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El Diario del Maule Sur
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Hoy
Opinión 29-10-2022
La Primera Parroquia de Linares -El Panteón Viejo-

Manuel Quevedo Méndez

Primera parroquia de Linares. Los fundadores ubicaron la parroquia en el lado noroeste de la plaza de armas, en la intersección de O’Higgins con Constitución (Kurt Möller). Así, no se hacía más que imitar a Santiago, Concepción, Talca y Cauquenes que habían edificado sus catedrales y parroquias en puntos iguales.
La edificación de aquel primer edificio parroquial -con el cual contó Linares- debió haberse iniciado en 1798, justamente con el de la cárcel, aunque existe la presunción que no había apuro para dar al culto religioso una casa propia, si decimos que al crearse la ciudad existía -desde antiguo- una parroquia en Yerbas Buenas; que atendía gran parte de la región de Bella Isla y que, en 1805, a decir de don Reinaldo Muñoz Olave, su iglesia valía $ 1.200 mientras que la de Linares solo $ 300. A juzgar por el reducido valor, la Iglesia de Linares debió haber sido una simple capilla, de una sola nave, de madera y con una torre muy pequeña.
No hay mayores antecedentes, porque los archivos del Cabildo desaparecieron en las guerras de la Independencia o simplemente por descuido de su conservación. Se ha comprobado que la parroquia estuvo una cuadra al norte del lugar que ocupa actualmente -acta de 2 de marzo de 1844- en que dice: “asimismo acordó la municipalidad que, para cumplir el bando del 15 de agosto del año 43, en que tocaba a los adelantos de la población, se hallaba la necesidad de tapiar el sitio que hoy pertenece a propios, en frente de la plaza y en el lugar que antes ocupó la Iglesia Parroquial”.
El terremoto de 1835, de graves consecuencias en la región de Linares y alrededores, debió, sin dudas, derribar o dejar en muy mal estado la sencilla iglesia construida -treinta y siete años antes- con maderas de las montañas vecinas y sin haber observado, tal vez, los principios más elementales de la arquitectura.
Esta iglesia no tenía casa parroquial y carecía de protección contra lluvias y vientos del norte; que siempre han causado daños a los edificios orientados en ese sentido. Para eliminar el peligro, que debió haber sido de grandes proporciones, por ser una construcción de adobes y madera, las circunstancias determinaron el traslado de la iglesia al ángulo suroeste de la plaza, que en 1835 aún se mantenía eriazo como el resto de la manzana.
Abandonado el sitio en que la parroquia funcionó durante 37 años, no es extraño que nueve años más tarde permaneciera abierto y que el cabildo, al cual pertenecía, se haya interesado en tapiarlo. Nueve años de abandono de un terreno a principio de siglo pasado no significa nada en el progreso de un pueblo, si decimos que en la segunda mitad del siglo XX hubo dos propiedades incendiadas cuyos escombros permanecieron 20 ó más años a la vista del público.
El Panteón Viejo. Hasta 1805 Linares aun no tenía cementerio, así lo atestigua el cura Pablo de la Barra, que fue trasladado ese año desde Yerbas Buenas, donde ejerció su ministerio por algún tiempo.
De esta información, se deduce que la Villa de Linares, 7 años después de su fundación, contaba con un escaso número de habitantes; o que las personas que morían eran tan pocas que no había la necesidad de un cementerio; o finalmente que las partidas de defunción las extendía la parroquia de Yerbas Buenas, y al solicitarlas se llevaban los difuntos hasta el cementerio de esa localidad y no había porqué volver a Linares, salvo los que siendo muy creyentes obtenían el privilegio de ser sepultados en un lugar de la iglesia.
El cura de la Barra había hecho varias obras de importancia en Yerbas Buenas; no es raro pensar que se interesó ante el cabildo para crear un cementerio y evitarle al vecindario la molestia de llevar sus muertos a 15 kms. al norte de la ciudad. Entonces había terrenos de sobra; la población abarcaba un sector del lado sur poniente y el norte estaba totalmente despoblado. Se eligió un retazo de suelo -80 metros de frente por 90 de fondo-, ubicado en la última calle del lado poniente, hoy Yungay, a tres cuadras al oeste de la parroquia y a media cuadra al norte de calle Constitución.
En estos 7.200 metros cuadrados quedaron sepultados los restos de los fundadores del pueblo, de sus primeros regidores y de infinidad de personas de grandes abolengos. Unos pocos no aceptaron dejar a sus deudos en lugar tan humilde y prefirieron llevarlos al cementerio de Talca.
Proyectado el cementerio de Linares, para una población de dos o tres mil habitantes, se empezó a hacer estrecho porque los habitantes habían aumentado y la edificación de sus viviendas llegaban hasta las puertas mismas del camposanto; se pensó, entonces, trasladarlo hacia un lugar más distante y de mayor extensión.
Siguiendo las aguas de Talca, que corresponde al ángulo noreste de la ciudad, se eligió el terreno situado frente al Fundo Bellavista que pertenecía a don José R. Vallejos y que dista 17 cuadras de la Plaza. A don Juan A. Alvarado le correspondió la responsabilidad de construir la casa de corredores del antiguo camino de Panimávida y las murallas que lo circundan. Estos trabaos se ejecutaron con fondos del municipio, aun cuando la administración quedó a cargo de la parroquia.
El “Panteón Viejo” no tardó en convertirse en un huerto de naranjos, perales y nogales y en una viña de uvas del país, cuyos frutos resultaron de gran tamaño por la abundancia de sustancias calcáreas y fosfóricas que había en el suelo.
Por haber sido cementerio -hasta 1950 se podía observar los troncos de algunos naranjos enormes-; nadie se interesó por levantar allí su casa. Apenas se ha construido una vivienda de tabiques y el resto del terreno permanece totalmente baldío, en espera de alguien que lo dedique a un fin más provechoso o levante habitaciones para obreros. Su dueño don Francisco Porto, que posiblemente lo adquirió como un medio de duplicar su dinero, no pierde las esperanzas que alguien se lo compre para transformarlo en un magnífico grupo habitacional. (Bibliografía: Tomo 11, Revista Linares, 1970)






Freddy Mora | Imprimir | 471