viernes 23 de mayo del 2025
El Diario del Maule Sur
FUNDADO EL 29 DE AGOSTO DE 1937
Opinión 23-05-2025
Mingaco en el Maule Profundo Leo Albornoz
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La palabra "Mingaco" deriva del quechua "mink akuy" y significa literalmente “pedir ayuda a otro, prometiéndole algo”, y las faenas agrícolas en el mundo andino precolombino eran momentos propicios para poner en práctica este concepto.

En Chile, un mingaco se refiere a una reunión de amigos, vecinos o personas de la comunidad que se unen para realizar un trabajo en común, generalmente sin remuneración económica, más allá de una comida o recompensa social. Es una práctica tradicional, especialmente en zonas rurales, donde se ayuda a realizar tareas agrícolas, domésticas o de construcción.

Nos internamos en el Maule profundo y llegamos a un apartado sector, en el límite de las comunas de San Javier y Empedrado, conocido como: "La Quebrada". Un punto en la mitad de la nada a donde se llega por un camino de tierra rodeado de plantaciones de pino. Casi no se ven casas en las cercanías y el lugar hace honor a su nombre porque acá la vida se desarrolla en torno a una quebrada, en cuyo bajo permanece oculto, en medio de las plantaciones forestales, un pequeño y añoso viñedo, que es el que motiva nuestra presencia en este rincón maulino. Aquí, nadie sabe desde cuándo; cada mes de abril se desarrolla está práctica ancestral conocida como Mingaco.
Llegamos temprano pero los lugareños ya se encontraban en plena faena. Unos cortan los racimos con impresionante destreza y los acumulan en canastos. Una vez llenos, los "canasteros", se encargan de transportar la uva negra hasta alguna de las cuatro carretas distribuidas estratégicamente en el predio. El día está completamente soleado pero una intensa brisa corre por la quebrada en todo momento. En el lugar contamos alrededor de 20 personas que se sorprenden con nuestra presencia ya que no es habitual ver a extraños por estos lugares y menos en estás faenas que permanecen lejos del ojo de turistas, autoridades y medios de comunicación. Aquí no se vive una recreación ni esta actividad forma parte de la celebración de una semana de algo. No está en ningún calendario municipal ni tiene propósitos promocionales. Lo que aquí se vive es 100% genuino y es la esencia de un Maule que nos conecta con nuestra propia historia.
Yunteros y carretas pasan a ser ahora los protagonistas del Mingaco. Una vez enyuntados los bueyes son ubicados al frente de las respectivas carretas y se aprestan a subir la quebrada con sus respectivas cargas, tarea nada fácil, pero hombres y bueyes saben bien lo que hacen y, una a una, las carretas enfilan por la exigente huella hasta llegar al camino vecinal donde les espera otra larga subida y finalmente la casa de don Luis. Aquí viene la otra parte que es transformar la uva en líquido a través de una máquina que, aunque rudimentaria, es mucho más rápida y eficiente que la antigua zaranada con que se solía obtener el preciado elixir. Una vez terminado este proceso, que se extiende por unas tres horas, viene el almuerzo que fue preparado por la familia del dueño de casa y otras vecinas del sector. El menú está compuesto por cazuela de cordero, tallarines o porotos con mote y color, acompañado de pan amasado recién hecho y por supuesto vino de la zona.
Al retirarnos de La Quebrada, nos llevamos con nosotros la esencia de una tradición que trasciende el trabajo y se convierte en un ritual de comunidad, de conexión con la tierra y con los ancestros. El Mingaco es más que una jornada de trabajo; es un acto de fe en la comunidad, en la solidaridad y en la resiliencia. Es un recordatorio de que, en medio de la adversidad, hay belleza y fuerza en la unión y en la tradición. A medida que nos alejamos del lugar, el sonido de las risas y las conversaciones se desvanece en el viento, pero la memoria de ese día permanecerá en nuestros corazones, como un testimonio de la riqueza cultural y humana que aún late en los rincones más recónditos de nuestro Maule profundo.
Freddy Mora | Imprimir | 144