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El Diario del Maule Sur
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Opinión 15-09-2023
Margot Loyola Palacios *Linares, 15 de septiembre 1918 +Santiago 3 agosto de 2015 Hija Ilustre de Linares (1975)
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(Manuel Quevedo Méndez)

De Margot Loyola se ha escrito mucho y de sus padres poco y nada. Si bien es cierto que Margot y su madre se fueron de Linares, esa lejanía no puede quedar en el olvido, porque la familia Loyola-Palacios pasó a formar parte de nuestra identidad, por ser pionera en varios aspectos.
Una familia nacida por estas tierras a la cual traemos al presente, cuando Linares, tierra natal de la gran Maestra Margot Loyola Palacios rinde un homenaje -que debiera perdurar en nuestra historia- al descubrir la estatua de la insigne folclorista linarense que llevó el nombre de nuestra ciudad y del país, por varios países del mundo.
Si bien Margot pensaba que la vida era demasiado corta para todo lo que se proponía realizar, ya que su sueño era vivir 500 años y se podría decir que consiguió su propósito.
Investigadora, maestra e intérprete, desde una temprana edad tomó las riendas de su vida haciendo espectáculos artísticos para sus vecinos en Linares. Luego, cantando tonadas a dos voces con su hermana Estela, fueron invitadas a la radio cuando aún no cumplían los 15 años.
Guiada en un comienzo por la U. de Chile en la línea de recopilar y dar a conocer la música tradicional, durante 14 años recorrió el país como maestra de sus escuelas de temporada. A sus clases de canto y danza asistían todo tipo de personas.
Comenzó a recopilar canciones en el año 1936. Largos caminos de tierra guardan hoy los pasos de sus andanzas con una grabadora comprada en la Unión Soviética y que debía llevar arriba de un caballo porque pesaba cincuenta kilos.
Dio a conocer la música mapuche y rapa nui, la del norte chico, del norte grande, del centro y sur del Chile. Combinó su vocación por la recopilación de la “música de la tierra” -como ella le llamó- con el estudio, la disciplina y la entrega hacia sus alumnos, quienes con gran cariño recuerdan su compromiso, generosidad y espontaneidad.
En Linares la nombran Hija Ilustre, el 25 de octubre de 1975. A Margot Loyola se le inflaba el pecho cuando decía que era maucha, de la región del río Maule, su lugar de infancia.
Su padre: Recaredo Loyola Marabolí, de los Loyola de Putú. Un hombre buenmozo y dicharachero, generoso, chinganero fino, en palabras de ella; destacados cantores y galleros de este pueblo cercano a Constitución. Fue asistente de farmacéutica y comerciante; compraba y vendía propiedades cerca de Linares, recorriendo largas distancias. También vendía gallos de pelea.
En la botica -hoy una farmacia- ofrecía productos que él mismo elaboraba, como bolsitas de manzanilla que sus hijos Margot, Juan y Estela recogían en los campos y polvos de belleza que preparaba junto con su esposa Ana.
A fines de los años 20 participó en la fundación de la Tercera Compañía de Bomberos de Linares. El primer carro bomba que consiguieron fue llamado La Ratona, tirado por caballos. En este carro partió a su última morada, cuando tenía 92 años.
Una de las tantas bromas que contaba su padre, que había trabajado en una botica y, al final de sus días, en una botillería, por lo que decía que “siempre había curado a las personas”. Hacía curaciones y sabía poner inyecciones y sacar muelas, actividades que aprendió en la Escuela Naval.
Margot lo recordaba con una capa hasta el suelo, con sandalias, un bastón y barba. Era medio excéntrico para vestirse. Orgulloso de sus dos hijas que cantaban, le gustaba llevarlas al rodeo, donde Ana María no se hacía presente.
Su madre: Ana María Palacios Herrera, hija del farmacéutico con la botica más grande de Linares. Cuando se casó con Recaredo, su padre les regaló una farmacia, la primera Cruz Roja de la ciudad.
Ana trabajó como farmacéutica, continuando con el legado familiar. Fue una de las primeras mujeres en Chile en estudiar y desempeñarse en este trabajo, aunque Margot decía que su madre siempre quiso ser profesora o médico, pero que pasó su vida abriendo y cerrando boticas en distintos lugares del país, muriendo sin tener nada.
La recordaba alta, “de abundante cabellera negra”, pero, sobre todo, le gustaba describirla como una gran artista. Los Palacios de Linares eran aficionados a la música. Ana María cantaba, tocaba piano y guitarra.
Era también amante de la filosofía y tenía un gran interés por las religiones y el arte; fue alumna del primer pintor moderno de Chile, Pedro Luna, pero su trabajo no le permitía concentrarse en estos temas; tampoco tenía suficiente tiempo para dedicarse a sus hijos. Margot y a sus tres hermanos: Estela, un año menor que ella; Juan Recaredo, tres años menor, y Marco Aurelio, el más joven.
Cuando conseguía algunos días libres, la familia Loyola-Palacios se trasladaba donde la comadre de Ana María, en la localidad de San Antonio, cerca de Linares: “las casas apatronadas del campo levantaban pesebres para saludar al Niño Dios; llegaban las cantoras con arpas y guitarras a cantarle estas tonaditas (…) y la gente llevaba regalos: gallinas, huevos, frutas de la estación, flores al Niño.
Esos fueron mis primeros sonidos”, recordaba Margot en 1995. Los días domingo Ana María llevaba a Margot a Rari donde las cantoras cantaban con sus arpas y guitarras. Entre sus recuerdos, paseos en carreta al río; Recaredo y Ana María bailaban charlestón y pasodoble al compás del sonido de una vitrola.
Margot sentía por Linares un profundo afecto. Aquí transcurrió su infancia y un tiempo considerable de su adolescencia. A los diez años de edad debió trasladarse a la capital, ya que sus padres se separaron y, con ellos, sus hermanos. Vivieron desde entonces repartidos, acogidos por amigos y familiares. Por eso Margot decía que sentía tristeza al recordar sus primeros años y que miraba los árboles anhelando su permanencia. (Bibliografía: La Tonada de Margot Loyola, libro realizado por Fucoa. Foto archivo familiar: Margot bailando cueca con su padre Recaredo Loyola en una fiesta de los bomberos. Linares, años 60)



Freddy Mora | Imprimir | 720