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martes 01 de julio del 2025
Crónica 08-10-2022
Hoy: Heraldo Gajardo, uno de los últimos sastres de barrio en Linares

La feria Enrique Chacón que se ubica detrás del emblemático terminal de buses de Januario Espinoza de la ciudad de Linares, es un lugar que nos transporta a tiempos pasados, cuando las ferias libres tenían una gravitancia especial en la comunidad. Además de las frutas y verduras frescas de estación, las ferias se constituían en un punto de encuentro social para los vecinos.
Recorremos los pasillos estrechos y entre frutas y verduras vamos encontrando frutos secos, plantas, artesanía, neumáticos y de un cuanto hay, que le dan un aire singular y acogedor al recinto. No vemos aglomeraciones ni prisa en clientes ni locatarios, aquí es una especie de punto aparte de la vorágine de la ciudad, sin duda un lugar especial.
Cuando ya creímos haber visto todo lo que ofrece este pequeño mundo, nos encontramos con un local que marca un punto aparte en nuestro recorrido. Nos referimos al local "Arica", en el pasillo 2 local 35. Este espacio, con una atmósfera vintage que parece suspendido en el tiempo, es el hábitat de don Heraldo Patricio Gajardo Peñailillo, un Linarense de 62 años con una historia de vida muy singular, una historia con más de 40 años a la que se niega a renunciar ya que conserva un par de oficios que por estos días ya no se ven: "reparador de máquinas de coser" y "restaurador de ropa" .
Cuando ingresamos a este espacio encontramos múltiples detalles que configuran una estética clásica de taller de barrio. Don Heraldo nos recibe sonriente y amable. Tiene cara de buena gente y goza de una simpatía que sabe mezclar muy bien con genuina humildad. Sus gestos, expresiones y lenguaje son propios de un caballero de la época de nuestros viejos. Es oriundo de la población Arturo Prat en el sector sur, detrás de la emblemática población Batuco de Linares. Salió joven a buscarse la vida y se asentó por largos años en la nortina ciudad de Arica donde conoció el arte de la confección que se convirtió en su gran pasión. Se desempeñó en empresas tan emblemáticas como Wrangler, para luego trasladarse a Viña del Mar desde donde siguió su camino de especialización como sastre, realizando además cursos relativos al rubro como técnico en máquinas de coser.
En la ciudad jardín se desempeñó en empresas dedicadas a la confección de uniformes militares como Antuan y Winiker. Como suele suceder, don Heraldo sentía nostalgia por su tierra, por su origen, y un día cualquiera emprendió el regreso a Linares. Fue así como se instaló en la feria y comenzó desde cero una vez más, tenía la experiencia, la especialización y las ganas, pero había pasado demasiado tiempo por lo que nadie lo conocía. Los vecinos de la feria fueron sus primeros clientes y con el boca a boca se fue dando a conocer y no tardó en hacerse de una clientela que hasta hoy se mantiene en constante crecimiento .
Hoy don Heraldo es reconocido por la meticulosidad y dedicación que pone en cada uno de sus trabajos. Se nota que le gusta lo que hace y con indisimulado orgullo nos comenta: "A mí me gusta mi pega y por eso la hago bien, no estaría en esto si no lo hiciera bien". Y tiene razón porque en el rato que estuvimos en su taller, no paró en llegar gente a buscar o dejar trabajos. Los elogios y recomendaciones hacia él marcaron nuestra visita al local del que, sin duda, es un fiel representante de los últimos técnicos en máquinas de coser, de los últimos restauradores de ropa y sastres de barrio. Entrañables personajes urbanos que se constituyen en el eslabón que nos conecta con nuestros recuerdos más íntimos. Oficios como el de don Heraldo hoy están siendo resignificados y poco a poco surge clientela de nuevas generaciones que saben darle el valor que representan los últimos sastres de barrio que son parte de nuestra identidad, de nuestro patrimonio y de nuestra forma de vida provinciana.
Recorremos los pasillos estrechos y entre frutas y verduras vamos encontrando frutos secos, plantas, artesanía, neumáticos y de un cuanto hay, que le dan un aire singular y acogedor al recinto. No vemos aglomeraciones ni prisa en clientes ni locatarios, aquí es una especie de punto aparte de la vorágine de la ciudad, sin duda un lugar especial.
Cuando ya creímos haber visto todo lo que ofrece este pequeño mundo, nos encontramos con un local que marca un punto aparte en nuestro recorrido. Nos referimos al local "Arica", en el pasillo 2 local 35. Este espacio, con una atmósfera vintage que parece suspendido en el tiempo, es el hábitat de don Heraldo Patricio Gajardo Peñailillo, un Linarense de 62 años con una historia de vida muy singular, una historia con más de 40 años a la que se niega a renunciar ya que conserva un par de oficios que por estos días ya no se ven: "reparador de máquinas de coser" y "restaurador de ropa" .
Cuando ingresamos a este espacio encontramos múltiples detalles que configuran una estética clásica de taller de barrio. Don Heraldo nos recibe sonriente y amable. Tiene cara de buena gente y goza de una simpatía que sabe mezclar muy bien con genuina humildad. Sus gestos, expresiones y lenguaje son propios de un caballero de la época de nuestros viejos. Es oriundo de la población Arturo Prat en el sector sur, detrás de la emblemática población Batuco de Linares. Salió joven a buscarse la vida y se asentó por largos años en la nortina ciudad de Arica donde conoció el arte de la confección que se convirtió en su gran pasión. Se desempeñó en empresas tan emblemáticas como Wrangler, para luego trasladarse a Viña del Mar desde donde siguió su camino de especialización como sastre, realizando además cursos relativos al rubro como técnico en máquinas de coser.
En la ciudad jardín se desempeñó en empresas dedicadas a la confección de uniformes militares como Antuan y Winiker. Como suele suceder, don Heraldo sentía nostalgia por su tierra, por su origen, y un día cualquiera emprendió el regreso a Linares. Fue así como se instaló en la feria y comenzó desde cero una vez más, tenía la experiencia, la especialización y las ganas, pero había pasado demasiado tiempo por lo que nadie lo conocía. Los vecinos de la feria fueron sus primeros clientes y con el boca a boca se fue dando a conocer y no tardó en hacerse de una clientela que hasta hoy se mantiene en constante crecimiento .
Hoy don Heraldo es reconocido por la meticulosidad y dedicación que pone en cada uno de sus trabajos. Se nota que le gusta lo que hace y con indisimulado orgullo nos comenta: "A mí me gusta mi pega y por eso la hago bien, no estaría en esto si no lo hiciera bien". Y tiene razón porque en el rato que estuvimos en su taller, no paró en llegar gente a buscar o dejar trabajos. Los elogios y recomendaciones hacia él marcaron nuestra visita al local del que, sin duda, es un fiel representante de los últimos técnicos en máquinas de coser, de los últimos restauradores de ropa y sastres de barrio. Entrañables personajes urbanos que se constituyen en el eslabón que nos conecta con nuestros recuerdos más íntimos. Oficios como el de don Heraldo hoy están siendo resignificados y poco a poco surge clientela de nuevas generaciones que saben darle el valor que representan los últimos sastres de barrio que son parte de nuestra identidad, de nuestro patrimonio y de nuestra forma de vida provinciana.
Freddy Mora | Imprimir | 1199
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