones de políticos. Solo bastó un tiempo para ser captados por el aparato público y aprender a llevar a cabo el bribonaje que la Concertación llevó a cabo en su tiempo de gobierno.
La idea de desviar fondos públicos para fines ideológicos y políticos partidistas no es nada nuevo y fue la vieja técnica institucional de los gobiernos de la Concertación. Pero como las viejas técnicas siempre se repiten, Revolución Democrática resultó ser un alumno aventajado al ser partícipe de un escándalo de corrupción cuando una de sus fundaciones recibió un giro directo por 500.000 dólares de la seremi de Antofagasta, militante del mismo partido. No sabemos aún cuantos casos de irregularidad en traspasos de plata desde el gobierno central o regional a diversas fundaciones existen hasta el momento, no obstante, este funesto episodio era lo único que le faltaba al gobierno para tocar fondo. En todo caso, el excelentísimo Presidente de la República, Gabriel Boric, predicador de púlpito a tiempo completo, ha anunciado la creación de una comisión para la probidad y transparencia en un intento de aplacar los chanchullos entre fundaciones y el Estado, que ensombrecen las amorosas promesas de honestidad que siempre han ofrecido.
Pero hay que tener paciencia. La probidad y la transparencia les importa un huevo. Estos mecanismos requieren sus propios preparativos. El fingimiento, el aparentar, y en definitiva la hipocresía, es la más onda de las mentiras. Los hipócritas transforman su vida en una mentira metódicamente organizada, inclusive si las necesidades requieren hacer una comedia ante el público – que supera por mucho las ingenuas gracias de Cantinflas – amenazando con ceño de justicia aplicar sanciones, cortar las cabezas de los posibles responsables y vociferar sobre la condición de honestidad material e intelectual por la cual ni se roba ni abusa ni se saca provecho de bienes ajenos públicos. Sin embargo, ya hechos los abrazos, los aplausos, y una vez que el público muerde el anzuelo y se apacigua, se quitan el disfraz y se lavan las manos.
Recordemos lo que decía el filósofo chino Confucio: cuando en un reino comienza a hablarse mucho de la ley, la honestidad y la justicia, es justamente cuando dichas virtudes han desaparecido. En efecto, cada palabra que emerge automáticamente de labios de las autoridades de gobierno con respecto al tema de la probidad, transparencia y honestidad, lo es con la más completa conciencia de que saben perfectamente bien que no emprenderán acción ninguna que pudiera llevar a ese resultado. Si siempre es posible que a uno le crean… Como decía el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels: "Miente miente que algo queda". El mentir y el prometer tiene esa virtud, a saber, que uno cosecha beneficios mucho antes de que llegue a descubrirse que eran promesas falsas y mentiras verdaderas.
Alumno de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez
Hace ya un largo tiempo se convirtió en axioma la (necia) creencia de que se necesitaba gente joven y nueva que reemplazara a gente vieja y antigua para reencantar la política, esto es, hacerla creíble luego de todos los estropicios de los gobiernos anteriores y salvar a la Nación. Por consiguiente, aunque es debatible, siendo nuevo, automáticamente se asocia a la esperanza y a ese entusiasmo de suponer que a la vuelta de la esquina podemos alcanzar la prosperidad; y en breve, siendo nuevo aún no se ha tenido tiempo de caer en los delitos y pecados de la vieja política del incorrecto y equivocado Chile del pasado. Sin embargo, la historia humana siempre nos regala ejemplos de situaciones en que nuevas generaciones se asoman, critican, reprochan y ofrecen la salvación eterna, pero a la hora de los quiubos terminan cometiendo los viejos sucios trucos de la política, mintiendo, fingiendo y prometiendo falsamente.
Desde antes de su llegada al gobierno, Revolución Democrática, el Frente Amplio y sus sectas, siempre hicieron alardes de su pureza entendida como virtud espiritual cercana a la condición de beato. Con el puño en alto, rechazo y rabia en la marcha y la toma, fueron candidatos a salvadores al encarnar en sus tersas pieles una ética y moral superior a la de las antiguas generaciones de políticos. Solo bastó un tiempo para ser captados por el aparato público y aprender a llevar a cabo el bribonaje que la Concertación llevó a cabo en su tiempo de gobierno.
La idea de desviar fondos públicos para fines ideológicos y políticos partidistas no es nada nuevo y fue la vieja técnica institucional de los gobiernos de la Concertación. Pero como las viejas técnicas siempre se repiten, Revolución Democrática resultó ser un alumno aventajado al ser partícipe de un escándalo de corrupción cuando una de sus fundaciones recibió un giro directo por 500.000 dólares de la seremi de Antofagasta, militante del mismo partido. No sabemos aún cuantos casos de irregularidad en traspasos de plata desde el gobierno central o regional a diversas fundaciones existen hasta el momento, no obstante, este funesto episodio era lo único que le faltaba al gobierno para tocar fondo. En todo caso, el excelentísimo Presidente de la República, Gabriel Boric, predicador de púlpito a tiempo completo, ha anunciado la creación de una comisión para la probidad y transparencia en un intento de aplacar los chanchullos entre fundaciones y el Estado, que ensombrecen las amorosas promesas de honestidad que siempre han ofrecido.
Pero hay que tener paciencia. La probidad y la transparencia les importa un huevo. Estos mecanismos requieren sus propios preparativos. El fingimiento, el aparentar, y en definitiva la hipocresía, es la más onda de las mentiras. Los hipócritas transforman su vida en una mentira metódicamente organizada, inclusive si las necesidades requieren hacer una comedia ante el público – que supera por mucho las ingenuas gracias de Cantinflas – amenazando con ceño de justicia aplicar sanciones, cortar las cabezas de los posibles responsables y vociferar sobre la condición de honestidad material e intelectual por la cual ni se roba ni abusa ni se saca provecho de bienes ajenos públicos. Sin embargo, ya hechos los abrazos, los aplausos, y una vez que el público muerde el anzuelo y se apacigua, se quitan el disfraz y se lavan las manos.
Recordemos lo que decía el filósofo chino Confucio: cuando en un reino comienza a hablarse mucho de la ley, la honestidad y la justicia, es justamente cuando dichas virtudes han desaparecido. En efecto, cada palabra que emerge automáticamente de labios de las autoridades de gobierno con respecto al tema de la probidad, transparencia y honestidad, lo es con la más completa conciencia de que saben perfectamente bien que no emprenderán acción ninguna que pudiera llevar a ese resultado. Si siempre es posible que a uno le crean… Como decía el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels: "Miente miente que algo queda". El mentir y el prometer tiene esa virtud, a saber, que uno cosecha beneficios mucho antes de que llegue a descubrirse que eran promesas falsas y mentiras verdaderas.
Freddy Mora | Imprimir | 947