domingo 16 de marzo del 2025
El Diario del Maule Sur
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Opinión 09-02-2025
REMAR MAR ADENTRO…
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En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echen las redes”.
Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”.
Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos.
Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”.
El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”.
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron. (Lc 5, 1-11)

En griego, el idioma original del Evangelio de Lucas, así como en latín, se usa una misma palabra para significar alto y profundo: Bathos y Altum, respectivamente; en español conservamos una huella de este doble significado en la expresión “alta mar”, aquel lugar del mar, alejado de la costa, allí donde la hondura es mayor, allí -en donde la experiencia de la profundidad del mar y la altura del distante cielo- nos pone de frente a nuestra propia indefensión y pequeñez.

Ésta una de las entradas por donde trataremos de asomarnos a un pasaje tan fecundo del Evangelio: relato de una vocación, propuesta programática de seguimiento, invitación a dar pasos de ahondamiento en el misterio del encuentro con el Señor.

Jesús va propiciando distintos niveles de acercamiento, como si se tratara de establecer círculos concéntricos en torno suyo; en este evangelio podemos contemplar por lo menos tres: el de la muchedumbre de oyentes en la playa, el de los pescadores de la barca, y el íntimo espacio que sólo ocupará Pedro.

A cada nivel una exigencia mayor: al primero, la sola escucha de su palabra; primer paso en el acercamiento, dejarse conquistar por la Palabra, gozarse en ella, ponderar la propia vida iluminada por el resplandor de su luz.

Al segundo, la invitación a llegar a una zona de mayor profundidad y por tanto de mayor fecundidad: mar adentro, alta mar rica en frutos, hondura propicia para una enseñanza que Jesús reserva para el oído de quienes han sido ya medidos en su disposición al seguimiento: …Puesto que Tú lo dices, echaré las redes.

Al tercero, la invitación a entrar en lo hondo de su propia realidad, para acoger la llamada del Señor desde el abismo de la propia indigencia, desde el reconocimiento de la condición de pecado, que no se trata aquí de una cuestión moral sino de la consideración de la estatura de la propia existencia frente a la altura de la llamada hecha al hombre por Dios, de contemplar mejor cuán elevada es la cima, hacia donde estamos llamados a empinarnos, situados desde el punto de partida, desde la perspectiva que se alcanza cuando experimentamos la hondura de la sima en la que se yergue nuestra propia existencia.

Remar mar adentro, conducir la propia vida hacia lo profundo, es la condición que exige Jesús a quien quiera configurarse con él, entrar en esas zonas en donde las seguridades que nos ofrecen las relaciones superficiales -el tocar apenas el borde de las cosas y de la vida- se pierden definitivamente: el mar profundo no es sólo ese lugar fecundo en donde la pesca supera todas las expectativas; el mar profundo es también esa zona de misterio, donde acechan los miedos que llevamos en lo hondo, los que tienen que ser enfrentados si es que queremos tener las fuerzas suficientes para recoger las redes cargadas y llevarlas hasta la orilla; la alta mar es esa zona en donde nos enfrentamos desnudos a nosotros mismos, a nuestra más íntima verdad, ese sitio de exaltación y de dolor que no podemos dejar de explorar con valentía si queremos llegar a madurar a la altura de aquél que nos llama desde lo alto.

Una segunda entrada a este pasaje corre por el cauce del género literario al cual pertenece el relato. El Evangelista construye el episodio del encuentro de Jesús con sus primeros discípulos, según el modelo vetero testamentario del Relato Vocacional, y esta estructura ilumina la narración, con luces que no habían aparecido en los paralelos sinópticos.

En los paralelos, (Mt 3, 18-22 y Mc 1, 16-20); el encuentro con Simón y con Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, es presentado de modo sucinto y bajo el signo de la inmediatez de la respuesta: Jesús llega al Mar de Galilea, convoca a los pescadores y éstos, abandonando su oficio, simplemente lo siguen.

En el Tercer Evangelio, acontece el Misterio de la Vocación: la experiencia que van a vivir Simón y sus compañeros será una epifanía, fruto de la cual surge la respuesta a esta llamada irresistible al seguimiento: en este Jesús que se alza en la barca, en medio del mar, y que ha dado la orden de echar las redes, los pescadores reconocen la presencia de la divinidad.

Lo singular del pasaje radica en el hecho de que Jesús es el Dios cuya gloria está velada por la carne: no existen en este relato, al menos no de manera evidente, los elementos que en el género literario de los Relatos Vocacionales delatan la presencia de una Teofanía: no hay signos prodigiosos en el cielo ni en la tierra: nubes, resplandor, temblores, fuego inextinguible; solo Jesús, que acaba de terminar su predicación a orillas del lago; sin embargo Lucas nos proporciona un detalle elocuente: el Temor que invade a Simón y a sus compañeros, y que es advertido por el propio Jesús; el temor en los textos del Antiguo Testamento, es la primera y esperable respuesta humana ante la experiencia inefable de la Presencia que excede toda presencia posible: es declarado por Jacob en el Génesis (Gn 28, 17), lo siente Moisés en el episodio de la Zarza Ardiente (Ex 3, 6), lo declara Isaías en el relato del sueño vocacional (Is 6, 5).

El temor sagrado es lo que arroja al suelo de la barca a Simón, es lo que lo hace caer y postrarse a los pies de Jesús, tomando conciencia de la distancia inconmensurable que lo separa del Maestro: así, la mención de su condición de pecador no es tanto una declaración moral, cuanto una constatación de índole existencial.

Este temor es la fuente desde la cual ha de cimentarse la decisión de seguir al Señor, que surge en estos hombres que van a ser convocados al discipulado y al apostolado, al aprender -ellos y nosotros- que el seguimiento no puede asentarse en un deseo voluntarioso del que se siente llamado, ni tampoco de la solidez de una doctrina, que nos seduce por su consistencia argumental, sino ha de cimentarse en una experiencia vital, que conmueva las entrañas del propio existir y nos enfrente a la Verdad de Dios y a nuestra propia verdad iluminada por su Presencia, que nos abraza y nos abrasa en el ímpetu de esa misericordia que no se detiene ante límite alguno ni frontera, y que cuenta con nosotros para ser difundida.

Es esa experiencia la que convertirá a estos pescadores del Mar de Galilea, ocupados en la pequeña empresa que sustentaba las esperanzas de sus familias, en esos audaces discípulos, que, abandonando sus redes, se dispusieron a ser parte de esta nueva red, que entretejida en la trama de sus vidas transformadas, y lanzada por todos los rincones del mundo, les exigió la entrega absoluta de sus propios planes y proyectos, con tal que el anuncio de la Buena Noticia del Señor, caminando en medio de su pueblo, haya de seguir conmoviendo y desafiando nuestra humanidad hasta el final de la historia.

Raúl Moris G., Pbro.
Freddy Mora | Imprimir | 280