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domingo 08 de junio del 2025
Opinión 08-06-2025
Nuestra salud también depende de la salud de la tierra

Dr. Leonardo Fernández Académico Núcleo de Investigación en Sustentabilidad Agroambiental (NISUA) Universidad de Las Américas
En el Día Mundial del Medio Ambiente, no solo conviene hablar del planeta, es importante hablar de nosotros. La salud humana, como se ha hecho cada vez más evidente, no empieza ni termina en el cuerpo, sino que afuera, en la tierra que pisamos, en el agua que bebemos, en el aire que respiramos y en los alimentos que cultivamos.
Esta idea, que durante años fue vista como una mirada alternativa o ambientalista, hoy tiene nombre propio y reconocimiento global: One Health o Una Salud. Bajo este enfoque, la salud humana, animal y ambiental no se entienden como unidades discretas, sino como partes de un mismo sistema interrelacionado. Si una de ellas se “enferma”, todo se resiente.
En Chile, donde convivimos con sequías prolongadas, pérdida de biodiversidad, suelos degradados y ciudades en expansión, este enfoque cobra una urgencia particular. La aparición de enfermedades transmitidas por vectores, la resistencia antimicrobiana asociada al uso excesivo de antibióticos en la producción animal o los problemas respiratorios vinculados a la mala calidad del aire, no son fenómenos aislados, son señales y consecuencias de un entorno que ha dejado de estar “sano”.
Y no se trata de dejar de producir, de consumir o de desarrollarse, sino de hacerlo mejor. Se refiere a asumir que nuestras decisiones individuales y colectivas —como país, comunidades y ciudadanos—, tienen efectos que van más allá de nuestras fronteras físicas. Un río contaminado, un bosque talado o un ecosistema desequilibrado terminan, tarde o temprano, incrementando el gasto público y pasando la cuenta en hospitales, sistemas de salud y calidad de vida.
Adoptar el enfoque One Health como línea base para el uso del medio ambiente no es solo una forma de pensar, es una manera de planificar el futuro. Implica diseñar políticas que consideren los impactos cruzados entre salud, ambiente y producción; formar profesionales que trabajen en conjunto desde la medicina, la ecología y la economía; e invertir en ciencia aplicada que permita prevenir, no solo reaccionar.
Porque, en el fondo, cuidar el medio ambiente no es un acto altruista, es un acto de supervivencia inteligente. Si no hay ecosistemas sanos, no habrá cuerpos sanos, ni animales, ni humanos, ni futuro.
En el Día Mundial del Medio Ambiente, no solo conviene hablar del planeta, es importante hablar de nosotros. La salud humana, como se ha hecho cada vez más evidente, no empieza ni termina en el cuerpo, sino que afuera, en la tierra que pisamos, en el agua que bebemos, en el aire que respiramos y en los alimentos que cultivamos.
Esta idea, que durante años fue vista como una mirada alternativa o ambientalista, hoy tiene nombre propio y reconocimiento global: One Health o Una Salud. Bajo este enfoque, la salud humana, animal y ambiental no se entienden como unidades discretas, sino como partes de un mismo sistema interrelacionado. Si una de ellas se “enferma”, todo se resiente.
En Chile, donde convivimos con sequías prolongadas, pérdida de biodiversidad, suelos degradados y ciudades en expansión, este enfoque cobra una urgencia particular. La aparición de enfermedades transmitidas por vectores, la resistencia antimicrobiana asociada al uso excesivo de antibióticos en la producción animal o los problemas respiratorios vinculados a la mala calidad del aire, no son fenómenos aislados, son señales y consecuencias de un entorno que ha dejado de estar “sano”.
Y no se trata de dejar de producir, de consumir o de desarrollarse, sino de hacerlo mejor. Se refiere a asumir que nuestras decisiones individuales y colectivas —como país, comunidades y ciudadanos—, tienen efectos que van más allá de nuestras fronteras físicas. Un río contaminado, un bosque talado o un ecosistema desequilibrado terminan, tarde o temprano, incrementando el gasto público y pasando la cuenta en hospitales, sistemas de salud y calidad de vida.
Adoptar el enfoque One Health como línea base para el uso del medio ambiente no es solo una forma de pensar, es una manera de planificar el futuro. Implica diseñar políticas que consideren los impactos cruzados entre salud, ambiente y producción; formar profesionales que trabajen en conjunto desde la medicina, la ecología y la economía; e invertir en ciencia aplicada que permita prevenir, no solo reaccionar.
Porque, en el fondo, cuidar el medio ambiente no es un acto altruista, es un acto de supervivencia inteligente. Si no hay ecosistemas sanos, no habrá cuerpos sanos, ni animales, ni humanos, ni futuro.
Freddy Mora | Imprimir | 55