Luis Flores Tobella

En esta columna especial por el día de lo que ya no están, invito a reflexionar sobre la vida, la pérdida y la continuidad de los afectos. desde una mirada filosófica y más humana, nos recuerda que amar también significa aprender a dejar ir con gratitud y sencillez. Invito a mirar la ausencia con serenidad más que un consuelo.
Los que ya no están siguen viviendo con nosotros .En la forma de hablar ,en un gesto, en una costumbre A veces ,sin darnos cuenta repetimos lo que ellos hacían y esos pequeños actos se mantiene viva su presencia .Nos dieron parte de su vida ,su tiempo ,su cariño y su herencia invisible nos compaña sin pedir permiso. Pero hay ausencias más difíciles las que se fueron antes de tiempo, los hijos, los nietos los jóvenes que partieron sin avisos.
Para los padres y madres ,ese dolor no se explica con palabras, solo se aprende a convivir con él a respirarlo poco a poco. hasta que la herida se vuelve cicatriz, está a ahí ,se ve ,pero no se olvida .El mayor problema del ser humano. Creemos que el otro nos pertenece Cuando alguien parte sentimos que nos arrebatan algo que es nuestro .Pero nada ni nadie nos pertenece solo compartimos caminos ,afectos y momentos irrepetibles. Esa es la verdadera riqueza haber coincidido con el tiempo.
Tolstoi decía que la vida se hace más clara cuando aprendemos amar sin poseer. Cuando comprendemos que el amor no ata, sino que libera Y quizás esa sea la forma más pura de mantener vivos a los que ya no están ,no reteniéndolos con dolor ,sino honrando su paso con gratitud y sencillez porque en el fondo ellos siguen aquí. En lo que somos ,en lo que recordamos y en la manera en que seguimos viviendo, con continuidad silenciosa que nos recuerda que la vida ,aunque breve ,siempre deja huella.