viernes 09 de mayo del 2025
El Diario del Maule Sur
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Hoy
Opinión 09-06-2024
La Familia del Señor…
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Raúl Moris G.


Acontece una situación extremadamente compleja al comienzo del ministerio público de Jesús en Galilea, según nos relata el primer evangelista en el relato de hoy; máxime si la ubicamos en relación con los capítulos precedentes.
Al concluir la misión de Juan el Bautista, Jesús ha comenzado su propio ministerio público, saliendo a recorrer los caminos de Galilea, para anunciar el tiempo del cumplimiento de las promesas de Dios y la urgente llamada al cambio radical de mirar el mundo y de interactuar con él, que el Evangelio llamará Metanoia, la Conversión; esta puesta en camino y estas palabras estarán respaldadas por acciones portentosas, que Jesús va realizando: sanaciones, numerosas expulsiones de demonios, y acompañada también con la búsqueda de Discípulos, hombres sencillos de su entorno, que escuchando las palabras del Señor y cautivados por su presencia, fueran capaces de dejar sus asuntos, sus propias familias y ocupaciones, con tal de libremente emprender su seguimiento.
La descripción de las primeras actividades del ministerio de Jesús, no estarán, sin embargo, libres de elementos inquietantes: su propio ministerio itinerante, la declaración que el propio Jesús hace acerca del valor simbólico y teológico de sus numerosas sanaciones: son el anuncio palpable de que el Reino ya está actuando, que ha llegado el tiempo de la gracia y de la reconciliación con la misericordia de Dios; de este Señor que se ha puesto en camino para volver a afirmar su predilección por los pequeños de su pueblo, que ahora, junto a los pobres, incluye a los pecadores y a los ignorantes; invitados también ellos a gustar de la cercanía de Aquél, que llama a la vida a todos, sin exclusiones.
Este proceso culmina con la elección de los Doce, el primer “acto institucional” que realiza Jesús, (epoiēsan dodeka, “los hizo [los creó, los instituyó] doce” declara solemnemente Mc 3,14), en los que sienta las bases de esta nueva comunidad, (que en Marcos, todavía no será llamada “Iglesia”), llamada a compartir la vida del Señor y su misión.
Sin embargo, ahora aparece un nuevo elemento, que pondrá su atención no tanto en las acciones de Jesús, sino en las reacciones que su presencia y su ministerio provocan; reacciones que serán la antesala del dramático avance de Jesús en su ministerio, en cuanto signo de contradicción, presentarse como el Mesías que no viene simplemente a colmar las expectativas que la tradición de Israel había implantado, para modelar la esperanza del Pueblo, sino, corriendo el riesgo de la incomprensión hasta el extremo de la muerte en cruz, para anunciar la totalidad del plan salvador, que se revelará con notas radicalmente inéditas.
Reacciones que darán cuenta de la dificultad de acceder a la propuesta de seguimiento de Jesús, con toda su incómoda contra culturalidad, que se observará fundamentalmente en la mención a la familia, que lo observa de cerca, pero sin involucrarse en su seguimiento; y las acusaciones con que los Escribas tratan de desacreditarlo, acusaciones que no solo darán cuenta de la inflexible ceguera de las autoridades religiosas, sino del pecado el que incurren al negarse a reconocer la presencia del Espíritu del Señor en las acciones de Jesús.
La familia de Jesús, su entorno más íntimo, se manifiesta incapaz de salir de la cultura del honor en la que ha crecido, la acusación de que Jesús es un “exaltado”, (en griego, la expresión es exestē, “fuera de sí”), los conmociona e inquieta profundamente, al punto que se ponen en camino, para llamarlo a la cordura, o eventualmente mantenerlo a buen resguardo; el deshonor que cae sobre una familia, al tener un miembro que rompe con los moldes establecidos, al punto de parecer estar fuera de la cordura, es algo que a los hombres del s I, generaba una inquietud mayúscula; la mala fama de Jesús, podía no solo acabar con él, sino también con las relaciones que su familia establecía con el entorno: ¿Quién va a querer establecer vínculos con una familia que alberga tales miembros en su seno? La excentricidad, la locura, podrían ser contagiosas, la condición de impureza en la que Jesús podía incurrir, al correr el riesgo de moverse en los márgenes, no solo lo contaminarían a él, sino también a sus cercanos.
Es por eso por lo que, al comienzo del relato, sus parientes lo buscan, para llevárselo, para sacarlo de circulación, y por lo mismo, cuando finalmente dan con Él, se quedan, no obstante, fuera de la casa en la que Jesús permanece con sus seguidores, marcando así una distancia, para no ser sindicados entre el número de los inadaptados que lo rodean.
El caso de desconocimiento de la obra del Espíritu en Jesús, declarado por los Escribas es peor, al punto que la acusación del Señor es gravísima: les imputa el cargo de blasfemia contra el Espíritu Santo; es un gravísimo cargo, ya que quiénes mejores que los expertos en la Ley, árbitros de la fe del pueblo, que han hecho del escrutar las Sagradas Escrituras, su oficio, para reconocer las señales del paso de Dios en medio de su pueblo, y sin embargo no solo desconocen esa acción, sino que intentan despachar el caso con la corrosiva acusación -y más fácil de lanzar de lo que razonablemente se esperaría- de la posesión demoníaca.
El empecinamiento de los Escribas, es de una tozudez culpable, pesa más en ellos el hecho de que Jesús sea un outsider, mirado desde el punto de vista de la Ley y la tradición de Israel, que el que la coherencia entre sus palabras y acciones sea el signo que manifiesta la presencia sorprendente y desafiante del Dios-con nosotros. La ceguera de los escribas, por tanto, arrastra consigo su propia condenación.
Este acontecimiento que da cuenta de las primeras resistencias ante el actuar de Jesús, y que muestra la ardua senda por donde va a transitar el Evangelio, culmina, sin embargo con una buena noticia: termina el pasaje, con Jesús en su casa rodeado de aquellos que tienen la apertura de mente y corazón y la valentía, como para reconocer la Salvación que ha salido a su encuentro: serán los discípulos que constituirán para Jesús, algo mayor que un grupo de seguidores fieles, algo mayor que auditores que se sienten convocados por Su Palabra y están dispuestos a emprender el camino; entre ellos ha comenzado a germinar una nueva Familia, una familia fundada en el esperanzado reconocimiento de la presencia del Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo, animándola en su peregrinar, una familia, que es la vocación primera de este grupo de convocados al seguimiento, esa amplia familia que llegará a ser llamada Iglesia.

Freddy Mora | Imprimir | 333