jueves 09 de mayo del 2024
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Opinión 27-04-2024
LA SORPRESA DE YERBAS BUENAS: MÀS IMPORTANTE DE LO QUE SE SABE
Jaime Gonzàlez Colville
Academia Chilena de la Historia

La Sorpresa de Yerbas Buenas, verificada al amanecer del 27 de abril de 1813, la segunda acción bélica de la guerra de la Independencia, nuestros historiadores no han dado la trascendencia que sí le asignan los autores españoles, al extremo de señalarla como el inicio de los funestos acontecimientos que terminaron con la pérdida del poder real en Chile. Así de simple.
El 18 de enero de 1813, Pareja desembarcó en el puerto de San Carlos de Ancud desde la fragata “Trinidad”, trayendo considerables recursos bélicos, oficiales con experiencia y los medios para armar su ejército en Chile, esencialmente con chilotes.
Este viaje fue por instrucción del virrey del Perú Josè Fernando de Abascal, Marqués de la Concordia, quien seguía los movimientos de Carrera en Chile, desde 1811, sin inquietarse ni por la creación de la bandera, formación de juntas de gobierno y otros actos similares, pero cuando llegó a sus manos el Reglamento Constitucional de 1812, una frase le hizo saltar del trono: el artículo V de este texto decía: “Ningún decreto, providencia u orden, que emane de cualquier autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá efecto alguno; y quienes intentaren darles valor, serán castigados como reos de estado”
Ello, explícitamente, significaba un atisbo de independencia y desobediencia a la corona.
Sin vacilar, entonces ordenó al Brigadier Pareja, con brillante hoja de servicios a las órdenes del rey, viajase a Chile y pusiera las “cosas en su lugar”.
Para el arrogante oficial, la misión fue, como lo dijo altaneramente, un “paseo militar”, pero sus desaciertos, terminarían con el dominio hispano en esta tierra.
Al amanecer del 6 de abril, al galope tendido, una partida chilena al mando del Coronel O’Higgins ingresó a la plaza de Linares, por el sector poniente (hoy calle Independencia) e intimó rendición a los 22 soldados que se encontraban formados en el lugar. Desde luego todos eran chilenos. En ese momento, el oficial Josè María de Ribera salía de la casa donde se había hospedado y, sorprendido por este ataque (y presumiendo que tras él venían más tropas) se rindió sin mayor preámbulo.
Ese hecho cambió los planes de Pareja: de instalarse en Linares, debió seguir al húmedo e inhóspito lugar de Yerbas Buenas. Los vecinos de la villa le ofrecieron un banquete, que el jefe español rechazó.
Uno de sus oficiales, Antonio de Quintanilla, escribió años después unos “Apuntes” sobre esta campaña y su juicio fue duro: “El ejército realista, sin disputa, al haber sido mandado por un general inteligente, habría entrado triunfante a Santiago”.
Tras la Sorpresa de Yerbas Buenas, derrotados los hispanos y luego muerto Pareja, el Virrey envió a Gabino Gainza, oficial del real ejército, quien había combatido contra Tupac Amaru en Perú, pero, pese a traer artillería y numeroso armamento, se enredó en pequeños combates y terminó firmando el tratado de Lircay, que causó nueva indignación al virrey de Lima.
Esta vez, dio expresas instrucciones al Brigadier Mariano Osorio, hombre duro y tenaz, para someter a los chilenos a sangre y fuego, lo cual éste cumplió al pie de la letra en Rancagua y en su odioso gobierno.
Pero ya los dados estaban echados. Chile era otro desde Yerbas Buenas: había conocido una bandera distinta a la enseña real, tenía un ejército valeroso, sabía que era capaz de gobernarse y enfrentar a cualquier enemigo. La huida a Mendoza fue sólo un paréntesis que se cerró en Chacabuco y Maipù.
El historiador español Mariano Torrente, quien hizo una imparcial crónica de esta guerra, definió a Yerbas Buenas como “el principio del fin de todos los males para las armas del Rey”.
En una perspectiva histórica, esta acción de 1813 equivale al combate naval de Iquique en la guerra del Pacífico.
Ignoramos por qué no se le da la relevancia que merece.
Freddy Mora | Imprimir | 253