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Opinión 11-12-2022
LOS CIEGOS VEN, LOS SORDOS OYEN, LOS MUDOS HABLAN, LOS COJOS ANDAN Y SE HACE POSIBLE LA CONVERSIÓN.
DOMINGO, 11 DE DICIEMBRE DE 2022 -
Las Lecturas de este Tercer Domingo de Adviento están muy conectadas entre sí.
En (Is 1. 6-10) el Profeta Isaías nos anuncia los milagros que haría Aquél que vendría a salvar al mundo. Y en el Evangelio (Mt 11, 2-11) vemos a Jesús usando esas mismas palabras de Isaías para identificarse ante San Juan Bautista.
Con el Salmo 145 hemos alabado al Señor y le hemos agradecido los milagros que fueron anunciados, que realizó Jesús cuando vivió en la tierra y que sigue realizando hoy en día para el bienestar físico y espiritual de cada uno de nosotros.
En el Evangelio Jesucristo define a su primo San Juan Bautista como un Profeta, agregando que es más que un profeta (Mt 11, 2-11). Y continúa describiéndolo como aquél que es su mensajero, su Precursor, aquél que va delante de Él preparando el camino.
Esto fue cuando ya eran adultos -treinta años de edad tenían ambos-. Juan había ya anunciado al Mesías que debía venir y había predicado la conversión y el arrepentimiento, bautizando en el Jordán. Ya había Juan caído preso por su denuncia del adulterio de Herodes. Paralelamente, Jesús ya había comenzado su vida pública y, aparte de su predicación, había también realizado unos cuantos milagros, por lo que su fama se iba extendiendo en toda la región.
1.- Es así como, estando Juan en la cárcel, oye hablar de las cosas que estaba haciendo Jesús. Queriendo, entonces, confirmar si era el Mesías esperado, San Juan Bautista mandó a preguntarle si era Él o si debían esperar a otro.
Jesús no respondió directamente, sino que ordenó que le informaran a Juan acerca de los milagros que estaba realizando: los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos hablan, los cojos andan... San Juan Bautista ya no necesitaba más información: enseguida pudo identificar a Jesús con la profecía del Profeta Isaías sobre la actividad milagrosa del Mesías, que precisamente nos trae la Primera Lectura (cf. Is 35, 4-6).
2.- Sin embargo, por más que los milagros eran algo muy impresionante y por más que ya estaban anunciados que serían hechos por el Mesías esperado, la austeridad con la cual Jesús se estaba manifestando al pueblo de Israel, contrastaba con lo que la mayoría estaba esperando del Mesías. Y esto podría defraudar a unos cuantos, pues la mayoría esperaban un Mesías poderoso e imponente.
De allí que el Señor rematara el mensaje para su primo el Precursor, con esta frase: Dichoso aquél que no se sienta defraudado por mí.
3.- En efecto, a muchos de su tiempo les pareció que Jesús no hacía suficiente honor a su título de Salvador, pues como bien dijo San Pablo posteriormente: no hizo alarde de su categoría de Dios (Flp 2, 6). Vemos entonces como, a pesar de ser ¡nada menos que Dios! Jesús nos da ejemplo de una labor humilde y sencilla. Y, a la vez, nos exige esa misma humildad y sencillez a nosotros.
Para ser humildes y sencillos como el Señor, debemos ver en los milagros anunciados por el Profeta Isaías y realizados por Jesús, los milagros que nuestro Redentor, puede hacer en cada uno de nosotros, especialmente en este tiempo de Adviento: ciegos que ven, sordos que oyen, mudos que hablan, cojos que andan, etc.
4.- ¿Y Jesús ya no hace milagros? Es cierto que a veces se sabe de curaciones milagrosas, exorcismos, etc. que suceden aquí o allá. Pero son muchos los milagros que Jesús puede hacer y de hecho hace- si nos disponemos. Tiempo propicio para ello es éste de preparación llamado Adviento.
Porque el Mesías, el Salvador del Mundo, Jesucristo, volverá, y debemos estar preparados. Y la mejor preparación es dejarnos sanar por Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno de nosotros haciendo milagros con su Gracia. Hay que aprovechar todas las gracias derramadas en este Adviento, para prepararnos a la llegada del Mesías: su llegada que celebramos en la Navidad y su Segunda Venida al fin del tiempo.
Conclusión: Jesús curó ciegos dispongámonos para que cure nuestra ceguera, para que podamos ver las circunstancias de nuestra vida como Él las ve. Jesús curó sordos Él puede curar la sordera de nuestro ruido, que no nos deja oír su Voz y así podamos seguirle sólo a Él.
Jesús curó mudos ¿y en qué somos mudos nosotros? En que no hablamos de Él y de su mensaje. ¡Los católicos estamos enmudecidos! Pero Él puede curar esa mudez que tenemos y que nos impide evangelizar. ¡Porque la Nueva Evangelización ésa que hay que hacer en nuestros días-es trabajo de todos y cada uno de nosotros!
Con esas curaciones quedarán también sanadas nuestra cojera y nuestra parálisis, para que podamos de veras andar por el camino que nos lleva al Cielo y recibir al Señor cuando vuelva de nuevo a establecer su reinado definitivo. En (St 5, 7-10) el Apóstol Santiago nos recomienda la paciencia para esperar el momento del Señor. Nos invita a la perseverancia en la espera de la venida del Señor. Nos pide tener la paciencia del agricultor que espera la cosecha y, sobre todo, nos pide imitar a los Profetas -San Juan Bautista, Isaías, y otros- en su paciencia ante el sufrimiento. Con la fuerza del Espíritu Santo es posible crecer en fe, esperanza y sobre todo en el amor. La vida en Cristo, hace necesario vivir la espiritualidad cristiana en todas sus formas. El ruido del mundo pretende convencer que el silencio de Dios destruye nuestros anhelos espirituales y nos presenta otra forma aparente de fe. Con Cristo podemos ser fieles. Así, en paciencia y perseverancia, convirtiéndonos de nuestra ceguera, nuestra sordera, nuestra mudez, nuestra cojera, etc., nos habremos preparado bien para recibir al Mesías. Así habremos aprovechado este Adviento. Que así sea.
(*)Mario A. Díaz Molina es Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.
Freddy Mora | Imprimir | 2163
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