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viernes 06 de junio del 2025
Opinión 05-06-2025
La profesionalización de la gestión municipal: una deuda pendiente

Ing. Gerardo Garino
GAP Consultora
Los municipios no deben funcionar como empresas. Se trata de que funcionen, con criterios de responsabilidad, planificación y evaluación que hoy son imprescindibles.
Una silla vacía en la mesa del desarrollo
Los gobiernos locales en las regiones que integramos (en general la mayoría de los países de América Latina), están cada vez más expuestos. Son la primera puerta que golpea la ciudadanía, el lugar donde se sienten (o no) las respuestas del Estado. Pero muchas veces están solos, mal equipados, con estructuras pensadas para otro siglo y con una inercia administrativa que opera más como obstáculo que como soporte.
La paradoja es que se les exige cada vez más, pero se los dota cada vez menos. Y cuando fallan, no se interpreta como un problema estructural, sino como una incapacidad personal. Como si una gestión sin planificación, sin información confiable y sin criterios de evaluación pudiera sostenerse solo por voluntad.
La informalidad estructural: un costo que no se ve
Hay municipios que no tienen organigramas actualizados. Donde las tareas dependen de la memoria de las personas. Donde no hay descripciones de puestos, ni circuitos claros, ni sistemas que integren información. Hay municipios donde cada cambio de gestión es una refundación: se borran procesos, se pierden datos, se desarman equipos, no se planifica en pos del desarrollo territorial.
La informalidad en la gestión no se nota hasta que se necesita ordenar. Hasta que hay que rendir cuentas, hasta que se produce una emergencia o hasta que alguien clave falta. Entonces aparece el costo: lentitud, ineficiencia, descoordinación, frustración del equipo, desgaste de las autoridades. Y lo peor: pérdida de confianza ciudadana.
Profesionalizar no es burocratizar
Cuando se habla de profesionalizar la gestión municipal, no se habla de llenarla de papeles. Se habla de dotarla de herramientas. De tener procedimientos estandarizados, indicadores claros, responsables visibles, evaluaciones periódicas. Se habla de que las áreas dialoguen, de que los datos se usen para decidir, de que las mejoras se sostengan más allá del color político.
Y sobre todo, se habla de cuidar a quienes gestionan. Porque el intendente, el secretario o el director que debe apagar incendios todo el día, difícilmente pueda planificar. La profesionalización permite delegar con criterio, automatizar tareas repetitivas y concentrarse en lo estratégico. Y eso no es un lujo: es la única forma de no colapsar.
Lo público también merece excelencia
Durante años, se instaló la idea de que lo privado es sinónimo de eficiencia y lo público de atraso. Pero la realidad es que lo público también puede (y debe) funcionar con excelencia. No desde la competencia de mercado, sino desde el compromiso con el bien común.
Profesionalizar la gestión municipal no es copiar modelos empresariales, sino construir capacidades para que lo público funcione mejor. Y en ese camino, hay herramientas, hay conocimiento, y sobre todo, hay urgencia. Porque cuando una gestión local se ordena, no gana un intendente: gana toda la comunidad.
GAP Consultora
Los municipios no deben funcionar como empresas. Se trata de que funcionen, con criterios de responsabilidad, planificación y evaluación que hoy son imprescindibles.
Una silla vacía en la mesa del desarrollo
Los gobiernos locales en las regiones que integramos (en general la mayoría de los países de América Latina), están cada vez más expuestos. Son la primera puerta que golpea la ciudadanía, el lugar donde se sienten (o no) las respuestas del Estado. Pero muchas veces están solos, mal equipados, con estructuras pensadas para otro siglo y con una inercia administrativa que opera más como obstáculo que como soporte.
La paradoja es que se les exige cada vez más, pero se los dota cada vez menos. Y cuando fallan, no se interpreta como un problema estructural, sino como una incapacidad personal. Como si una gestión sin planificación, sin información confiable y sin criterios de evaluación pudiera sostenerse solo por voluntad.
La informalidad estructural: un costo que no se ve
Hay municipios que no tienen organigramas actualizados. Donde las tareas dependen de la memoria de las personas. Donde no hay descripciones de puestos, ni circuitos claros, ni sistemas que integren información. Hay municipios donde cada cambio de gestión es una refundación: se borran procesos, se pierden datos, se desarman equipos, no se planifica en pos del desarrollo territorial.
La informalidad en la gestión no se nota hasta que se necesita ordenar. Hasta que hay que rendir cuentas, hasta que se produce una emergencia o hasta que alguien clave falta. Entonces aparece el costo: lentitud, ineficiencia, descoordinación, frustración del equipo, desgaste de las autoridades. Y lo peor: pérdida de confianza ciudadana.
Profesionalizar no es burocratizar
Cuando se habla de profesionalizar la gestión municipal, no se habla de llenarla de papeles. Se habla de dotarla de herramientas. De tener procedimientos estandarizados, indicadores claros, responsables visibles, evaluaciones periódicas. Se habla de que las áreas dialoguen, de que los datos se usen para decidir, de que las mejoras se sostengan más allá del color político.
Y sobre todo, se habla de cuidar a quienes gestionan. Porque el intendente, el secretario o el director que debe apagar incendios todo el día, difícilmente pueda planificar. La profesionalización permite delegar con criterio, automatizar tareas repetitivas y concentrarse en lo estratégico. Y eso no es un lujo: es la única forma de no colapsar.
Lo público también merece excelencia
Durante años, se instaló la idea de que lo privado es sinónimo de eficiencia y lo público de atraso. Pero la realidad es que lo público también puede (y debe) funcionar con excelencia. No desde la competencia de mercado, sino desde el compromiso con el bien común.
Profesionalizar la gestión municipal no es copiar modelos empresariales, sino construir capacidades para que lo público funcione mejor. Y en ese camino, hay herramientas, hay conocimiento, y sobre todo, hay urgencia. Porque cuando una gestión local se ordena, no gana un intendente: gana toda la comunidad.
Freddy Mora | Imprimir | 112