jueves 02 de mayo del 2024
El Diario del Maule Sur
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Hoy
Opinión 16-04-2024
UN ENCUENTRO EN LA PALABRA
Taller Literario de la
“AGRUPACIÓN CULTURAL GERMÁN MOURGUES BERNARD”


PUERTO DE VALPARAÍSO
Lucina Yáñez Olave

Había sido un largo día de trabajo escolar, de un subir y bajar angostos escalones. Agotada ansiaba ver pronto a sus hijos. Tras acariciarlos y darles de comer, se acostó para corregir pruebas y ver la serie televisiva “La caldera del diablo”. Nadie imaginaba lo que sucedería aquella noche. Acostumbrada como estaba a los sismos, el temblor inicial —a solo minutos de las 23 horas— no le causó gran preocupación, sin embargo, se prolongaba cada vez con mayor intensidad, crujían las estructuras de madera, los postigos de las ventanas se abrían y cerraban y las puertas del ropero parecían aletear como un gigantesco y siniestro murciélago.
A pesar del miedo, tomó a su hija y trató de sacar al niño de entre las sábanas sin lastimarlo con los vidrios caídos. Llamaba a la “nana”, pero la puerta estaba trabada. El movimiento se prolongaba en un espectáculo que jamás olvidaría, era un día 8 de julio de 1971, estaba sola, tan lejos su familia, ahí no tenía a nadie que le prestara ayuda. El caos continuaba y ella ansiaba la presencia de sus padres, tan lejos en ese momento.
Con esfuerzo, logró salir a la calle con sus hijos. La casa, de arquitectura antigua, se encontraba a dos cuadras y media de la Plaza de la Victoria. No podía avanzar, parecía que era un acabo de mundo. La gente corría, gritaba, era un desastre. Su marido, que trabajaba en el diario El Mercurio, llegó pálido y exhausto.
Sentada bajo el dintel de la puerta veía correr a la gente, escuchaba sus gritos, era un desastre. Muchos decidieron sentarse en hileras al centro de la calle que comenzaba a cubrirse de una espesa neblina. Se daban ánimo mutuamente para continuar soportando tanta tragedia, se ayudaban unos a otros. Los movimientos continuaban, algunos tenían radio a pilas y escuchaban al presidente de la república que estaba enviando un mensaje: (pedía que tuviesen calma, dando indicaciones para no desesperarse y donde podrían refugiarse). Nadie quería entrar a sus casas, ella tampoco lo hizo, solo su marido entró a sacar lo más necesario y partieron caminando en fila hacia la Plaza, allí se ubicaron, al centro, junto a las demás personas que habían hecho una fogata con la madera de la puerta de la Catedral, la que como una explosión había llegado hasta allí, no sabían que hacer, repentinamente dentro de la oscuridad y los remezones y la neblina, aparecen unos buses para trasladarlos a los cerros, dando los nombres de algunos de ellos se acordaron que justo en la parte alta de Recreo tenían un matrimonio amigo, subieron al bus y partieron, permanecieron allí algunos días, luego, después de escuchar que las clases se suspendían, ella y sus hijos regresaron a Linares, donde vivían sus padres.
Valparaíso… puerto de emociones, estaba aprendiendo a quererlo. Hacía más de seis años que habían llegado a esa ciudad, los había deslumbrado con su belleza, sus ascensores, sus cerros vestidos de casas colgantes, los trolebuses, el organillero con su música nostálgica, el diarero, los burreros vendiendo cochayuyo, su inmenso mar que cada día los sorprendía con la llegada o salida de los barcos... Al finalizar el año, fiesta sorprendente, “el año nuevo en el mar”, espectáculo más que maravilloso…Todo, todo se había borrado de su mente, ya no quería volver más a Valparaíso, solo había dolor, miedo, inseguridad, el vecino de más arriba había muerto atrapado en su casa, no había podido arrancar...




Freddy Mora | Imprimir | 217