jueves 05 de junio del 2025
El Diario del Maule Sur
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Opinión 16-12-2022
Patrimonio Vinícola en Loncomilla y Melozal
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Ricardo Álvarez Vega, contador auditor

En los últimos seis años el visitar viñas se tornó una costumbre en mi vida que jamás habría imaginado y que sólo a partir de trabajar en turismo encuentra hoy una justificación.
Efectivamente, si tuviera que contar la cantidad de veces que ya estuve visitando las vinícolas de los valles del Maipo, Casablanca o Colchagua, sólo por citar algunos de los chilenos, no sabría darles una cifra. También he podido conocer viñas en Argentina en la región de Mendoza y en Brasil en su región más vinícola específicamente en el estado de Rio Grande do Sul.
En fin, pero a lo que quiero llegar es que ayer conocí otro valle vinícola y es de ello que les hablaré hoy.
Ayer acompañado de Greco Cáceres y de David Ibarra visité por vez primera algunas viñas del valle del Río Loncomilla, específicamente de los sectores de Melozal y de Caliboro, claro que este último se localiza más próximo al Río Perquilauquén. Greco desarrolla de forma impecable la función de gestor municipal del turismo en San Javier de Loncomilla. Con David me unen tres décadas de amistad y su invaluable experiencia en marketing turístico no quise desaprovechar, además que desde hace dos años se avecindó por estas bellas tierras maulinas.
Lo primero que me llamó mucho la atención, ya antes de ingresar a cualquier viña fue el clima, de un calor seco intenso que ni siquiera en el “pisquero” valle del Río Elqui lo había experimentado antes. Eso de inmediato me llevó a pensar en la intensidad de las vides que ya está demostrado refuerza la calidad posterior de sus vinos.
La primera viña que visité fue Viña Saavedra, donde su gerente Felipe Villalobos nos recibió con mucha disposición y cordialidad. Se trata sin duda de una viña de mediano porte, con una tradición y patrimonio familiar vinífero de más de 150 años. Sus modernas instalaciones denotan un esfuerzo de tecnificación sin que con ello se pierda la identidad traída en el ADN por seis generaciones. Son productores de tres variedades de tintos, Cabernet Sauvignon, Carmenere y Syrah, de los cuales no me voy a referir pues el sentido turístico de este comentario es que ustedes los descubran y que no sea yo quien se los cuente. A lo que si me referiré es al paseo que Felipe nos llevó que en sí ya justifica una visita. En el extenso fundo de los Saavedra hay dos tesoros turísticos, siendo el primero ni más ni menos que un antiguo yacimiento aurífero, una mina de oro para que quede más claro. Impresiona llegar hasta allá y nuevamente lo dejaré con “puntitos” para que sean ustedes quienes lo descubran. El otro tesoro es un mirador con una visual impresionante al Río Loncomilla y su maravilloso valle. Ellos hacen excursiones guiadas a caballo a ambos sectores, los que forman parte de uno de sus wine tour, que incluye un cocktail en terreno que mi visita de médico de ayer no justificó. Bien Viña Saavedra merecen mi timbre de carita feliz de educadora de párvulos.
Luego muy próxima, visitamos Viña Camila’s donde Álvaro Muñoz y su familia nos recibieron con toda la cordialidad de la verdadera gente de campo chilena. Ya dicho, es un proyecto familiar que si bien tiene raíces más que centenarias en las familias de cada uno de los esposos, realmente concentra en ellos y en su hija Eugenia el esfuerzo emprendedor de esta viña. Sus instalaciones están impecables y me surge la idea que muy pronto serán insuficientes en tamaño para lo que les deparará la vida. Digo esto por dos motivos, el primero por su propia actividad vinífera donde ellos producen deliciosos mostos de tipos y colores diversos, pero también lo digo pues me huele que bien podrían complementarlo de forma harmoniosamente perfecta con un restaurante de comidas chilenas. Sin duda tendrían en mí y en mis turistas brasileños clientes frecuentes. Para completar, Viña Camila’s produce y vende ni más ni menos que Late Harvest de los tres colores, blanco, tinto y rosado. También Chardonnay (endulzado con miel de abeja), Cabernet Sauvignon, Uva País y un Torontel. Hacen también un enguindado muy bueno.
Llegamos al final del recorrido a un proyecto familiar llamado Caliboro Aventura, donde fuimos atendidos por sus gestores, el matrimonio compuesto por César Opazo y Valesca Morales. Aquí ya hablamos de un proyecto turístico completo donde el vino de fabricación propia es un complemento y en ningún caso el motivo exclusivo que justifica la visita. Ellos con un concepto holístico de alta valoración del medio ambiente, han creado micro espacios que en su conjunto generan un centro turístico de real valor, tanto para quien bebe como para quien no bebe vino. Sus instalaciones casi que tienen que evaluarse desde una perspectiva artística, lo que va muy de la mano con el gestor un reconocido artista local conocido como “HuasOpazo”, un verdadero showman además de folclorista. Valesca por su parte complementa desde la gastronomía, con preparaciones que se adaptan a las preferencias y a las necesidades de sus clientes. Bien Caliboro Aventura, que dicho sea de paso ya está ganando medallas y reconocimientos por sus vinos y espumantes.
Ese fue el recorrido por Melozal y Caliboro que les quise contar. Como ya dije al comienzo, tengo “millas” de experiencia en esto y ustedes los que están próximos a estos sectores, no necesitan ir muy lejos para encontrar esta ruta patrimonial vinícola. Ahora quien lea este comentario y esté distante, tanto en Chile como en otro país, ya sabe a dónde tiene que ir y olvídense de otros valles chilenos que lamentablemente han caído en un exagerado mercantilismo que genera al visitarlos un sabor a costo beneficio bajo.
Freddy Mora | Imprimir | 1320